Capítulo 20: Globos negros

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No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.


O. K. Bernhardt


                                                               † † †



- ¿Me pasas la sal? - preguntó Javier. 


- Claro. - respondí, con tono amable.


La comida de ese día consistía en una ligera crema de verduras con un suave toque de nata y lomo de bacalao con arroz tostado de segundo plato. Unas fresas con azúcar avainillado nos esperaban en el postre. Mi madre siempre hace la comida bastante sosa por su tensión alta, por eso todos los invitados tienen que aderezar con sal cada plato. Aunque esa comida parecía más bien una comida en familia normal y corriente. Supuse.


- Lyla - comentó mamá - me gustaría conocer a los amigos que has hecho este año. Deben de ser buenos amigos si han logrado sacarte de la barrera que había en tu habitación. - dijo, dejando ir una risa para sacar el hierro al asunto.


- Oh, pues... - busqué las palabras adecuadas para que mi madre siguiera teniendo una buena opinión respecto a los pálidos - no veo por qué no deberías. De hecho, deberías. - ya empecé a ponerme algo nerviosa. 


- Pues puedes invitarlos aquí cuando quieras, la casa es medianita, pero cabéis de sobra.


- Les propondré el plan. Gracias mamá.


Javier observaba la escena sin interferir, pero como si de un espectador se tratara, esbozaba una sonrisa mientras se llevaba el tenedor con arroz en la boca.


                                                               † † †



Se me acababan las ideas. No sabía qué regalarle a Eric por su cumpleaños. Lo que más rabia me daba de este asunto era que no se me ocurría nada porqué no conocía a Eric lo suficiente, solo cosas aleatorias, como su gusto por la literatura, la poesía, la música y las cosas viejas. Pensé en un libro, pero lo descarté a la primera al recordar las grandes estanterías y el gran número de libros que había en ellas cuando fuí a su casa por primera vez. Los demás estaban ya en el escondido cementerio que había cerca de casa de Eric, el cementerio del misterioso buzón, decorándolo para la ocasión. Todos tenían sus regalos preparados menos yo. Menudo desastre. 

Finalmente, se me ocurrió la idea más cutre del universo, y al quedarme sin recursos, no tuve elección. Al tenerlo, me fuí derecha al cementerio con mi asqueroso regalo. El corazón me latía a mil por hora mientras me ahogaba entre paso y paso hacia el camposanto.


Al llegar, mis ojos se abrieron como la luna llena. En medio de los árboles, había un camino de velas protegidas para no tener accidentes, que llevaban al cementerio. En éste, me quedé más sorprendida. De algunas tumbas y colgados por las ramas de los árboles, unos globos negros decoraban ese lugar como una auténtica fiesta de cumpleaños al más puro estilo gótico. Una música oscura sonaba desde el iPod de alguien. Sonreí al ver tal escena.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora