Capítulo 21

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Siempre me desvalaba en la mitad de la noche, aunque luego volvía a dormir.

En esos momentos de desvelo me fijaba en Ares, siempre dormía mirándome, aunque algunas veces me daba la espalda.

En silencio, mientras él estaba profundamente dormido, me fijaba en su esculpida figura. La luz lunar que se colaba por las ventanas hacia que la piel del dios fuera mármol pero con grietas. Tenía el cuerpo marcado por cicatrices y heridas, unas más grandes otras más pequeñas, unas más leves otras muy profundas, pero todas contaban una historia.

Mi cuerpo era igual como el suyo, marcado por cicatrices que tenían una historia detrás, algunas muy recientes otras muy viejas.

Tuve la tentación de tocar con las puntas de mis dedos sus cicatrices pero me detuve a mitad de camino, creyendo que el roce de mis dedos lo despertaría, lo miré por última vez antes de caer rendida al sueño.

Cuando ya estaba completamente dormida, Ares abrió sus ojos y me miró como descansaba plácidamente, esperó unos minutos para asegurarse de que estaba profundamente dormida antes de levantarse.

Se levantó de la cama y se volvió a vestir con su ropajes, antes de marcharse de la habitación se quedó mirándome como dormía, hay que decir era un pequeño bulto en su gran cama de oscuras sábanas.

Cerró la puerta de la alcoba despacio y recorrió los pasillos de su palacio. Como cabe esperar, el palacio estaba completamente en silencio, no había nadie en sus pasillos, como mucho, los guardias que estaban de guardia.

Sólo se escuchaba el caminar de Ares y de cómo su sombra bailaba con la luz de las antorchas que iluminaban lugar. Continuó caminando hasta llegar al exterior, entrando en plena oscuridad a los jardines.

Recorrió los caminos y senderos sus jardines, solo se escuchaba el sonido del agua de las fuentes y el cantar de los grillos, el ulular de algún búho o lechuza cerca que le hizo sospechar de que fuera la lechuza de Atenea, pero no le dio importancia.

Ya bastante lejos del palacio y en un extremo alejado del jardín, dos figuras oscuras se había formado delante de Ares. Éstas figuras tomaron su forma y para dios de la guerra les fue reconocible, eran Hermes y Apolo.

—Llevamos aquí un buen rato esperándote Ares— Dijo Hermes.

—Tenia que asegurarme de que ella estuviera completamente dormida— Dijo Ares mientras se acercaba a sus medios hermanos —¿Lo habéis traído?

Apolo entregó a Ares una caja de madera oscura en sus manos, la cual llamó la atención a Hermes.

—Gracias Apolo.

—Para eso estamos— Sonrió Apolo —Y el modo romanticón no te pega para nada Ares, pero yo no soy para juzgar.

—¿Que hay en la caja?—Preguntó Hermes con curiosidad.

—¿Quieres ser la siguiente Pandora, Hermes?— Insinuó Ares.

Hermes recordaba lo que sucedió con Pandora como si fuera ayer.

Cuando el titán Prometo desobedeció y desafió a los dioses por ayudar a la humanidad. Zeus plan una trampa que sería su perdición, Zeus mandó Hefesto que creara una mujer de arcilla y con un soplo de vida de Zeus creo a Pandora. Una mujer lista, inteligente, curiosa y hermosa, que atrajo la atención de los dioses y despertó la envidia en algunas diosas.

Prometeo, le dijo a su hermano, que no aceptará nada de Zeus pero no quería hacer enfadar dos veces al dios del rayo, pues había rechazo antes a Pandora.

Pandora fue entregada en matrimonio a Epimeteo, hermano de Prometeo, y junto ella llevaba una caja que la confío Zeus y por todas las cosas del mundo no debía abrir.

Esposa de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora