Capítulo 1

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Me senté en la encimera de la cocina, observando a mi mamá hacer pasta al horno; ella estaba entrando ligeramente en pánico y seguía mirando al reloj a cada minuto, yo sabía por qué lo hacía, mi papá debía estar en casa exactamente en dieciséis minutos y a él le gustaba que la cena estuviera en la mesa tan pronto como entrara, Eva se acercó, jugando con su pelota.

Eva: -Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Juliana? -preguntó, lanzándole una mirada de cachorrito. Ella miró el reloj de nuevo y sacudió la cabeza rápidamente.

Lucia:-No ahora Eva, la cena no tardará mucho y necesitamos comer como una familia -Se estremeció ligeramente mientras hablaba.

La cara de Eva cayó pero asintió y vino a sentarse a mí lado, inmediatamente le arrebaté la pelota de sus manos y me reí cuando jadeó y la arrebató de vuelta, sonriendo y poniendo los ojos en blanco hacía mí.

Ella era una chica linda, con cabello oscuro y ojos de color verdes claros, es mi hermana mayor y como las hermanas mayores, era la mejor; siempre me cuidaba en casa y en la escuela se aseguraba de que nadie me molestara, la única que tenía permitido molestarme, según su opinión, era ella y en una menor medida su mejor amiga Juliana, que resultaba que vivía en la casa de al lado.

Eva: -Entonces Val, ¿necesitas ayuda con tú tarea? -preguntó ella, codeándome. Eva tenía diez y era dos años mayor que yo, así que siempre me ayudaba con el trabajo de la escuela.

Val: -Nop, no tengo tarea -Sonreí, balanceando mis piernas mientras colgaban de la encimera.

Lucia: -Bien niñas pongan la mesa por mí ya saben cómo, exactamente bien, ¿de acuerdo?-pidió mamá, rociando queso sobre la pasta y poniéndola en el horno. Eva y yo nos bajamos de la encimera y agarramos las cosas, dirigiéndonos a la sala comedor.

Mi papá era muy particular sobre todo, si todo no estaba exactamente bien, se enojaba y nadie quería eso. Mi mamá siempre decía que mi papá tenía un trabajo estresante, siempre se enojaba con facilidad si hacíamos algo mal, si has escuchado ese dicho: "Los niños deberían ser vistos y no oídos".. Bueno, mi papá llevaba eso a otro extremo, en su lugar le gustaba: "Los niños no deberían ser vistos u oídos"; a las cinco y treinta llegaba a casa todos los días, comía la cena de inmediato, luego Eva y yo éramos enviadas a nuestras habitaciones en donde jugábamos en silencio hasta las siete y treinta cuando teníamos que ir a la cama.

Odiaba esta hora del día, todo estaba bien hasta que él llegaba a casa y luego todas cambiábamos. Eva siempre se quedaba en silencio y no sonreía, mi mamá tenía esa mirada en su cara como de miedo o preocupación y empezaba a correr de aquí para allá ahuecando los cojines sobre el sofá.

Yo siempre me quedaba allí y deseaba silenciosamente que pudiera esconderme en mi habitación y nunca salir.

Eva y yo pusimos la mesa y luego nos sentamos en silencio, esperando que el clic de la puerta señalara que él estaba en casa, ya podía sentir mi estómago revoloteando, mis manos empezando a sudar mientras rezaba en mi cabeza que él hubiera tenido un buen día y estuviera normal esta noche.

Algunas veces él estaba en un humor realmente bueno, me besaba y abrazaba, me decía la niñita tan especial que era y lo mucho que me quería. Eso sucedía normalmente los domingos, mi mamá y Eva iban a la práctica de futbol, mientras yo me quedaba en casa con mi padre, aquellos domingos eran los peores pero no le dije jamás a nadie de esos días y lo mucho que me tocaba y me decía lo bonita que era, odiaba esos días y deseaba que los fines de semana nunca llegaran.

Prefería mucho más que fuera un día de escuela cuando sólo lo veíamos para la hora de la cena. Definitivamente prefería cuando me miraba con ojos enojados, que cuando me mira con ojos suaves, no me gusta en absoluto, me hacía sentir incómoda, siempre hacía que me temblaran las manos.

Afortunadamente, hoy apenas era lunes así que tenía casi una semana antes de que tuviera que preocuparme por eso de nuevo. Un par de minutos después él entró, Eva me lanzó una mirada que me decía que me comportara y sostuvo mi mano bajo la mesa, mi padre tenía cabello carnoso, ojos claros y siempre tenía el ceño fruncido.

León: -Hola niñas -dijo en su ruidosa y profunda voz.

Un estremecimiento se deslizó por mi columna cuando habló, puso su maletín a un lado y tomó asiento a la cabeza de la mesa, intenté no mostrar ninguna reacción; de hecho, intenté no moverme para nada.

Siempre parecía que era yo la que metía a todos en problemas o hacía algo mal, siempre parecía que era la que empeoraba las cosas para todos; no solía ser así, solía ser la niñita de papá pero desde que empezó su trabajo hace tres años, cambió. Nuestra relación con él cambió por completo, él todavía me favorecía por encima de Eva pero cuando venía del trabajo, era como si quisiera pretender que Eva y yo no estábamos allí; la forma en que miraba a Eva algunas veces era como si estuviera deseando que no existiera, hacía que me doliera el estómago verlo mirar a mi hermana de esa forma.

-Hola papá -respondimos ambas al mismo tiempo. Justo entonces, mi mamá vino cargando la pasta y un plato de pan con ajo.

León: -Esto se ve bien Lucía-dijo él, dándole una sonrisa. Todos empezamos a comer en silencio e intenté no moverme incómodamente en mi lugar- Entonces, ¿cómo estuvo la escuela Eva? -le preguntó a mi hermana, ella levantó la mirada nerviosamente.

Eva: -Estuvo bien, gracias.. Logré entrar al equipo de futbol, Juliana y yo... -empezó a decir pero mi papá asintió, sin escuchar.

León: -Eso es genial hija -interrumpió él-. ¿Qué hay de ti Valentina? -preguntó, volviendo su mirada hacía mí. ¡Oh, Dios! De acuerdo, sé cortés, no divagues.

Val: -Bien, gracias -respondí calladamente.

León: - ¡Habla más alto, niña! -gritó. Me estremecí con su tono, preguntándome si iba a pegarme o quizás me enviaría a la cama sin cenar.

Val: -Estuvo bien, gracias -repetí un poco más fuerte. Él frunció el ceño y luego se volvió hacía mí mamá, que estaba estrujándose las manos nerviosamente.

León: -Entonces Lucia, ¿qué has estado haciendo hoy? -preguntó comiendo su cena.

Lucia: -Bueno, fui al supermercado y conseguí ese shampoo que te gusta, luego planché un poco -respondió mi mamá rápidamente. Sonaba como una respuesta preparada, siempre hacía eso, tenía sus respuestas listas de modo que no fuera a decir nada inapropiado que lo hiciera enojar.

Extendí la mano por mi bebida, pero no estaba observando apropiadamente y la volqué, derramando el contenido sobre la mesa. Los ojos de todos volaron hacía mí padre, que se levantó de un salto de su silla.

León: - ¡Mierda! ¡Valentina, estúpida pequeña! -gruñó agarrándome del brazo y empujándome bruscamente de la mesa.

De repente mi espalda golpeó la pared, el dolor me atravesó y me mordí el labio para dejar de llorar. Llorar lo empeoraba todo, él odiaba que llorara, decía que sólo los débiles lloraban; lo vi apartar su mano, iba a golpearme, sostuve el aliento esperando el golpe, sabiendo que no había nada que pudiera hacer más que soportarlo, igual que siempre.

Mi hermana se levantó de un salto de su silla y se abalanzó sobre mí, envolviendo con fuerza sus brazos a mí alrededor, cubriéndome. La suya estaba hacía mi padre mientras me protegía.

León: - ¡Suéltala Eva! ¡Necesita aprender a ser más cuidadosa! -gritó mi padre, agarrando a Eva de su ropa y lanzándola al piso. Me abofeteó enviándome al piso, luego se volvió hacía Eva y la pateó en la pierna, haciéndola gemir- ¡No te metas en mi camino de nuevo pequeña pedazo de mierda! -le gritó a Eva, mientras estaba acurrucada en una bola en el piso.

Lágrimas silenciosas corrían por mi cara, no podía soportar ver herida a mi hermana, ella sólo estaba intentando protegerme. Eva siempre hacía eso cuando me metía en problemas, ella provocaba a mi padre de modo que la tomara contra ella en su lugar.

Mi padre levantó su plato y su bebida, caminó a zancadas hacía la sala para terminar su comida, murmurando algo sobre nosotras siendo "las peores niñas en el mundo" y "cómo infiernos se pudo quedar atrapado en esta vida".

LA CHICA QUE SE ESCAPA POR MI VENTANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora