~capítulo 38~

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Quedan treinta minutos para montarnos en las limusinas y marcharnos de aquí, por fin.

Salgo de mi habitación con la maleta en la mano y me dirijo al ascensor. Justo antes de que las puertas se cierren, una mano se interpone entre estas.

La cabeza de Ander asoma y entra en mi ascensor junto a su maleta.

—Hola. —Me saluda dándome un beso en los labios.

—Hey.

—Una cosa, ¿por algún casual sabes dónde está Guzmán?

Frunzo el ceño. ¿Guzmán? La verdad es que desde nuestra media discusión en el pasillo no lo he visto.

—No. ¿Por?

—Bueno, nadie que conozcamos lo ha visto desde ayer por la mañana. ¿No crees qué es un poco extraño?

—Emm.. sí, supongo que es raro. ¿Enserio nadie lo ha visto?

—No.

—Sinceramente, creo que se a indignado y está en su habitación viendo una película depresiva.

Ander ríe y luego niega con la cabeza.

—No. Más bien yo creo que sigue sin soportar que la pobre Nadia no le coja el teléfono. —Añade a la vez que salimos los dos por la puerta del ascensor. Así saliendo al recibidor del hotel.

Mis padres nos esperan junto a mi hermana.

—Hola, cariño. ¿Ya estáis listos?

—Sí, mamá. —Le respondo mirando a Ander de reojo.

Cuando mi madre y mi hermana se giran y empiezan a andar hacia la salida, mi padre nos coge a Ander y a mí del brazo y acerca su cara a la nuestra.

—¿Sabéis dónde está Guzmán?

—Ni idea.

—No.

—Pues no nos podemos marchar hasta que venga. Joder. —Masculla mi padre para luego soltar el agarre y coger su móvil para atender una llamada.

Yo paso mi mirada de mi padre a Ander, este me mira con una ceja alzada.

—¿En qué estás pensado, pequeña diabla?

—Si mi padre espera encontrar a Guzmán con un par de llamadas, está muy pero que muy equivocado. —Vacilo cruzándome de brazos. —Lo vamos a buscar nosotros. El mejor dúo detective que ha podido existir. —Levanto el puño en el aire a modo superhéroe.

Ander ríe detrás de mí y luego noto como pasa los brazos por la cintura desde detrás y apoya su barbilla en mi hombro.

—A veces me pregunto por qué no he estado contigo antes. Eres simplemente maravillosa. —Y me da un beso en el cuello, y otro en la mejilla.

Me giro y pongo mis manos en su cuello. Le doy un pico y me separo.

—Dejemos esto para luego. Ahora vamos a buscar al idiota de mi hermano, que me quiero ir ya de aquí.

Y sin esperar más, subimos los dos en el ascensor de nuevo.

(...)

Tres horas y media después, estamos los dos sentados en el recibidor.

—¿Pero dónde coño se ha metido Guzmán? Joder.

—Yo ya paso. Me voy de aquí ya.

Me levanto del asiento seguido de Ander y salimos fuera. Mi chófer está apoyado en su limusina.

Me acerco y chocamos los puños.

—Aitor. Te presento a Ander. —Le digo cuando mi chico se pone a mi lado.

—¿Y tú eres..? —Responde Aitor con una ceja alzada.

—Soy su novio. —Responde este con una sonrisa incómoda.

—Ya veo. Me alegro de conocerte como el novio de esa pesada, cuídamela bien que si no te atropello con esa preciosidad que ves aquí. —Le da una palmadas al capó de la limusina y luego lo fulmina con la mirada.

—Anda cállate. Que no eres mi padre. —Le digo entre risas dándole un par de palmadas en el pecho.

—No, soy peor. —Me dedica una mueca graciosa y luego se mete en el coche.

—Vaya con el chófer. —Dice Ander suspirando con actitud divertida.

—Es muy buena persona. De verdad que de normal no es así de serio.

Entramos en la limusina y están mis padre y mi hermana. En fin, todos menos mi hermano.

—¿Dónde se ha metido Guzmán? —Exclama mi padre de nuevo tras quince minutos en el coche, parados.

Hemos decidido que no nos vamos a ir sin el imbécil. Ha sido una votación en la que solo han votado a favor mis padres, pero aún así hemos hecho lo que ellos han querido. Como siempre.

Pasa otra hora y ya cada uno está absolutamente en su mundo. Yo, por ejemplo, estoy con la cabeza en la piernas de Ander y mirando al más allá.

Media hora más tarde, por fin. Alguien pega un tirón a la puerta de mi lado y la abre de golpe.

Guzmán entra como un huracán y se deja caer encima de mis piernas estiradas como un peso pesado.

—¡¿Pero tú eres imbécil o qué te pasa?! —Le grito intentando sacar mis piernas de debajo de su culo.

—Posiblemente. —Murmulla, para mi sorpresa. Luego se tira en el respaldo y se masajea las sienes.

—¿Se puede saber dónde estabas? —Pregunta mi padre girándose lentamente.

—Dando un paseito mañanero. —Dice este para luego volver a cerrar los ojos.

Mi padre suspira y pone los ojos en blanco. Nadie decide preguntar nada más y por fin nos vamos tras cuatro horas de espera.

—¿Has bebido? —Le susurró cuando ya levamos diez minutos de viaje.

—Sí. ¿Algún problema, hermanita? —Me responde con una asquerosa sonrisa

—Mira que eres idiota. Te odio mucho, Guzmán. —Le digo rodando los ojos. Luego miro para delante e intento centrarme en la carretera.

Solo oigo los murmullos de mi hermano y Ander, a mi hermana tarareando su música y a mis padres discutiendo durante absolutamente todo el viaje. Yo solo intento dormirme, si eso es posible.

Extraviados -Ander y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora