Capítulo 31

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–Bueno, si tenemos que ir a Heliopolis, tenemos que coger un barco ¿Tienes todavía dinero?

—Si, todavía tengo dinero.

Caminando entre la muchedumbre que había en la calle, yo estaba pendiente de que nadie me robara nada que llevara encima, sino, estaría en un gran problema. Shafira me guiaba por la calle, parecía que esta ciudad ya había estado antes.

—¡Oye sin vergüenza!— Un grupo de hombres estaba rodeando a un indefenso joven, el cual estaba en el suelo, acorralado—Se acabó tus fechorias, hoy lo vas apagar.

—Por favor, no me pegueis— Suplicó el joven— Tengo mucha hambre y no tengo dinero para pagar la comida.

—No te voy a pegar—El hombre sonrió de forma malvada— Te vamos a dar una paliza que te vas a acordar para toda tu miserable vida.

Antes de qué los hombres se abalanzaran sobre él, Shafira y yo nos pusimos detrás de ellos. Carraspeé mi garganta, llamando así la atención de aquellos hombres.

—¿Interrumpo algo?—Alcé una de mis cejas.

—Lárgate, esto no es de tu incumbencia— Dijo uno de los hombres y luego escupió cerca de mis pies.

—Si lo es— Respondí seriamente —Él joven sólo quería llevarse algo a la boca, poneos en su lugar ¿No haríais lo mismo?

—Robar es un delito— Saltó enfurecido uno de los hombres —Y tiene que pagar por sus actos.

Miré Shafira por unos segundos, después al joven y por último al grupo de hombres que me estaban rodeando. Noté que algunos estaban sacando disimuladamente de sus ropajes, armas blancas con la intención de herirme.

—Mira que podríamos haber evitado este conflicto por la vía pacifica, pero veo que solo nos queda la vía violenta.

—¡Cuidado! — Gritó Shafira ante lo que iba suceder.

Uno de los hombres desenfundó su espada y la descargó sobre mí. Mi unica reacción fue parar la espada con la mano izquierda, agarrando con firmeza el filo de la hoja y haciendo fuerza para doblarla.

La sangre comenzó a correr de mi mano pero mi mirada impasible fue algo sorprendente para los hombres

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La sangre comenzó a correr de mi mano pero mi mirada impasible fue algo sorprendente para los hombres. Aquel que había descargado su espada sobre mi, tiró fuerza para quitármela de la mano, pero no pudo. Aumenté mi fuerza hasta que la espada de se dobló por la mitad.

—Por Osiris— Dijo uno de los hombres que había palidecido ante lo habi vistos.

Con la mano libre, le proporcioné un puñetazo que salió varios metros hacia atrás. Los demás no sabían que hacer, solo les quedó atacarme.

—Shafira, pásame esa vara— Ordené, no tenía la gana de desenfundar mis armas, porque sería una sentencia de muerte para ellos y yo solo quería darles un escarmiento.

Esposa de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora