Capítulo 40

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Ares ya no le importaba que le viera Helios, estaba con la que más amaba en este mundo durmiendo a su lado. Y si, de seguro se lo contaría a Afrodita, aunque ambos tiene una malísima relación, de todo lo que había visto en el interior de la tienda. De cómo estaba durmiendo desnudos y enlazados tras una noche ardiente de pasión y desenfreno.

Se escuchaba en la lejanía que el ejército se estaba despertando con los primeros rayos del día, muchos ellos estaban desayunando, otros volvían al interior de sus tiendas tras su turno de guardia de noche. El sonido de los caballos relinchando o moviéndose de un lugar a otro, las voces de los hombres y mujeres que estaban allí.

Los pequeños rayos que se colaron por la tienda chocaron sobre mi rostros, abrí lentamente mis ojos hasta despertar por completo.
Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar lo de la noche, pues delante tenía a mi dios durmiendo plácidamente y completamente. Si, estaba bien atribuido pero fue noble conmigo, se comportó de una forma que nunca me esperaba de él, al ser dios de la guerra.

Me quedé por unos minutos como los rayos de Helios dibujaban la fuerte figura de Ares. De cómo resaltaba su musculatura, sus heridas y marcas, como si fuera una estatua de marmal dañada por el tiempo pero aún así, es digno de admirar.

Notaba que mis tropas estaban en movimiento, y debería atender a sus necesidades, además de que hoy nos podríamos en marcha hacia la capital del reino de Epiro.

Que lástima levantarse de la cama, con lo a gusto que se está, pero tenía que ponerme en marcha.

—¿Adónde vas mi valiente y hermosa guerrera? —Dijo Ares abriendo sus ojos rubíes.

—Primero ante todo, buenos días— Le deposité un beso en la frente— Y segundo, tengo que ir a ganar una guerra.

Justo cuando me iba a salir de la cama, Ares me tomó por atrás y me retuvo entre sus brazos.

—Nunca dejes dos frentes abiertos Mariam, acaba con uno y luego ve a por el otro—Susurró con una voz profunda y grave a mi oido— Y aquí el enemigo está deseos de volver a luchar.

—Van a escuchar mis gritos y nos van a descubrir— Susurré.

—De todas formas, te van a escuchar de gritar— Depositó un beso en mi cuello—Ya sea aquí o cuando estes en la batalla.

—Como lo hagamos, no voy a poder montar—Advertí.

—Te llevo en mi carruaje hasta la primera línea de ejército— Añadió Ares.

Una pequeña juguetona salió de mis labios y miré que Ares con una mirada pícara, la cual le hizo sonreír traviesamente.

—No por favor Ares— Protesté poniendo ojitos de cordero degollado.

—Si por favor Ares— Una sonrisa pícara se dibujo en su rostro.

Intenté librarme de su agarre pero para él er solo un juego. Me colmó de besos y eso hizo que inevitablemente me quedara un rato más en la cama, pero cuando tuve la oportunidad de escaparme, la oproveche y me vestí rápidamente.

—Eso no vale—Protestó el dios de la guerra— No me pudes dejar así.

—Si que pudo, además, tendrías que haber ido anoche. Te van a ver todas mis tropas y ver un para ellos es chocante no como yo que estoy acostumbrada a veros como sois.

—No te preocupes, yo me salas ingenio para salir sin que me pillen.

—Dijo el dios desnudo que esta dentro de mi cama.

—Y el que está a la espera de un nuevo asalto— Dijo con una amplia sonrisa.

Puse los ojos en blanco y continue vistiendome.

Esposa de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora