Capítulo 15: Almas quemadas

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El amor celoso enciende su antorcha en el fuego de las furias.


Edmund Burke



                                                               † † †



Tumbada en mi cama blanda y cálida, seguía pensando en el intento del beso de Eric. Aún me iba el corazón a mil por hora. Ese suceso me había desconcertado del todo; ya no sabía qué sentía ni qué dejaba de sentir. Eric era muy bueno conmigo, era una persona con un corazón que no le cabía en el pecho. Había velado por mí en todo momento, no había querido ningún mal para mí. Pero en mi interior, no  sabía realmente qué pensar, sobretodo después del desconcierto que me causaba Jack. Jack también cuidaba de mí, pero era muy distinto de Eric; Eric era el clásico caballero que trataba a su dama cual princesa de cuento, mientras que Jack era el claro ejemplo de antihéroe: sarcástico, nada tradicional, aunque igual de bueno y gentil. Pero no pensaba que Jack pensara en mí de ese modo. En absoluto. Eramos sólo amigos, pero Eric se me había declarado en el jardín de su casa, claramente. 

Necesitaba organizar mi mente; mis ideas, los sucesos, o terminaría en un psiquiátrico antes de tiempo. Cogí mi libreta morada y empecé a garabatear en cursiva todo lo que me iba viniendo en mi mente, sin un orden concreto:


- Angelica, de algún modo, ha regresado a mi vida.

- Jack y Eric ocultan algo que solo ellos saben.

- No sabemos quién es el misterioso visitante del Cementerio de Figaró.

- Mi madre mantiene una relación con su compañero de trabajo, Javier. Aprovecharé esta "distracción" para poder salir más e investigar la desaparición de Angelica.

- Eric está enamorado de...


Una vez más, el móvil me sacó de mis profundos pensamientos. Era un mensaje de Veronica.


                    Mira por la ventana.


Me asomé lentamente hacia la abertura encristalada de la pared de mi habitación, y fue entonces cuando los ví: eran ellos, mis ex compañeros pálidos, con unas ropas más primaverales de lo acostumbrado. Todos sonreían con melancolía. Supuse que no tenía más remedio que bajar, por educación me dije.


                                                               † † †



Bajé por las escaleras apresuradamente, cuando de repente, ví a mi madre con su compañero de "trabajo" Javier, tomándose un café entre risas alegres. Mi madre al verme, dejó la taza con el líquido amargo en la mesa, y se dirigió a mí.


- Lyla, espérate. Antes de que te vayas, debo decirte algo importante.


- No te preocupes mamá. - me adelanté - Ya lo sé. Y me alegro mucho por tí. De verdad.


Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora