—Muy bien Mariam, tu entrenamiento a terminado por hoy— Dijo la destructora de ciudades.
—Enio, todavía tengo más fuerzas, puedo seguir.
—No—Dijo Enio —Podrías seguir entrenando pero no voy a agotar todas tus fuerzas, además, en caso de que alguien te sorprendiera, no te podrías ni mover del cansancio que tras en el cuerpo.
—Pero... Esta bien Enio— Recogi mis cosas y los instrumentos que hemos utilizado durante el entrenamiento.
Asclepio me dio el alta y mis heridas se han sanado completamente. En estas semanas, llevo un entrenamiento intensivo en el gimnasio del Palacio de Tracia, con el fin de recuperar el total de mis fuertes y reflejos que siempre tuve a la hora de combatir.
Entrenaba de vez en cuando con Enio o con los gemelos cuando banas me hacían una visita. Ares no entrenaba conmigo, solía quedarse al margen mirando como entrenaba, él normalmente entrenaba solo y duramente. Podía él estar alrededor de cinco horas o más entrenado, sino que tenía que librar ninguna batalla.
Yo de vez en cuando le observaba como entrenaba a través de la rendija de la puerta, no quería interrumpir su entrenamiento con mi presencia.
Se exigía mucho y de vez en cuando gritaba de rabia porque no mejoraba en algunos puntos a la hora de combatir, más de una vez le he visto destruir uno de los automatas que crea Hefesto sólo para específicamente su entrenamiento.Estos autómatas eran un pelín más pequeños que el autómata Tálos, el cual protegía la isla de Rodas frente a los piratas.
Pero el caso, es que él nunca ha entrenado conmigo y lo hacía por su cuenta hasta ahora.
—No recojas nada— Dijo Ares entrando al gimnasio.
Vi como el dios de la guerra entraba vestido con su oscura armadura y cargando con una de sus armas. Su paso era sereno y tranquilo pero sus pisadas eran firmes y seguras.
—Hermano, debe descansar— Dijo Enio al ver a su hermano —Ha estado entrenando tres horas sin descanso, su cuerpo debe reposar, no es como nosotros.
—Por entrenar un poco más no le va a pasar nada. Además, quiero probar yo mismo como maneja el arte de la espada.
Enio entendió que quería estar Ares a solas con la mortal en el entrenamiento, así que la diosa se marchó del gimnasio dejándolo solo a los dos.
Estábamos a solas, no había ningún dios u otro ser en el gimnasio. Observaba en silencio cada movimiento que estaba haciendo Ares y no bajando la guardia en caso de que me atacará por sorpresa.
Ares solo se limitaba a mirarme, como si estaba buscando mi punto débil. Sentía sus rubíes ojos sobre mí figura y él seguro sentiría mis castaños ojos sobre su figura.
Ambos esperamos que unos de los dos comenzara el ataque.—Las damas primero—Dijo Ares.
—Los dioses siempre comienzan, no los mortales.
—Si es así como quieres que comencemos— Ares rápidamente asestó un golpe de su arma. —Pues adelante.
Esquive su ataque y pronto respondí con otro golpe de mi parte. Él me sonrió al bloquearlo y sentí en mi pecho en calor del combate y solo acabamos de comenzar.
Nuestro combate parecía más un baile de espadas, se movían aún ritmo marcado y no fallaban en dar los golpes que eran bloqueados por la espada contraria. Ares disfrutaba del combate que le estaba dando, parecía que yo fuera rival digna para el dios del combate sangriento y violento.
Tuve dar un paso atrás para tomar aire, ritmo que llevaba era más rápido que los hombres mortales a la hora de combatir pero podía resistir. Si puede con Apolo y Hermes a la vez, con él será un poco más fácil.
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Esposa de la Guerra
AvventuraTodos los mitos griegos hablan de grandes héroes, pero en este mito la protagonista en una simple mortal que se tendrá que enfrentar a su destino.