26: The ones who love you

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Avneet:

Las pesadillas donde escuchaba la voz de aquella chica pidiéndole al señor Lanzanberg que la dejara ir se repetían tres veces a la semana y, sin importar que el sueño cambiara de lugar, estas terminaban en donde mismo. Por más que memoricé su voz no supe de quien era y eso me hacía sentir peor. Pensaba en ella como la voz de las chicas que pude ayudar o salvar de aquellos hombres y no lo hice.

Pasaron varias semanas y, entre más transcurrían los días, mi actitud iba de mal en peor. Al principio comencé a evitar verme en el espejo, ya que cada que lo hacía me imaginaba el repudio que tenían por mí las chicas que le llevé a mi padre. Después me alejé de mis únicos dos amigos: Adam y Penelope, contestando de mala manera sus mensajes o ignorándolos por varios días. Y, al final, hacía camino de la casa al trabajo y de regreso, no me apetecía ir a lugares concurridos porque tenía miedo de reconocer a alguien y le llamara a la policía.

Sentí que me encontraba en el fondo de un pozo y que no saldría de este con vida.

Lo único que quería hacer era verme con Spencer. Solo estar con él me levantaba el ánimo, aun cuando los malos pensamientos me acompañaban, estos desaparecían con nuestras platicas. Sin embargo, también existían días en los que no quería verlo por lo que prefería quedarme en casa y perder el tiempo mirando televisión.

Aquella semana, en la que sentí un poco mejor mi estado de ánimo, me encontré con Spencer en un pequeño restaurante. Un par de noches atrás él me había preguntado si quería ser su novia, pero dije que necesitaba pensarlo. De hecho, me sentía un tanto presionada porque él dijo la frase que esperaba desde que comencé a sentir algo más.

Estábamos leyendo un libro que él recomendó, cuando empecé a ignorar las palabras escritas en esa hoja de papel y saqué un tema de conversación. Spencer aprovechó el momento de distracción que tuve y nos besamos. Y, antes de volver a nuestra lectura, él susurro:

—Te amo, Avneet.

En mi mente la respuesta salió con una facilidad que sorprendería a cualquiera, sin embargo, segundos después me di cuenta de que no fui tan valiente para decirla en voz alta. No creía estar preparada para decir esas tres palabras y pensé que si las decía en ese momento no sonaría del todo honesta.

Spencer, por otro lado, no se cansaba de decir y demostrar lo mucho que me amaba, lo cual hacía que me sintiera peor por no saber cómo demostrárselo o por sentir que esto casi no sucedía. Lo intenté, en serio lo intenté.

Le dejaba notas adhesivas a Spencer en su mochila con frases de mis libros de romance favoritos, era todo. No le pregunté su opinión de estas, tampoco se las dije en voz alta. Y supongo que comenzaba a cansarse de ello. Aclaro, solo eran suposiciones mías.

Esa noche, su comportamiento fue un poco diferente, pero en pocas acciones seguí sintiendo cuanto me quería. En todo el camino a mi casa no pude ignorar el sentimiento tan hermoso de estar junto a él, ni dejar de mirar nuestras manos entrelazadas. Así que en cuanto nos encontramos solos en mi casa, logré verlo a los ojos y hacer mi cobardía e inseguridades a un lado.

—He querido decirte algo muy importante durante toda la noche.

Spencer parecía asustado.

—Spencer Reid, te amo tanto que comienzo a creer que esto no es cuantificable.

Lo acerqué a mí y besé sus labios como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hice. Nos acomodamos en el sofá, de manera que él quedó entre mis piernas y yo fui acostándome en el suave material. Sus manos fueron a mis muslos y lentamente se dirigieron a mi cintura, sus dedos quedaron en el dobladillo de mi blusa, aunque los separaba un pedazo de tela, pude sentirlos casi ardiendo en mi abdomen.

Playing God // Spencer Reid ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora