~capítulo 31~

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Termino de ducharme y salgo a ponerme de nuevo mi top y mis vaqueros "nuevos". Luego me maquillo lo justo, me da demasiada pereza.

Bajo al gran restaurante y en la entrada veo a mi familia esperándome. Otra vez la última, perfecto.

Mi madre anda colgada del brazo de mi padre. Mi hermano mira a todos lados, parece pensativo. Y Marina solo mira al suelo mientras juega con sus zapatos.

Frunzo el ceño un poco mientras avanzo hacia ellos.

—Talía, cariño. Venga vamos, que nos están esperando.

—¿Quiénes? —Pregunto cuando empezamos a andar.

—Esta noche no solo nosotros cinco nos sentaremos en la mesa. También estará la familia de Lu y la de Polo. Ah, y Ander.

Oigo a Guzmán suspirar pesado cuando oye la palabra Lu.

—¿Papá y mamá lo saben? —Le susurro poniéndome a su lado.

—No. Y creo que los padres de Lu tampoco.

—¿Y cuándo se lo piensas decir?

—Cuando terminen las vacaciones. No quiero arruinárselas a nadie. Además, Nadia sigue sin contestarme las llamadas.

—Puede que esté ocupada con la tienda y eso.

—Sí, puede.

No me da tiempo a seguir la conversación ya que acabamos de llegar a la gran mesa redonda. Donde, como dijo mi madre, nos están esperando todos.

Guzmán corre y se sienta al lado de Ander. Segundos más tarde ya están hablando en su mundo. Yo me limito a sentarme entre mi hermana y mi madre.

La cena transcurre especialmente aburrida. Lo único que se oye es a nuestros padres hablar, a Ander y Guzmán reírse, y el ruido de los cubiertos contra la vajilla de porcelana carísima.

Al terminar, todavía nadie se ha alzado de la mesa cuando la madre de Carla se pone de nuevo frente al micrófono, como al medio día.

—Buenas noches a todos. Hoy damos como inaugurada la primera ceremonia de patrocinio de mi vino. En una hora comenzará la velada. Espero que estén a gusto y todo esto esté siendo tal y como esperaban, o mucho mejor. —Ríe ante su broma y se aleja del micrófono, despidiéndose con la mano.

Cinco minutos después salgo del gran restaurante junto al resto de invitados. Toda la gente se amontona para subir a los ascensores, así que decido subir andando los 13 pisos que hay hasta mi planta.

Cuando llego arriba, gotas caen por mi frente y respiro entrecortada. Camino por el pasillo hasta llegar a mi habitación.

Cuando entro me encuentro con una sorprestia. Otra bolsa de papel morada está sobre mi cama.

Por favor, dime que eso no es más ropa anticuada para ponerme.

Mientras maldigo y ruego en mi mente, me siento en la cama al lado de la bolsa, la miro durante unos segundos con las cejas alzadas y una mueca, como si la bolsa fuera una persona a la que no le tengo demasiado aprecio.

Tras unos segundos más, por fin me decido. Tomo la bolsa entre mis manos y la abro. Saco de su interior un prenda de color blanca bien doblada.

La desdoblo a toda prisa. Resulta ser un vestido blanco, con un solo tirante. Es bastante largo, valorando mi altura me llegará hasta los tobillos. Tiene una gran abertura dejando ver la pierna izquierda y la falda es lisa, menos por unos volantes, también blancos, al final de esta.

Lo miro detenidamente, no es tan feo como imaginaba.

Me lo pongo ahí mismo y, cuando estoy forcejeando para subirme la cremallera de la espalda, alguien toca a la puerta.

Suspiro dejando mis intentos en vano en paz, y con el vestido a medias camino hacia la puerta.

—Guzmán, ahora no es momento para que des por culo. No tengo tiem.. Ah, hola Ander. —Sonrío avergonzada apoyándome en el marco de la puerta.

—Hola, princesa. —Me saluda a la vez que me recorre con la mirada de arriba a abajo detenidamente.

—Hola. ¿Querías algo?

—No, solo pasaba por aquí. Pero veo que estás ocupada. Mejor nos vemos luego. —Dice rascándose la nuca.

—No. Ya que has venido, necesito tu ayuda. Abróchame el vestido, por favor. —Le pido.

—¿Estás segura? —Dice volviendo a mirarme de arriba a abajo. Qué poco disimula.

—Claro, ¿porqué no iba a estarlo?

Me giro lentamente hasta quedar de espaldas a Ander. Este agarra suavemente mi pelo y lo aparta a un lado de mi cuello. Luego baja las manos hasta el cierre de mi vestido, realmente despacio. Cuando lo sube lentamente, noto sus dedos calientes sobre mi piel, me recorre un escalofrío. Al acabar, me da un leve beso en la nuca, haciendo que suspire con una sonrisa y luego me giro al notar que ya se ha terminado.

—Gracias. —Digo con la voz un poco entrecortada.

—De nada, princesa. —Y se va hacia la puerta que hay al lado de la mía, para luego cerrarla detrás de si.

Me vuelvo a meter en mi cuarto tras quedarme mirando la puerta demasiados segundos y retoco lo que me queda, luego agarro mis pocas pertenencias y salgo de nuevo. Voy a ver a Marina.

Toco a su puerta y segundos después se abre, sale de ella una Marina con ojeras, pero con un precioso vestido negro de noche.

—Ya sé que estoy que doy pena. Pero no me pongas esa casa, por favor.

—No vas tan mal. Te pones un poco de corrector y lista. —La intento animar con una sonrisa.

—Sí, lo intentaré. —Dice a punto de volver a cerrarme la puerta.

—Te.. te puedo ayudar, si quieres. —Le digo sujetando la puerta, para luego pasar dentro sin que ella ni siquiera me haya contestado.

Marina me deja maquillarla, se pasa en silencio todo el rato, con la mirada perdida. Considero que ahora no es un buen momento para acribillarla a preguntas y lo paso por alto, de momento.

Cuando ya lo tenemos todo, salimos de la habitación de Marina igual de calladas.

Llegamos al lugar donde se celebra la dichosa fiesta y ya hay gente. Son demasiado puntuales.

Hay un montón de mesas redondas pequeñas esparcidas por el lugar, para que la gente apoye sus bebidas. También un escenario y unos sofás en algunas esquinas, donde ya hay varios hombres trajeados jugando a las cartas.

Suelto a mi hermana y me dirijo a la barra. La mejor manera de afrontar esta noche pija y aburrida, es bebiendo.

(...)

Ya han pasado 3 horas desde que empezó la la magnífica fiesta. Nótese el sarcasmo. Y aunque parezca imposible, aunque dije que iba q beber hasta perder la razón, no he probado ni un trago. Ni yo misma sé por qué.

He estado con Marina hablando, bueno, más bien hablaba yo, porque ella permaneció todo el rato asintiendo y mascullando monosílabos.

También he pasado rato con mi hermano, sigue dándome el coñazo con que Nadia no le coge las llamadas. Yo le he dicho que como no la deje respirar un poco, si que va a pasar de su cara pero bien.

A Ander no lo he visto en toda la noche,  ni a Polo tampoco. Carla y Lu llevan sentadas en una mesa solitaria desde que esto ha empezado. Mentiría si digo que no he pensado un par de veces en ir con ellas, pero la final me he contenido.

En fin, llevo sola, apoyada sobre la mesa al menos una hora y media.

Extraviados -Ander y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora