SILENT ◡ Katsudeku

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Izuku y su mejor amigo llegaron a aquella muy mencionada fiesta, al entrar casi le explota la cabeza, no soportaba el olor a tabaco para nada.

Cuando menos se dio cuenta su mejor amigo lo dejó solo, se lo esperaba, seguro buscaba a su pareja.

El peliverde pudo visualizar a varios de su clase incluyendo a Uraraka, Iida y Shoto.

Suspiro y se dirigió a la barra de bebidas, enserio que ese no era su ambiente.

— ¿Gusta algo de beber? — Le preguntaron cortésmente.

Con nervios negó con la cabeza y el servidor asintió.

— ¿Izuku? —

Pareció escuchar su nombre pero lo ignoró.

— Deku — escuchó ya más cerca de él.

El pecoso volteo y algo nervioso movió la mano para saludar a el alfa a su vista. El cual se sentó a su lado suspirando.

Katsuki estaba hablandole.

— ¿Por qué estás aquí? — pregunto el pelicenizo.

Echando un vistazo de lo que traía puesto el peliverde disimuladamente, nada mal.

Izuku suspiro y lo miro sonriendo, no podía explicarle pues no le entendía su lenguaje en señas. El alfa entendió.

— Dame tú número — dijo en un tono seco.

El pecoso lo hizo, sacando su celular mostró su número y comenzaron a hablar por mensaje.

Ahora sí, dime, ¿estás aquí por voluntad propia?

El alfa miro de reojo al pecoso.

No, mi amigo me trajo y bueno acabe aquí.

Lo miro y le sonrió un poco apenado.

Se nota que este no es tu ambiente, Deku.

No hubo respuesta, así que sin más el alfa lo volteo a ver.

Me tengo que ir.

— ¿Qué? — preguntó katsuki con incertidumbre.

El peliverde salió corriendo, tratando de salir de aquella mansión, pero este se tropezó, no podía volver a levantarse.

Quería morir, porqué justamente se le había olvidado tomar su inhibidor, sobretodo en su día cerca de su celo.
A decir verdad no recordaba el paradero de sus pastillas. Intentó con todas sus cuerdas fuerzas levantarse, era en vano.

Estaba en el piso, oliendo a omega necesitado.

— Vamos — el alfa lo jalo de un brazo y con eso basto para que el pecoso se pudiera levantar.

Tenía miedo, demasiado.

Se estaba resistiendo a la fuerza del pelicenizo, no sabía a dónde se dirigían.

— No haré nada, muévete — Izuku lo siguió en silencio pues no quería ni siquiera emitir un suspiro debido a el aroma de el de ojos color rubí.

Era algo como menta y bosque, a eso olía aquel.

No era de mucha ayuda que un alfa lo estuviera ayudando, pues inconscientemente el omega del pecoso reaccionaba ciegamente al embriagador olor de el ya mencionado.

Salieron de la mansión.

— Súbete ya, es por tú maldito bien — pronunció ya algo irritado.

Pues el omega estaba aferrado a Katsuki. No le iba a ir bien si seguía oliendo su esencia, era muy fuerte ahora.

Chocolate y cereza, tan empalagoso, pensó el pelicenizo.

Y tan bueno.

— Haa — emitió un pequeño sonido el pecoso, a lo cual el alfa rápidamente volteo a verlo.

Tenía una pequeña barra de chocolate en sus manos. Si, le pertenecía al alfa pues este es fanático de tal dulce.

— Así que si puedes hacer sonido, quédate eso — dijo el alfa y miro como el omega comenzaba a comerlo.

Aprovecho y lo subió en su motocicleta.

Pero claro, ¿a dónde mierda iría? Ni idea de dónde viviera aquel omega.

No hubo opción, se dirigía a su departamento y en pocos minutos ya estaba ayudando a el pequeño problemático a entrar a este.

— No sé por qué mierda te traje aquí —
suspiró y vio al omega recostarse en el sofá.

Su departamento no era nada del otro mundo una pequeña sala, parte de la cocina, baño y su habitación, una gran ventana con vista hacía la ciudad, fin.

El pelicenizo notó una pequeña caja de pastillas sobresaliendo del bolsillo del omega, parecían ser sus inhibidores.

En varios intentos fallidos de que el omega se tomará su inhibidor mientras este se aprovechaba y se restregaba en el alfa por atención, el pelicenizo salió de su departamento dejando al pecoso solo ahí.

Ya no podía soportarlo, no lograba nada y si permanecía con ese maldito ahí terminaría haciendo algo que no le favorecía.

Más correctamente Katsuki sabía que no podía hacerle nada a ese peliverde, era un omega virgen, su intensas feromonas lo gritaban.

Y es más por eso que se maldijo al darse cuenta que por todo lo ya mencionado estaba duro.