Una pregunta inesperada

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El sábado por la mañana Sirius Black y Remus Lupin atravesaban los terrenos de Hogwarts en dirección a las grandes puertas de roble de la entrada.

- Sabes, Lunático, este empleo comienza a aburrirme- se quejó Sirius.

- Agradece que al menos tienes uno- le recordó sabiamente Remus.

- Ser supervisor de seguridad de Hogwarts y alrededores todavía valía la pena cuando Harry estudiaba, al menos así podía ver más o menos seguido a mi ahijado... ahora necesito algo con más acción.

- Deberías hablarlo con Kingsley. O con Albus; él sigue necesitando un profesor de DCAO.

Sirius miró a su amigo un tanto sorprendido.

- ¿Ya lo decidiste, Lunático? ¿No aceptarás la oferta para regresar?

Remus negó con la cabeza.

- No podría, Canuto. Ya sabes por qué.

- Entiendo- dijo Sirius con tono solemne, sabiendo que seguramente en este momento no estaría siendo fácil para Remus volver a poner un pie en el castillo; era la primera vez en dos años que regresaba y Sirius entendió que los recuerdos de Hermione empezarían a brotar con gran intensidad en la memoria de su amigo.

Entraron al vestíbulo y el camino a la oficina del director lo hicieron en silencio. Remus trataba de mantenerse sereno y con la mente en blanco, aunque realmente le estaba costando trabajo no pensar en su amada castaña y en todos los momentos de felicidad que había tenido con ella (a escondidas, obviamente) en el castillo.

 Remus trataba de mantenerse sereno y con la mente en blanco, aunque realmente le estaba costando trabajo no pensar en su amada castaña y en todos los momentos de felicidad que había tenido con ella (a escondidas, obviamente) en el castillo

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- Ranas de chocolate- dijo Sirius a la gárgola que custodiaba la entrada del despacho de Dumbledore. El acceso se abrió y subieron la escalera de caracol. Al entrar al lugar vieron al director alimentando a Fawkes.

- ¡Remus!- exclamó el anciano en cuanto vio al licántropo- vaya, ¡qué bien luces! ¿Estás listo para la luna llena de esta noche?

Remus se aclaró un poco la garganta y respondió tratando de sonar entusiasmado:

- Por supuesto. Confío en que todo saldrá igual de bien que el mes pasado.

- Así será, ya lo verás- dijo Dumbledore en tono condescendiente- bien, el doctor Schulz nos espera en su mansión dentro de poco tiempo.

- Yo me despido- anunció Sirius- revisaré con la profesora McGonagall los puntos de seguridad que quedaron pendientes la vez pasada.

- Me parece excelente, muchacho. Y no desesperes: algo bueno vendrá para ti en cuanto a trabajo. Algo con más acción.

Sirius se puso completamente colorado, ¿acaso Dumbledore lo había escuchado quejarse hacía unos momentos?

Remus no pudo evitar soltar una carcajada ante la reacción de su amigo.



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Desde muy temprano el personal de servicio de la residencia McLaggen comenzó a instalar todo lo necesario en el jardín para la fiesta en honor al cumpleaños de Sir Ferdinand.

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