Desde lo alto del olimpo, la reina de los dioses observó desde el balcón de su palacio todo lo acontecido.
Aquella mortal captó su atención rápidamente, aunque debía estar alerta en caso de que su marido estuviera tras ella.
—Hera—Dijo Iris, su mensajera -Ya ha regresado.
—Gracias Iris, dile que venga.
Se escucharon pasos que se iban acercando a la sala donde la reina esperaba al que había convocado.
—¿Deseas algo, Hera?—Dijo Zeus al ver a su esposa.
—Me gustaría saber, si tienes que ver algo con esa mortal.
—¿Os referís a Mariam?—Arqueó una ceja el rey de los dioses.
—Si— Respondió secamente Hera —Una mortal con esos poderes sólo puede ser resultado de una de tus aventuras.
—¿Me acusas de yo soy el padre de esa chica?— Zeus se sintió ofendido por la acusación de su esposa —Ella no es hija mía, ni de ningún otro dios.
—¿Y estas seguro de lo que dices, Zeus?—Se cruzó de brazos Hera y miró seriamente a su esposo —Me has hecho daño durante muchos siglos, tantas aventuras que has tenido con muchas perras mortales y que de ellas has tenido hijos bastardos. ¿Como voy a creer en tus palabras?
—Hera—Zeus sabía que no se había comportado como un buen marido y se merecía esas palabras —Te juro que ella, no es hija mía.
—No te creo—Frunció el ceño Hera. —¿Y como te explicas sus poderes?
—No lo sé Hera, yo también me estaba preguntado lo mismo.
—¡Mientes!—Su grito hizo que retumbaran las paredes de la sala —Nunca me has sido sincero—
—Hera...-Zeus intentó calmarla pero no lo consiguió -Te estoy diciendo la verdad, yo nunca te mentiria.
—No te creo Zeus—Por las mejillas de la reina de los dioses corrió lágrimas de rabia.
Zeus se dio cuenta pero el daño que le ha hecho a ella era irreparable. Ella siempre le había sido fiel, pero él a ella no. Sabía que ella guardaba dentro de su ser todo el daño que le había hecho y que ahora podía ver su dolor y rencor en sus ojos.
—Si no me dices la verdad Zeus, lo averiguaré yo misma—Hera se fue de la habitación cerrando de un portazo y recorrió los pasillos a paso firme.
La discusión no fue desapercibida por lo habitantes del olimpo. El resto de los dioses olímpicos estaban al tanto de las voces que habían y especialmente Ares, que había llegado recientemente al olimpo.
Su madre, Hera, se fue rápidamente a sus aposentos sin detenerse en su camino. Ares odiaba ver a su madre de esa forma, no se lo merecía. A pesar de ser el dios olímpico más odiado, tenía su corazón.—Hera, por favor, escúchame— Suplicó Zeus.
Ares, automáticamente miró con odio a su padre, él nunca fue un padre para él y era el causante del dolor de su madre. Sus aventuras habían arruinado a su madre, a pesar de ser el primogénito del matrimonio, sabía que no era de ejemplo a seguir.
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Esposa de la Guerra
AventuraTodos los mitos griegos hablan de grandes héroes, pero en este mito la protagonista en una simple mortal que se tendrá que enfrentar a su destino.