~capítulo 36~

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Me despierto al oír un sonido abrumador en el pasillo. Quito con cuidado la mano de Ander de encima de mi costado y me enderezo, frotándome los ojos.

Ya puedo identificar del dichoso ruido. Alguien está tocando insistentemente a mi puerta.

Bostezando y, lamentablemente sin ser consciente de que todavía tengo a Ander semidesnudo en mi cama y yo voy en sujetador, me levanto del mullidito colchón y ando hacia la puerta.

Me vuelvo a frotar los ojos mientras abro por fin esta.

—¿Quién es? —Pregunto en un bostezo cuando ya he abierto la puerta.

—Talía, ponte una camiseta, por favor. —Guzmán me mira alzando una ceja.

Yo asiento y me vuelvo a meter en mi habitación a acatar la orden de mi hermano.

—¡Hostia puta! ¡Qué cabrón!

Tras oír ese par de insultos, salgo del baño y acudo al dormitorio.

Joder joder joder. Guzmán ha entrado en mi habitación. Está parado delante de mi cama, observando a mi novio con los puños apretados.

¡Mierda!

Ander en ese momento abre los ojos, y cuando ve a la bestia que tiene delante, pega un salto y se pone de pie.

—Guzmán, no.. no es lo que parece. —Murmuro poniéndome entre él y Ander.

—Ya lo creo que sí. Te has estado acostando con mi mejor amigo. —Señala a Ander con asco. —Y tú te has follado a mi hermana. Eres un puto pervertido.

—Guzmán.. no, déjame explicarte. —Le suplico apoyando mis temblorosas manos en su pecho.

Mi hermano las aparta de un tirón.

—¿Pensabas que no me iba a dar cuenta? No me esperaba esto de ti, eres un gilipollas. ¿Cómo te atreviste a mentirme a la cara? ¿Cómo has podido hacerme esto? —Claramente está más que enfadado, pero también se percibe a la legua una pizca de dolor.

Al ver que Ander no pronuncia ningún tipo de sonido, mi hermano pierde la paciencia y lo empuja contra la pared.

—¡Eres un maldito gilipollas!

—Cálmate, Guzmán. —Interviene por primera vez Ander, de lo más relajado.

—¡Qué me calmé! ¡¿Cómo tienes los cojones de decirme eso?! —Y le vuelve a pegar una gran empujón contra la pobre pared.

Yo estoy bloqueada. Nunca pensé que tuviera que lidiar con una situación así.

—¡¿No había otra chica, Ander?!¡¿Por qué coño has liado a mi hermana?!

—¿Qué.. qué dices, Guzmán? —Pronuncia Ander cuando mi hermano lo agarra del cuello de la camiseta.

—No me vengas con tonterías. Sabes perfectamente lo que quiero decir. Eres un puto insensible. Te advertí que con ella no, que con ella no jugaras. La has cagado, tío.

—¿Qué? —Es lo único que puedo pronunciar. Demasiado información importante en tampoco tiempo.

Sin embargo, ninguno de los dos se percata de mi pregunta. Siguen en su mundo.

—¡No te vuelvas a acercar a ella! Yo mismo haré que despidan a tu madre y que tú te vayas del instituto con ella. —Guzmán suelta a Ander se golpe y pasa por mi lado, sin antes dirigirme una mirada acusatoria.

—Enserio, nunca pensé que ibas a llegar tan lejos. —Murmura mi hermano mirando a Ander, negando con la cabeza.

Cuando por fin sale de la habitación, lo encajo todo. Mi hermano ha insinuado que Ander se ha aprovechado de mí.

—¿Todo.. todo eso es verdad? —Pregunto con un hilo de voz y con lágrimas cayendo ya por mis mejillas.

—No.. yo no.. —Balbucea mirando a cualquier lado.

—Así que Guzmán tiene razón. —Digo mirándolo con una sonrisa triste y apretando mis labios.

Al ver que Ander agacha la cabeza, no quiero escuchar más y salgo de la habitación, secándome las lágrimas.

Lo único que se me ocurre es acudir a la de mi hermana. Abro sin ni siquiera tocar y la veo sentada en la cama mirando el móvil.

Levanta la mirada, y yo no aguanto más y me tiro encima de ella, abrazándola.

Ella no dice nada, me paso cinco minutos llorando sobre su hombro, literalmente.

—Talía, ¿qué ha pasado? —Me pregunta acariciándome el pelo cuando pasa una rato más y ve que paro de llorar.

—Todo ha sido mentira. Lo mío con Ander era todo una puta mentira.

—¿Qué ha pasado?

—Esta mañana, Guzmán a entrado a mi habitación y nos ha visto en la cama, juntos.

—¿Le ha pegado?

—No, Sé perfectamente que Guzmán no le tocaría un pelo a Ander ni aunque se lo propusiese. —Miro al suelo con una mueca triste.

—Entonces, ¿qué ha hecho?

Decido evadir la pregunta de Marina.

—Marina, ¿cómo era Ander con las chicas justo antes de que regresara de Londres?

—Emm.. bueno.. Digamos que no muy cuidadoso. —Explica con una mueca.

—Explícate mejor, por favor.

—A ver, cada semana iba con una diferente. Las llevaba de allí para allá como si fueran muñecas. Tenía a todas a sus pies como y cuando el quería. Lo que dije.. poco cuidadoso.

No puedo hacer otra cosa que abrir mi boca, pero volver a cerrarla, sin saber que decir al respecto.

Mis lágrimas vuelven a florecer y escondo mi cara entre mis manos.

—Pero, a lo mejor ha cambiado. —Me consuela con una sonrisa apaciguadora.

Yo vuelvo a no contestar. No sé qué decir.

—Tú no eras como las demás. Tú le importas de verdad, Talía.

—Pues no me lo ha negado cuando se lo he preguntado.

—¿El qué? ¿Si te había usado?

Asiento y me sorbo la nariz, luego me paso la manga por la cara, limpiándola.

—Yo no entiendo mucho de esto, pero no creo que lo haya hecho. Estaba diferente contigo.

—Sí, a lo mejor conmigo era diferente porque podía usarme a su antojo. Al fin y al cabo tenemos las habitaciones pegaditas. Le ha venido genial.

Marina suspira y se levanta. A los pocos minutos viene y me entrega un vaso de agua, al que yo accedo.

—¿Crees que debería confiar en él y perdonarle? —Le pregunto dejando el vaso en la mesilla y luego girándome para mirarle con mi mejor cara.

—No. Creo que deberías dejar que hable. Que te explique, o qué la menos intente defenderse. Si tanto le importas, intentará recuperarte de nuevo, cueste lo que cueste.

Extraviados -Ander y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora