Capítulo 33

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Tras tres días de viaje por el Nilo, llegamos a Heliopolis.

—Bueno, Shafira, hay que ir al templo de Ra y proteger el nido del Fénix hasta su llegada.

—El templo no está muy lejos del puerto, sígueme, te llevaré por el camino más corto y rápido que conozco.

Seguí a Shafira por las calles de la ciudad. La sensación de me dio la ciudad cuando la pisé fue intranquilidad, tormento, miedo a algo que los mortales no podemos hacer frente. Si, recuerdo lo que dijeron los marineros cuando embarcamos, que todos las noches, las calles se llenaban de seres que había escapado del Inframundo, de aspecto horrendo y que venían para alimentarse de la carne y sangre los vivos, robaban sus almas y condenaban a aquellos que había caído a sus fauces.
Esos seres son los denominados demonios, no sólo podían manifestarse físicamente, sino también poseyendo el cuerpo de un mortal que es débil de espíritu frente a las tentaciones que le ofrece este ser.

Durante el camino, Ra descansó sobre mi hombrera izquierda y no paraba de girar sus cabeza a cualquier lado, como si estuviera persiguiendo con la mirada a su presa o algo que le estaba incomodado. Podía sentir que el animal no estaba tranquilo, así que de vez en cuando le daba un pedacito de carne cruda y beso para que se tranquilizase.

—Tranquilo amigo, no hay nada que temer. Solo son personas— Le dije a mi pequeño halcón.

—Creo que Ra siente algo malo en el aire—Comentó Shafira— Como animal que representa Horus, puede sentir el aura benigna y maligna de lo que hay en su alrededor.

—¿Insinuas que Ra esta sintiendo presencia demoniaca aquí mismo?

—Puede.

Vimos a una mujer de mediana edad llorando frente a un cuerpo que estaba cubierto por una sabana blanca, nos acercamos con cautela y vimos algunas manchas de sangre que teñian el blanco de la tela. Alrededor había un grupo de hombres preparando una serie de vendas que las ungian bálsamo sagrado.

—¿Que ha pasado?— Pregunté en un tono suave.

—Mi hijo ha muerto a manos de esos seres. Esos demonios se llevaron a mi pequeño. Osiris y Anubis, apiadaos de su alma, estaba cumpliendo su deber con Ra— Respondió entre sollozos la mujer.

—Lamento la pérdida de su hijo— Dijo Shafira —¿Su hijo era sacerdote del templo de Ra?

—Si, ya desde muy pequeño sabíamos que él deseaba dedicar su vida a Ra y estar su servicio y del pueblo de Heliopolis. Y anoche... Oh Isis, me lo quitaron de mis manos, no debía haberse quedado en el templo rezando tan tarde, sabiendo a lo que se exponía... Mirad como han dejado esos seres a mi pequeño— La madre alzó una parte de sabana y pudimos ver el cuerpo demacrado del joven.

Era un adolescente, tenía mucha por la que vivir. Su cuerpo está lleno de heridas, mordiscos, desgarros de garras, la sangre seca de sus heridas y las vendas que estaban cubriendo parte de su cuerpo.
La madre volvió a cubrir el cuerpo con la sabana y nos miró con tristeza.

—Por Osiris... —Soltó Shafira de sus labios.

—No se si le va a incomodar mi pregunta ¿cuando comenzaron estos ataques de los demonios hacia el templo?

La mujer se secó sus lágrimas y tomó aire para serenarse un poco.

—Comenzaron hace dos semanas los ataques de los demonios y esto no va a parar, ya han muerto demasiada gente inocente incluyendo a mi querido hijo. Tened cuidado, no salgáis por la noche. Las calles son peligros con esos seres.

—Gracias por la información y la acompaño en el sentimiento—  Dije mientras me retiraba del lugar.

Antes de dirigirnos al templo, fui a comer algo y a descansar un poco porque está noche sería muy larga e intensa.

Esposa de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora