Capítulo 3: Love songs

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Well, baby I been peepin' and you ain't been the same
Like, who been on your mind?
Who got your time?
Who you been vibin' with and why I can't make you mine?

Luna bailaba de nuevo en Vértigo. Esta vez, se fijaba en las personas que la miraban y les bailaba dedicándoles una mirada. Buscaba a Eva y a Jesús, pero sabía que no los vería porque estarían más lejos.

Después de bailar tres canciones que a ella le parecieron suficientes por esa noche (ya que tenía que estudiar), fue al vestuario; aunque esta vez no salió directamente sino que fue a buscar a su novia verdadera y a su novio falso.

- ¡Luna! - Saludó Jesús. - Te presento a Joel, es...

Joel era uno de sus colegas en Vértigo. Era unos años mayor y en su piel negra habían algunos tatuajes que nunca se cansaba de observar.

- ¡Joel! - Le abrazó. - No me esperaba que tú fueras el "amigo".

- Así es, soy el "amigo". - Sonrió.

Estuvimos hablando un rato tomándonos algo después de cambiarme. No se habían conocido en Vértigo, como era de esperar, sino que se habían conocido en una biblioteca, porque Joel va a la universidad en nuestra ciudad.

- Me quedaría más tiempo con vosotros, pero tengo deberes como chica responsable y quiero ver a Eva antes de irme.

- ¿Eva? Creía que ya no estábais juntas. - Confesó Joel.

- ¿Esa es tu novia, Luna? - Preguntó Jesús.

- Algo así. - Se rió por su expresión. - ¿Por qué pensabas eso?

- Siempre viene un chico a buscarla.

- ¿Su hermano?

- Ella dice que es su novio.

Joel se encogió de hombros.

- Sabemos lo bromista que es. - Intentó restarle importancia. - Ve a buscarla y le preguntas, trabaja hoy así que debe estar por aquí.

Luna se despidió de ambos chicos y fue a buscar a la rubia, a quien encontró de la forma que menos esperaba encontrarla: ella estaba besando apasionadamente a un hombre mayor, de al menos unos cincuenta años.

Luna, intentando contener su impresión y sus lágrimas, habló.

- Estos vestuarios son para trabajadoras. Salga de aquí. - Demandó la morena al hombre, el cual la miró de una forma que a Luna le pareció extraña. Tardó unos segundos en salir de esa especie de sueño, pero finalmente asintió y ella pudo ver un anillo en su dedo al cerrar la puerta.

Miró las manos de Eva, en las cuales no había ningún anillo.

- No es lo que piensas...

- Estoy cansada de que nada sea lo que pienso, Eva.

Recogía sus cosas para intentar disimular las lágrimas y el dolor que estaba sintiendo en aquel momento.

- Él es...

- Me da igual.

- Déjame explicarte.

- No quiero más explicaciones, ¿lo entiendes? - Dijo Luna al fin haciéndole frente. - Supongo que por eso estabas tan extraña.

- No lo amo, nunca he amado a nadie como te amo a ti, Luna.

La más joven le miró con una sonrisa triste, pero no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla.

- No es eso lo que me has demostrado.

- Dame otra oportunidad.

- Eso es tan egoísta de tu parte.

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