Epílogo

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Luna

Seis meses después

En la pantalla de mi móvil estaba la cara de mi hermano en primer plano, como casi todos los días desde que me había mudado a este piso al lado de la universidad. Yo estaba cenando y riéndome ante las cosas que me decía.

- ¿Entonces no necesitas tu manta? Yo creo que la necesitas.

Eso me hizo reír. A veces, Jake llamaba para decirme que tenía que ir a buscar ciertas cosas que había dejado en su piso, no porque no las quisiera allí, sino porque decía que yo las necesitaría. Solo eran excusas para que me pasara por allí más a menudo. Iba todos los fines de semana, no quedaba muy lejos, y él venía algún día entre semana, también. Pero sé que no era lo mismo y nos échabamos de menos.

La universidad iba bien, por ahora. Sabía que mi paz no duraría mucho, pero estaba bien. Todo estaba perfecto.

Me habían contratado en una tienda de música cerca del piso. Necesitaba tener un trabajo y ganar algo de dinero, no quería que mis padres me lo pagaran todo ahora que ya no trabajaba en Vértigo. Por las mañanas iba a la universidad, por las tardes trabajaba, y aún así, sacaba tiempo para bailar. Me había apuntado en unas clases de pole dance y me encantaban, me recordaban a los momentos en Vértigo en los que podía ser yo misma encima de aquel pequeño escenario. Estaba completamente feliz.

- ¿Sabes qué? Puede que necesite la manta. - le dije a Jake, aunque sabía que no la iba a necesitar.

Él se mostró ilusionado.

- Valep, no te preocupes. ¡Voy a llevártela mañana mismo para que no mueras de frío!

Al fondo se escuchó un "¿Qué vas a llevar mañana mismo?" y entonces apareció la cara de Sam detrás de la de mi hermano.

- ¡Sam!

- ¡Hola, peque! - me sonrió - Qué guapa estás, te sienta genial el rojo.

- ¡Gracias! Estoy innovando.

Hablamos un rato más antes de que se fueran diciendo que tenían que ir a hacer la compra después de que Sam se quejara de que Jake había gastado el papel higiénico y tenía que ir al baño con servilletas de cocina. Revisé mis mensajes cuando colgaron. Encontré unas fotos de mi madre con Marcus delante de la torre Eiffel. Marcus la había llevado allí, ya que era su destino de ensueño, cosa que había descubierto cuando me contó que se iban de viaje allí. También tenía algunos mensajes de mi padre, preguntándome que cómo estaba y contándome en un audio que lo habían ascendido en el puesto que tenía en Londres y que tenía que ir a visitarlo en cuanto estuviera de vacaciones. Sonreí. Verdaderamente las cosas parecían ir mejor que nunca.

Recogí mi plato de comida, y mientras dejaba el plato en el fregadero, recordé el anillo en mi dedo. Lo miré con algo de tristeza, la echaba de menos.

Justo en ese momento, escuché las llaves al otro lado de la puerta, y en segundos, Casey estaba dentro del apartamento. La miré sorprendida, después miré la hora en mi móvil y volví a mirarla.

- ¿Por qué has llegado tan pronto?

Ella me sonrió y abrió sus brazos para que fuera.

- ¡Sorpresa!

La abracé sonriendo y besé sus labios con lentitud, con calma. Sabiendo que este era nuestro espacio, de nadie más.

Cuando vinimos a ver el piso, poco después de empezar a salir oficialmente, nos enamoramos de este. Estaba algo amueblado, pero no tenía nada más que un par de muebles descuidados pero con mucho potencial. En estos meses, habíamos ido decorándolo a nuestro gusto y estaba quedando muy bonito, y sobre todo, muy nosotras.
Todo iba perfectamente con Casey. Yo sentía que cada día me enamoraba más de ella, y sentía lo mismo por su parte. A veces llegaba de su trabajo de por las tardes, como entrenadora de atletismo a niñas, y me traía flores. Ella es perfecta en todos los sentidos.

- Hemos acabado un poco antes hoy.

- Deberías haberme avisado, acabo de terminar de cenar. Podríamos haber cenado juntas. - dije mientras le servía la comida en un plato.

Me senté con ella en la mesa y me contó cómo había ido su día. Ella estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes, al igual que yo. Cuando llegamos aquí, descubrimos que había una pista de atletismo y quisimos apuntarnos en el equipo, pero nos dijeron que estaban completos y que lo único que tenían disponible era una vacante como entrenadora. Y ahí, Cass vio su oportunidad. No sé con seguridad si ella lo sabía en ese momento, pero cuando me hablaba de las niñas a las que entrenaba, sabía que había encontrado su verdadera vocación.

Al terminar de cenar, recogió el plato y yo la aparté evitando que fregara. Ella había cocinado y me tocaba a mí, eso era ley. Cass me sonrió abrazándome por detrás, apoyando su cabeza sobre mi hombro y cerrando los ojos hasta que terminé y me sequé las manos.

- Te amo, ¿lo sabes?

Me hizo sonreír.

- ¿Sabes que yo te amo más? - le pregunté.

Me dio la vuelta y me acorraló contra el muro de la cocina. Me levantó y me sentó allí con su sonrisita traviesa, metiéndose entre mis piernas.

- Eso es imposible.

- ¿Ah, sí? - pregunté coqueta - No lo creo.

- Déjame demostrártelo.

Casey abrió mis piernas, subió mi falda y metió su cabeza entre ellas. Como siempre, me hizo ver las estrellas como la primera vez. Y en esos momentos en los que estábamos a solas, follando, besándonos, jugando, acariciándonos o simplemente mirándonos, entonces me daba cuenta de lo feliz que me hacía y de lo mucho que quería pasar el resto de mi vida con ella.

Y entonces, viajo a aquel primer momento en que la vi. Con su uniforme del instituto, caminando con seguridad, y esa mirada traviesa que me dirigió al verme por primera vez. Desde ese momento me cautivó, y verla ahora, vernos ahora aquí, viviendo juntas y sabiendo todo lo que habíamos hecho para llegar a dónde estábamos, hacía darme cuenta de lo mucho que había cambiado.

Y todo gracias a ella.

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