Capítulo 1: Corriendo hacia el destino

2.5K 49 8
                                    

Créeme, en tu corazón brilla la estrella de tu destino.

Friederich Schiller


                                                               † † †

Me faltaba el aire. Podía ver mi aliento convertido en una nube de vapor, flotando unos segundos y desapareciendo en mitad del aire gélido. Corría para entrar en calor, o simplemente porqué me apetecía, ya no estoy segura. Me daba igual notar miles de avispas picándome en la cara y las manos, pero al mismo tiempo no notaba nada. Era la magia del frío.

Me topé con la valla de siempre. La de metal oxidado con las puntas superiores en forma de flecha. No dudé un instante en agarrarme al frío hierro y subir. Era fácil, gracias a los barrotes horizontales que cruzaban la verja. Al saltar al otro lado aterricé con fuerza con los pies, provocándome un gran dolor.

—Mierda —murmuré dolorida.

Me paré unos instantes para recuperarme y luego seguí corriendo, queriendo creer que mis pies estaban bien y que mi joven pero lamentable corazón podría soportar unos metros más de carrera.

Ya frente a la pared del cementerio caí de rodillas sobre la nieve y desesperada me paré a recuperar el aliento. Levanté la mirada hacia el pequeño muro ante mí, cubierto de escarcha. Me incorporé aun recuperando el aliento y escalé el pequeño muro. Me colgué con los brazos del muro hasta la segunda línea de nichos del cementerio y de ahí me solté, cayendo de pie a un pasillo estrecho en pendiente con nichos a ambos lados ocupando las paredes.

Avancé hasta llegar al punto más elevado del cementerio. Una posición privilegiada desde la que se podía ver todo el paisaje al alrededor. El suelo estaba helado pero me senté de todos modos mientras echaba mi aliento a mis manos, maldiciendo no haber cogido mis guantes. Se veían a las montañas respirar, con nieve en sus curvadas cabezas. Me limité a disfrutar de ese breve momento de, llamémoslo felicidad, acompañando el paisaje con mi voz.

Empecé a cantar con una sola vocal, la primera letra del abecedario, imaginándome cómo una especie de banda sonora acompañaba el paisaje. Me emocioné y empecé a cantar un poco más alto, como si estuviera sola en el escenario y los muertos fueran mi público, complacidos por mi compañía en ese camposanto solitario.

Estaba en el momento más álgido de mi actuación cuando de repente oí moverse la pesada puerta de hierro de la entrada y me callé de golpe. Asustada me levanté y salí corriendo en la dirección contraria hasta llegar al muro y saltando sin pensarlo dos veces. Muy torpemente no acerté bien la posición del pie y resbalé, cayendo de forma patética sobre una tumba al lado de un viejo pino. Me arrastré dolorida hasta el tronco y traté de apoyarme en él para levantarme. Maldecí en silencio el dolor del pie, ahora más intenso, y los varios rasguños en mis manos, que me ardían empapadas por la fría nieve sobre la que había caído.

Al cabo de un rato oí unos pasos acercarse y me escondí tras el tronco lo mejor que pude. Los pasos pararon y se hizo el silencio. Me asomé con sigilo y entonces la vi.

Era una chica bastante alta con el cabello largo y negro cayendo por su espalda, con un abrigo de lana hasta las rodillas y unos pantalones anchos acompañados con unas botas pesadas con metal decorando la suela. La chica estaba de espaldas a mí, contemplando la vieja iglesia. Me quedé mirándola unos instantes cuando giró la cabeza y pude verla de perfil. Sus ojos eran negros como el carbón, la piel muy pálida, acompañada por una pequeña perilla que... Espera, es un tío, pensé. Al fijarme mejor me di cuenta de que sus rasgos, al principio creí femeninos, eran masculinamente delicados. Entonces aquel chico giró sobre sí y echó a andar en dirección a la salida.

De nuevo a solas, apoyé la espalda en el tronco y cogí aliento como si me hubiese estado escondiendo de un monstruo que me buscaba para matarme.

Salí caminando del cementerio, ya sin rastro de aquel chico tan siniestro. Fuera quien fuera, no lo conocía del pueblo. No le había visto en mi vida. Un forastero irrumpiendo en mi sagrado camposanto.

Y muy pronto, en mi vida.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora