15: Don't ask me how I've been

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Spencer:

Durante el pequeño recorrido que dimos antes de llegar al bar preferido de Rossi, estuve esperando la señal de Penelope para poder desaparecerme con Avneet y conversar de nuestros sentimientos.

El resto de la tarde ensayé un par de declaraciones de amor porque por fin quería ser sincero con ella.

Nuestros encuentros en la biblioteca cada semana ya no eran suficientes.

Pero aquella oración que tanto esperaba de mi amiga, o ese acercamiento, jamás apareció. Intenté hacerlo yo, si lo que dijo Penelope sobre que Avneet sentía lo mismo que yo debía ser aclarado esa misma noche. Tomé el valor suficiente: iba a hablar con ella sin importar si al final rompía mi corazón. En eso apareció Danielle me tomó del brazo y ofreció una gran sonrisa.

—Estoy amando esta ciudad. Creo que me quedaré por un largo tiempo.

—Me alegro —contesté sin poner atención.

—Comenzaré a buscar trabajo, aunque no sé...

Danielle continuó hablando y yo dejé que lo hiciera. Mi mente se encontraba pensando en otra cosa y, por más que intenté poner atención a lo que decía, cada segundo se volvía más imposible. En especial al ver a Avneet platicando con Hotch.

¿Y si Penelope me había mentido? Pero, si eso no era verdad, ¿por qué me lo dijo?

Su voz y mirada me parecieron tan sinceros que no dude ni por un momento lo que me estaba diciendo... ¿de qué se trataba todo eso? ¿Qué se suponía que debía hacer?

No tenía respuesta a esa última pregunta, por lo que esa noche solo escuché lo que decía Danielle o los demás de mis amigos, evitando pensar en Avneet porque me haría más preguntas de las que ya tenía.

. . .

Avneet:

Cuando llegué a casa, me quité los molestos tacones y me dejé caer por completo en el sofá. En la soledad de esa casa fue casi imposible que no me pusiera a llorar. Había estado el resto de la velada aguantando aquellas lágrimas, pues no paraba de repetirme las palabras que dijo Danielle.

—Sin ofender, pero no creo que seas del tipo de Spencer.

Después de verlo con ella sabía lo acertadas que eran sus palabras. ¿Cómo había sido tan estúpida para pensar que él lograría fijarse en mí? ¿En alguien que mentía para protegerse de un pasado que siempre estaba junto a ella?

—Eres una mentirosa.

Danielle tenía razón hasta en esas tres palabras. No podía ser sincera ni con mi mejor amiga de toda la vida, ¿qué se podía esperar de los demás? Eso sin contar que Adam me dio la oportunidad de decir la verdad y no la aproveché.

—Debo admitir que eres una experta. Lograste que unos perfiladores te creyeran y no sé cómo le hiciste. Algo en tus respuestas no cuadra...

Logré mentirles porque Penelope hablaba tan bien de mí. Y sin contar las veces que practique frente al espejo las mentiras que diría cuando regresara a la ciudad... las veces que estuve a nada de creerme lo que salía de mis labios.

¿Qué se supone que debía hacer ahora que todo podría salir a la luz?

Pensé en irme, en inventar que me necesitaban en un trabajo que ya no tenía o decir que me mudaría a Los Ángeles para ver más seguido a mi madre. Más y más mentiras para no perder a Penelope, la única persona que tenía en el mundo.

Cada que una lágrima caía por mis mejillas, sentía como si algo me aplastara el pecho, impidiéndome respirar del todo y sin dejarme pensar con claridad. ¿Qué debía hacer para salir de ese laberinto de mentiras que yo misma había construido?

Parecía no existir respuesta.

Cuando por fin logré tranquilizarme un poco, me levanté de mi lugar y caminé al teléfono. Desde que había llegado miré la pequeña luz roja parpadear, eso quería ser que tenía un mensaje de voz. Lo iba a ignorar porque no estaba de ánimos, pero recordé que mi madre dijo que debía hablar conmigo de algo muy importante.

Levanté el teléfono de su lugar e hice lo que la operadora decía. Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda cuando escuche la voz de mi mamá.

—Supongo que saliste. Debo pedirte una disculpa, mi celular se quedó sin batería y se apagó cuando te iba a contar eso importante —suspiró—. Avneet, sé que no es lo que esperas escuchar, pero —sollozó—, lo intenté. Dios sabe que lo intenté —Silencio y más sollozos—. Tu padre regresara a Quantico en unos días y planea quedarse en casa.

El aparato se resbaló de mi mano y cayó al piso. Sin quererlo, la respuesta se había presentado ante mí; me iría a la mañana siguiente. Regresaría a Arizona a primera hora. Si de mí hubiera dependido, en cuanto escuché ese mensaje hubiera empacado mis cosas y dejado la casa, pero no estaba segura de que el dinero me alcanzara.

Así que de un brinco me fui al piso de arriba para irme a dormir. Al día siguiente iba a levantarme muy temprano, debía darme prisa para no encontrarme con ese señor. 

Playing God // Spencer Reid ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora