Capítulo 9: Ojo de Plutón

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No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño.


Edgar Allan Poe (El Gato Negro)



                                                               † † †



Las gotas de agua se estrellaban con fuerza contra mi ventana. El tiempo estaba también algo molesto, como yo, desde hacía días. Ese tal Javier venía a casa de vez en cuando, aunque ambos estaban en ordenadores personales, rodeados de montañas de papeles que mareaba con solo mirarlas. Yo simplemente pasaba desapercibida mientras que ambos trabajaban. Mientras no me molestasen, me daba igual.  La orden había decidido otra quedada en otro cementerio, aunque cercano a mi mugriento pueblo, desconocido. Creo que para la mayoría de gente. Según describió Eric: <<Es un camposanto en medio del bosque con unas pocas lápidas en el suelo. En una pared medio derrumbada, hay un buzón, creo que de muchas décadas.>> A todos nos emocionó la idea. Eric nos invitó a su casa, localizada en una urbanización cercana, para luego visitar el encantador cementerio. Solo me faltaba pedir permiso a mi madre.


Bajé las escaleras, cuando la vi de pie al lado de la pica, con el teléfono móvil en la mano, y una taza de café humeando a su lado.


- Qué tal el trabajo. - pregunté, desinteresadamente.


- Nos queda menos. - respondió mamá, sonriente.


"Ya habla en plural".


- Me alegro. Oye, quería preguntarte si podía quedarme a dormir en casa de una amiga. Con más amigos.


- Ya veo. ¿Una fiesta de pijamas?


- Sí.


- Está bien. Ve, y pásatelo bien. Pero deberías invitarlos aquí alguna vez, para que los conozca. Últimamente sales mucho, y en cierto modo, eso me hace feliz. Me gustas más así que como estabas antes.


Hubo un silencio incómodo. Tuvo que recordarme mi estado de "alma en pena" después de la desaparición de Angelica. No se lo tuve en cuenta, ya más o menos lo tenía superado.


- Gracias mamá. - me limité a responder.


Subí a mi cuarto, evitando tener que volver a hablar del mismo tema, y que mi madre se sintiera mal. Preparé las cosas; después de mucho tiempo, me quedaba a dormir a la casa de un amigo, con más amigos. Extrañaba esa sensación de hacer locuras, cuchicheos a medianoche, cojinazos en la cara, intentar no reír por no molestar a los de la casa...

El sonido del timbre de casa interrumpió mis pensamientos. Dejé que fuera mamá la que abriera. Oí un intercambio de palabras, y unos pasos subiendo por las escaleras. Se abrió la puerta. Era Veronica. 


- ¿¡V-veronica!? - me salió su nombre del alma, de la inesperada visita.


Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora