Capítulo Extra #1

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Benjamín

Veo las paredes blancas aprovechando la poca lucidez que me queda. Mi vida pende de un hilo. De nuevo. Los recuerdos se van poco a poco siendo reemplazados por la oscuridad. Los pensamientos formidables son para las personas saludables. No para mí. Estoy en ese preciso momento en el que ansío anunciar mi retirada y pronunciar un breve adiós.

La hora ha llegado. 

Ya no pienso y tampoco siento.

Soy como aquel soldado que ha estado en batalla por una larga temporada, deseoso de un poco de paz y anhelante de la calidez de su hogar. El sonido intermitente de las máquinas se aleja y puedo escuchar los últimos latidos de un corazón agotado. Ausente de mi propio ser y resignado a lo que pasará cierro mis ojos esperando ese punto final de mi historia.

Ese punto final no llega y en medio de un sueño inducido se escuchan cinco vocecitas.

¡Papá! ¡Papá! ¡Vuelve a casa, mamá te espera!

Despierto en medio de un precioso prado verde, lleno de flores silvestres, el sol aún no da señales de ocultarse y cerca de la pérgola justo donde mis padres se casaron veo corretear a muchos niños que no conozco.

Hola, Bubu.— saluda un pequeño castaño.

—¿Me hablas a mí?—pregunto y el pequeño asiente con una sonrisa.

¿Mis bebés ya tiene hijos?

Intento acercarme al pequeño, pero Will se acerca a mí impidiéndomelo.

—Papá, vuelve a casa, mamá te espera.

William señala colina abajo.

—Quiero ver a los niños.—digo con emoción.

¡Soy abuelo! No lo puedo creer.

—Vuelve a casa, mamá te espera. Después los verás.

No entiendo la insistencia de William, quiero conocer a mis nietos, pero termino cediendo y voy en busca de su madre. Al regresar a casa escucho la música inundar el salón principal.

—Me regalas un baile.

Sonrió al ver a mi mujer con un hermoso vestido, sus ojos azules como el cielo y esa sonrisa que me arrebata muchos suspiros. La tomo por la cintura y al compás de Witchcraft nos movemos con elegancia.

No puedo negarle un baile a esta maravillosa mujer.

¿Sabías que somos abuelos?

—Por supuesto que sí, Ben.—dice sonriendo.

—¿Por qué no puedo ir con ellos?

Aún no es hora, cariño. Primero tienes que volver a casa.

—Estamos en casa, nena.—digo apartándola un poco, pero ella se aferra más a mi pegando su mejilla en mi pecho.

Tienes que volver a casa.—recalca con dulzura.

—No lo entiendo.

—Solo hazlo.

Damos varias vueltas por el salón, Anastasia no se aparta de mi y con su sonrisa traviesa ilumina la estancia y me ilumina a mi. Ella es mi luz, mi amor.

Siento unas leves caricias en mi cabeza. La persona que las deja lo hace como si yo fuese el ser más frágil y en mi estado quizá lo sea. No sé cuánto tiempo ha pasado, lo último que recuerdo es que ingresé al hospital por una cirugía en la rodilla derecha, tres días después una bacteria entro en mis pulmones y puso mi mundo de cabeza.

Amanecer Contigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora