Capítulo 7: Palidez

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Sólo hay que llorar la muerte de las personas felices, o sea, la de muy pocas.


Gustave Flaubert


† † †



- No te relaciones mucho con Jack.


Recordé la advertencia que me dijo Eric ese día en cementerio, mientras me retenía del brazo para que no me fuera.


- ¿Por qué? ¿Que tiene de malo? - pregunté, incrédula.


- Simplemente te aviso. El primer día que te conoció supe lo que pasaba por su mente. Y él mismo me lo admitió sin tapujos y sin pretender esconderlo.

- ¿El qué?


- Confía en mí. Créeme, aunque no me conozcas de nada. A veces tienes que alargar las manos hacia la oscuridad para poder guiarte y no caerte. Pues digamos que yo soy tu oscuridad, y no quiero que te caigas al abismo.



† † †



Finalmente, después de apartar ramas desnudas del camino y pisotear cadáveres de hojas, llegamos en una especie de plaza pequeña, donde habían unos bancos donde sentarse. Gracias a la luz de la luna podíamos ver algo, aunque Alex traía consigo una linterna para poder ver con más claridad las sombras que nos rodeaban.


- Menos mal que los bancos no están húmedos. - dijo Jack con alivio, mientras dejaba caer todo su peso encima del banco de piedra. - aunque, nos vamos a helar los traseros. - se rió.


- Si tuvieras algo de masa gris en ese contenedor hueco que llevas encima de tus hombros, hubieras traído unas mantas como he hecho yo. - Veronica sacó de su maxi bolsa de Jack Skellington dos mantas gruesas, con suave apariencia. Una era de un morado similar a nuestras flores, y la otra era negra. Lanzó la morada a la cara de su hermanastro, quedando como un fantasma. - Esta es la vuestra, y la negra es para Lyla y para mí.


- ¡Pero si nosotros somos tres! ¡Y encima la morada, la más varonil! - se quejó Alex.


- Haber traído una manta. No soy vuestra madre.


- Tranquilo Alex, he traído la mía. - le dijo Eric, mientras sostenía una manta de un gris oscuro en sus manos. - ya deberías estar preparado si ya sabes a lo que vienes.


Alex soltó un gruñido pueril, y se fue hacia donde estaba Jack, poniendo la manta morada encima del banco, para así no helarse tanto.


- Podemos empezar. - soltó Eric.


Veronica volvió a acudir a su maxi bolsa y sacó una cajita pequeña, y una barra de labios negra. Hizo el intento de dárselas a Eric, pero Jack se puso en medio y cogió los utensilios.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora