Capítulo 25: Tu sicaria

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Por si tienes hambre
y quieres mi amor

Luna:

- ¿Qué haces? - Me preguntó Dalton.

Levanté el cigarro para no tener que responderle y se sentó a mi lado.

El 31 de diciembre había venido con mi hermano a una fiesta más de su compañero. Había subido a la terraza de su habitación sin ninguna otra intención que fumar y estar sola, pero me había pillado.

- ¿Estás bien?

Sacó un cigarro y se lo encendió, fumando conmigo.

- Claro. ¿Y tú?

- Bueno... No has respondido a mis mensajes.

- No los he visto.

- Ya.

Me quedé mirando las vistas que me ofrecía la terraza de mi ex crush casi olvidándome de su presencia.

- Me ha dicho Jake que estás saliendo con una chica.

- No estoy saliendo con nadie.

- Ah.

Me terminé el cigarro y lo apagué en su cenicero. Sin decirle nada, bajé las escaleras sólo queriendo emborracharme y olvidarme de absolutamente todo.

Unas horas más tarde logré mi cometido y bailaba completamente borracha junto algunas amigas y amigos de Jake a las que conocía de antes. Sobre todo a Sam, quien ya había llegado de sus vacaciones para pasar con nosotros el fin de año. Bailaba con él y me divertía, bailando como queríamos y perreando cuando la situación lo ameritaba. Mi hermano nos miraba divertido a la distancia y a veces se unía.

Me tira besos

Me pongo bazooka

Tremendo culazo

Ay que calor

- Bajo hasta el suelo y no pido perdón ¡papi! - Cantábamos.

Sentí que Sam se alejó bruscamente de mi espalda y otra persona lo reemplazó. Puso sus manos sobre mi cadera y no dijo nada, simplemente me alejó de aquella multitud sin mediar palabra.

Estaba tan borracha que todo me daba vueltas y cuando me quise dar cuenta estaba dentro de un coche que reconocía muy bien.

- ¡Eh, bájame ahora mismo de aquí!

- Cállate.

- ¡NO ME VOY A IR CONTIGO!

Intenté abrir la puerta pero estaban todas cerradas.

- ¡Ayuda! ¡Me quiere matar! - Chillé.

Puso su mano sobre mi boca intentando callar mi grito a pesar de que era imposible que alguien me escuchara gracias al volumen de la música y que estábamos dentro de su vehículo.

- ¿Te quieres callar?

- Suéltame.

- Ponte el cinturón y hazme caso.

Me quedé de brazos cruzados, resopló y me puso mi cinturón. Cuando se acercó vi que tenía los ojos algo hinchados y mi primera reacción fue agarrarle la cara con ambas manos y mirarle preocupada.

- ¿Qué te ha pasado?

La cercanía no pareció molestarle, de hecho, probablemente le agradó tanto que puso sus manos a los lados de mi asiento.

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