Capítulo 26: "Sombra Compungida"

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Que toques el bajo no significa que no tengas presencia.

Jimmy Page


† † †

Ya volví a notar el frío en mi piel de nuevo. Esa vez el otoño había hecho acto de presencia bastante pronto para ser septiembre. De nuevo empezaría una rutina. Una rutina a la que las personas nos habíamos mal acostumbrado.

Daba gusto poder coger mi vieja sudadera y taparme los oídos con mi cabello, dándome así un calor agradable. Me incorporé de mi sillón del escritorio, y fui a por mi móvil, encima de la mesita de noche. Las 14:04. Me daba tiempo a comer y a arreglarme de sobras. Bajé las escaleras, y entré a la cocina para encontrarme una olla en la cocina; como si fuera una niña pequeña, no pude evitar levantar la tapa para descubrir qué contenía ese recipiente. Era caldo. Y de pollo. Se me hizo la boca agua pensando en ese caldo calentito, así que lo puse a calentar, me serví un bol, cogí mi cuchara (ahí cada una tenía su propia cuchara "favorita") y me senté en la barra de la cocina para disfrutar de ese sabroso brebaje. Fue entonces cuando vi la nota que había encima de la barra:

Tienes caldo de pollo en la olla,
solo te lo tienes que calentar y servir.
Volveré tarde. Besos, Mamá.

<<Demasiado tarde mamá, lo iba a hacer sí o sí.>>, sonreí malévolamente hacia mis adentros mientras ponía mis manos en el bol, calentándome las manos con el calor que transmitía el líquido al recipiente. Siempre lo hacía cuando me notaba las manos frías, era un vicio. Después de un ratito en el paraíso, me llevé unas cucharadas de caldo bien caliente a la boca, para así entrar definitivamente en el mismísimo cielo.

Una vez en mi cuarto, me tocaba decidir la vestimenta; la ropa que había encargado de EMP me llegó, mi madre no puso inconveniente, y ya tenía un guardarropa brutal. Cogí una camiseta negra larga con cuello de chimenea, unos leggings con un estampado de los huesos de las piernas, unas botas Black Premium sencillas y unos guantes sin dedos. Me miré en el espejo, haciendo algunas estúpidas posturitas para ver si había acertado con el conjunto. Me quedé satisfecha.

Fui al baño y cogí el estuche de maquillaje de mi madre. Tomé un lápiz de ojos negro. Me lo acerqué al rostro, decidida. <<Vamos, has mirado muchos tutoriales este verano.>>, me animaba, de forma ridícula. Cuando empecé a pintarme la parte inferior del ojo, este empezó a llorar y a irritarse.

- ¡Joder joder joder! ¡Cómo molesta! - maldecía mientras me quise restregar el ojo con la mano. No recordaba que llevaba puesto el guanto sin dedos. Me irrité más. - Espero que Veronica sea paciente conmigo y me espere.

† † †

Me miré en el cristal de la puerta antes de llamar al timbre. Me toqué un poco el cabello, planchado, y me puse bien la camiseta. La sudadera la llevaba colgando por el brazo, como una carga más que llevar. Finalmente, llamé. Empecé a oír pasos y gritos a lo lejos. Reconocí la voz de Veronica, mandona y fuerte como siempre. Entonces, mi pálida del flequillo triangular morado, me abrió la puerta, con una camiseta delgada, mostrando un hombro desnudo sin pudor.

- ¡Ya era hora! ¿Sabes que habíamos quedado en punto?

- Tuve algunos problemas técnicos... - me excusé, sin querer contar el show que había montado por una maldita raya en los ojos.

- Pues sube a mi cuarto, que yo ahora vuelvo.

- ¿Cómo? ¿¡Pero, a dónde vas ahora!?

- ¡A hacer un pequeño encargo que me ha mandado mi madre ahora mismo por teléfono!

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora