Avneet trató de mantener la mente en blanco para descansar un par de horas y no pensar en lo que le esperaba la mañana siguiente en la escuela. Ansió tener esos dulces sueños que sus compañeras presumían en la hora del almuerzo.
Por lo menos, en ese tema tan insignificante, quiso ser como ellas.
Dejó a un lado los recuerdos de la escuela solo para que otros llegaran. Las lágrimas no tardaron en resbalarse por sus mejillas y mojar la almohada. Sintió que el señor Lanzanberg se encontraba junto a ella, advirtiéndole entre susurros que, si le decía a su mamá, le iba hacer daño a ambas.
Para intentar tranquilizarse, Avneet se dispuso a limpiar las pequeñas gotas saladas que salieron de sus ojos, además de inventar un escenario.
La definición de perfecto para la Avneet Rider de diecisiete años era imaginar que estaba junto a Adam en su lugar favorito de esa enorme ciudad. Tomarían asiento en la incómoda y oxidada banca que les daba una vista agradable al cuerpo de agua, y podrían conversar sobre un recuerdo vergonzoso o de alguna travesura que de seguro Adam cometió a sus tres años.
Sin darse cuenta, Avneet despertó horas más tarde debido al sonido de la alarma y se preparó mentalmente para hacer su rutina de cada mañana y bajó a la cocina, donde la recibieron las latas de cerveza vacías en el suelo, cajas de comida china en la mesa, y un aroma desagradable. Y aquí entró el primer lamento del día: vivir con su padre y no irse con su madre de la ciudad en cuanto tuvo la oportunidad el año anterior.
Ignorando por completo ese desastre, tomó una fruta, la mochila y se fue de casa antes de que la mala suerte volviera y encontrarse con su padre... o con alguien peor.
Caminó hasta la escuela con audífonos puestos y el volumen más alto de lo permitido, dejando que sus pensamientos se perdieran en aquellas canciones que parecían describir a la perfección su estado de ánimo.
En cuanto Avneet llegó al gran edificio, se encontró con Penelope cerca de los casilleros.
—¡Avneet! —gritó emocionada.
—Hola, Penelope —respondió en voz baja—. ¿Cómo ama...?
—Te estuve buscando —interrumpió—, ¿dónde estabas? Necesito repasar un tema para el examen de química y tú eres la única que puede ayudarme.
La castaña agradeció en sus pensamientos que su amiga le diera algo en que pensar en los siguientes minutos y pasar en segundo plano los recuerdos de las últimas horas.
Avneet asintió, y Penelope sonrió, después la agarró del hombro y juntas caminaron hacia el aula de álgebra.
Tomaron asiento, una al lado de la otra, y Avneet se concentró en acomodar sus útiles, además de repasar en su mente el tema que estudiarían. Pero un sonido la regresó a la realidad: el rechinido de alguien arrastrando una silla. Ruido que le pareció insoportable.
—Me alegro verlas estudiando —mencionó Adam—. Tengo muchas preguntas.
—Llegas al lugar correcto —respondió Penelope.
Avneet aprovechó que sus amigos estaban distraídos para sacar su resaltador favorito y subrayar las respuestas que creyó importantes para resolver sus dudas. Ese era uno de los pocos momentos de tranquilidad que recordaba de toda su adolescencia, ya que, sin previo aviso, aparecían recuerdos de la noche anterior con el señor Lanzanberg. O una de las tantas noches en que se vio obligada a acompañarlo al horrendo lugar de trabajo para ayudarle con las chicas que se encontraban allí. Para mala suerte de una chica y de Avneet, tuvieron un severo regaño, y las mandaron a una recámara donde parecía inhumano dormir.
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Playing God // Spencer Reid ✔
Fanfic***Advertencia: Esta historia contiene temas sensibles que pueden afectar al lector, como la ansiedad, depresión y abuso*** Avneet ha tomado la decisión de volver a su ciudad de origen por insistencia de Penelope, su mejor amiga de la infancia. Sus...