~capítulo 39~

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Al llegar a Madrid, dejamos a Ander en su casa y media hora más tarde, bajamos en la nuestra.

Bajamos de la limusina, me despido de Aitor y entro en casa. Subo a mi habitación y, después de colocar todo en los armarios, me dejo caer en la cama.

Aún me sigo preguntando cómo y por qué se emborrachó Guzmán. Este niño no tiene ni tres neuronas en su pequeña cabeza.

No puedo seguir pensando ya que el recién nombrado acaba de entrar a mi cuarto dando un portazo.

—¿Sabes tocar a la puerta? —Le pregunto sin mirarle, todavía tumbada en la cama.

—Talía, tenemos que hablar.

Lo que me faltaba.

—Guzmán, aún estás borracho. Anda, ve a darte una ducha y luego me cuentas.

—No. —Y se sienta a mi lado.

Suspiro y me enderezo, mirándolo con los ojos entrecerrados.

—¿Qué es eso tan importante que me tienes que decir ahora y no te puedes esperar? —Le pregunto con una ceja alzada. —Porque si tiene algo que ver con Ander y conmigo prefiero que te lo ahorres y te largues.

—No, yo.. yo he estado pensando sobre eso. Y creo que tienes razón.

Eso me sorprende de verdad, y sobretodo el echo de que haya salido de la boca de Guzmán.

—¿Podrías ser más específico, por favor?

—Verás.. creo que tienes razón, ya eres mayorcita y lo suficientemente capaz de decidir por ti misma.

Yo solo me quedo mirándolo de nuevo. Planteándome si responderle con un gracias, o mandarlo a la mierda por tener que disculparse estando borracho, después de haberme gritado y montar dos numeritos.

—¿Esto quiere decir qué ya no te comportarás como un capullo cuando nos veas juntos?

—Sí, algo así. Lo siento, hermanita.

Yo levanto una ceja, divertida. Guzmán traga aire y mira al techo.

—Siento haberme comportado como un capullo hiperactivo. —Recita poniendo los ojos en blanco.

—Así me gusta, hermanito. —Y me inclino para estrujarlo entre mis brazos.

—Para, para. Qué pensada eres. —Se queja cuando apreto mis brazos más fuerte.

Cuando nos separamos, me dedica una última mirada recelosa y se va de mi habitación.

Yo suspiro, y luego se me escapa una sonrisita. Me tumbo en mi cama y decido dormirme. Bastantes emociones por hoy..

(...)

Al día siguiente, me levanto y me pongo mi uniforme. Primer día de instituto después de vacaciones, qué guay.

Cuando ya estamos los tres en la limusina con Aitor, se nota el aire cargado. Nadie tiene ganas de comenzar de nuevo el sufrimiento y estrés de las clases a tiempo completo.

Y al llegar a la entrada de las Encinas, todos nos bajamos. A lo lejos puedo ver como nos esperan Lu, Ander y Polo.

Cuando ya estamos a su lado, corro a los brazos de mi novio y le doy un beso en los labios. Ander me agarra de la cintura y apreta sus labios contra los míos.

—¿Podéis cortaros un poco? Aún me tengo que acostumbrar. —Guzmán gruñe por detrás.

Ander y yo nos separamos y Guzmán nos sonríe como un ángel como si no hubiera dicho nada.

Le voy a dar un empujón o a insultarlo cuando veo que mira detrás de mi hombro y echa a correr.

Me giro, desorientada y veo que se planta enfrente de Nadia.

Esto pinta divertido. Nadia dice algo, a lo que Guzmán ríe. Segundos más tarde entran los dos hablando alegremente.

—Parece que no solo para nosotros es un buen comienzo de trimestre. —Me susurra Ander al oído.

Yo me giro y le doy un pico.

—Os odio. —Polo también interviene y pasa por en medio de nosotros.

—¿Alguien no ha recuperado a su chica? —Le hago rabiar, poniendo los ojos entrecerrados y una voz chillona.

—Cállate, gilipollas. —Me responde.

—Oye, cuidadito con mi chica. —Ander habla y luego me rodea por detrás.

—Iros a la mierda. —Polo nos saca el dedo y echa a andar.

Después de dejar a Lu con cara de indignada y dolida, echamos a andar y entramos por fin en el recinto.

(...)

Al acabar el día me dirijo a la limusina de nuevo. Y cuando llego a casa, primero dejo todo en mi habitación, luego salgo de ella para dirigirme hacia la cocina a por algo de comida.

Al pasar por delante de la habitación de Marina, me parece oír una especie de ruido. Me detengo y pego la oreja a su puerta.

Poco a poco, el misterioso murmullo se va aclarando. Oigo gemidos y lloriqueos. No, definitivamente Marina no está follando.

Mi hermana está llorando. Al principio me debato si entrar o no, pues desde hace una semana, Marina ha estado medio evitándome.

Al final, cierro los ojos y toco a la puerta cautelosamente.

Lo que sea que esté pasando ahí dentro, hace que Marina no pueda oírme, así que finalmente, me decido a entrar en su habitación.

Cuando abro la puerta lentamente, oigo como los lloriqueos bajan su volumen notablemente. Mi hermana se gira hacia mí tan rápido como la niña del exorcista. Y ahí es cuando pongo la típica mueca de asco que se pone involuntariamente cuando ves la cara de una persona mientras llora.

—Gracias Talía. Ya sé que estoy horrible. —Mi hermana me lanza un cojín con una mueca y se da la vuelta para seguir llorando.

Yo, tras unos segundos, por fin reacciono y me aproximo a sentarme a su lado en el colchón.

Me atrevo a tocarle el hombro para que se gire, pero doy un respingo totalmente asustada cuando se da la vuelta tan rápido como antes y con la cara aún en peor estado. Ahora puedo ver todo su maquillaje corrido. Se me escapa una risita pero la borro en cuanto me pega en el hombro mientras me lanzo una mirada asesina.

Nunca se me ha dado muy bien consolar a las personas. Así que respiro hondo y le dedico la sonrisa mas tranquilizante que puedo formar.

—¿Qué ocurre, Marina?

—Nada. —Masculla apartando la mirada.

—Marina, por fav..

—Vete. —Me corta con una mirada suplicante.

Estoy a muy poco de levantarme e irme, pero en el último momento decido que aunque me esté echando, debería quedarme con ella.

Extraviados -Ander y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora