Capítulo 30: La mamba negra

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La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente.  

Ovidio

† † †

Jack me peinaba con suavidad con sus dedos largos y uñas mordisqueadas, con las yemas endurecidas de tocar el bajo día sí y día también. Estábamos acomodados en mi santuario con mi cabeza apoyada en sus piernas envueltas de un tejano negro con las rodillas rotas. Veía la oscura mirada de Jack posándose en el horizonte mientras comentábamos lo sucedido en la bolera.

- Si Veronica no les ha visto nunca, ¿quieres decir que serán unos tíos que simplemente juegan a algo del cual desconocen las normas? - solté, mientras recordaba la sonrisa burlona del muchacho con peinado pijo que nos habló tan descaradamente. En cambio del peliazul no sabía qué pensar.

- Puede ser que sean nuevos en esto - suspiró Jack - pero normalmente los que empiezan a andar por el mundo de la oscuridad suelen ser más rídiculos y no saben muy bien dónde se meten. Ellos parecían saber demasiado. Incluso de nosotros.

- ¿Crees que nos han visto en algún momento o algo así? 

- No pasamos desapercibidos precisamente, pero que nos han seguido o observado de algún modo es muy probable.

Me asusté. ¿Para qué iban unos tíos a observarnos? Miré de nuevo la mirada de Jack, y ésta se mostraba algo preocupada, como si intentara descubrir qué es lo que pasaría a continuación, poder ver algo de nuestro incierto futuro. Lo que fuera.

- Lyla... ¿cómo crees que estará Eric?

Esa repentina pregunta me desconcertó. No entendía por qué me estaba preguntando eso en ese instante.

- Pues... no lo sé, Jack. ¿Por qué preguntas eso?

- No, por nada. - se volvió a poner serio.

Incorporé mi cuerpo y le miré arqueando la ceja.

- Que no es nada de verdad. ¡Cómo te afecta una preguntita de nada joder! 

- ¡ A ver, por algo lo habrás preguntado! ¿Acaso tú crees que estará genial ahora mismo?

- ¡Claro que no estará genial precisamente!

- ¿¡Cómo sabes tú eso!?

Se calló en nuestro intercambio de gritos. Me miró asustado, como si le hubiera pillado comiéndose las galletas del tarro del estante de arriba. Al cabo de unos segundos, volvió en si.

- ¡Por cómo nos habló en el móvil de Alex! ¿¡Acaso le notaste bien!? Serás estúpida...

Se levantó del suelo y se sacudió la ropa. Yo aún le seguía mirando atónita por lo que acababa de soltar. Cómo si fuera la lerda más grande que pisara el cementerio. Realmente me sentía estúpida. Sólo tenía ganas de llorar, pero no podía. Ya lo haría esa noche en mi almohada.

- Será mejor que me vaya, no sé ni por qué te he pedido de venir aquí.

- Claro, ahora no sabes el por qué me has pedido venir al cementerio. ¿No es hora de dejarnos de idioteces adolescentes y ser claros?

- ¿Claros Lyla? ¿Tú me pides ser claro?

Jack se acercó a mi y me abrazó con fuerza. No me lo esperaba, me quedé con mi manos alzadas sin saber cómo corresponder. Me quedé quieta unos instantes.

- Sabes de sobras lo que siento... no sé a qué viene ahora esa petición de claridad... 

Pasó de abrazarme a poner sus cálidas manos en mi rostro. Su mirada pequeña y penetrante me fulminaba el alma.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora