•∆• Trabajando con mentes criminales •∆• {VOLKACIO}

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-Manos arribita y no las muevas ni un milímetro cabrón.- amenazó el mexicano más mayor apuntandolo con una pistola.

Estaban entre la espada y la pared ambas partes, el sujeto tenía a punta de navaja los ojos del federal, quien se mantenía inmóvil intercambiando miradas con sus compañeros mientras estos apuntaban al sujeto totalmente rodeado. Un movimiento en falso y ambas partes perderían algo.

Por fin tenían al culpable de todas esas víctimas sin ojos y sin vida, por fin lo habían encontrado o bueno lo encontró él a ellos, más bien dicho, al llamativo federal de ojos bicolores.

Horacio a la hora de coger algo de aire para calmar sus pulsaciones solo provocó que las del contrario que lo sujetaba con fuerza se acelerarán más, aumentando unos extraños temblores que empezaban a aparecer en él por acusas desconocidas.

La navaja tambaleaba frente a los ojos del federal, haciendo que este los cerrada con fuerza en busca de protegerse de algún descuido.

Un disparó se escuchó de no muy lejos, al instante sintió una explosión, la eclosión total del cuerpo que lo tenía inmovilizado y todo se volvió confuso, sus oídos con un molesto pitido y dos ojos incapaces de abrirse.

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Abrió los ojos, la claridad de la sala los hizo cerrar de inmediato.

-Mi niño...- una voz, que parecía estar a su lado derecho le habló con el tono más suave que podía mientras con su mano hacia sombra en los ojos de su compañero. -Puedes abrirlos ahora, es tu habitación, puedes pagar las luces por voz, ¿recuerdas eso?-

-Luces...luces fuera- ordenó se forma cansada abriendo los ojos, fijándose en la cabellera rubia de la persona que tenía a su lado, algo iluminada por la luz de la luna que entraba por la ventana de su cuarto. -Gustabo, ¿Qué ha pasado?

El nombrado solo soltó un bufido acercando su rostro hasta el de Horacio, apoyando su frente contra la del menor. Está acción era la misma que hacían cuando eran pequeños, para ellos era como crear una barrera protectora que no podía ser destruida.

-Hemos "atrapado" al de los ojos, era un puto loco, cuando su cuerpo explotó por el dominator de Armando parece ser que afectó a tu tímpano y quedaste inconsciente, pero todo está bien.- susurraban mientra cerraba los ojos, acción que Horacio imitó.

Al fijarse detenidamente vio un parche, con trocitos de gasas sobresaliendo, tapando uno de los ojos de Gustabo, el ojo izquierdo.

-¿Que te ha-...?-

Acercó lentamente su mano hasta la mejilla izquierda de Gustabo, dando lentas caricias sobre esta.

-Estoy bien, se curara, no al cien por cien, pero es algo con lo que puedo vivir sin problemas.- trato de tranquilizar con una pequeña sonrisa, plantando un beso en la punta de la nariz del federal después de separar sus frente. -yo tú estás hecho todo un campeón, tu córnea está delicada, no le puede dar mucho la luz, así que te he traído unas gafas de sol espectaculares, lo vas a flipar.

-Como sean naranjas se me va a escapar un puñetazo casualmente en tu ojos bueno.- amenazó con los ojos entrecerrados viendo a Gustabo sacar las gafas de su bolsillo.

-Pero si era tu color favorito.-

-Si, era mi color favorito de toda la vida si.- remarcó "de toda la vida" mientras su ceño fruncido aparecía. -Gustabo, ¿tu eres tonto?.-