Desnudez

201 8 5
                                    

Las cosas en mi nuevo trabajo marchaban perfectamente.

Ser por una vez la que manda por completo, tener a todos bajo mi control, trabajando en la droga que empezaron mis padres, cosa que de algún modo me hacía sentir más cerca de ellos.

Pero, como primer día podría haber sido bastante mejor.

Sinceramente, me lo pasé pensado en Gin.

¿Por qué se comportaba así? ¿Qué le pasaba conmigo? ¿Sería por lo de esa mañana?

Debía admitir que desde hacía bastante, y a pesar de mi edad, sentía una extraña atracción por él y su forma oscura de ser.

No estaba enamorada. Ni mucho menos. Pero más de una fantasía con él había caído cuando estaba sola en casa las mañanas de días festivos.

Porque a él, aunque siempre se hizo cargo de mí, no pude llegar a considerarle como família.

Había algo que lo impedía.

Y ese algo con los años parecía haber derivado en atracción.

Cuanto más se enfadaba. Cuanto más me gritaba. Cuanto más miedo le tenía. Más excitante era.

Hasta llegar al punto de tener sueños por las noches sin necesidad de buscarlos sola.

E incluso hasta el punto de no poder evitar morderme fuerte el labio inferior cuando estábamos muy cerca y su olor es lo único que podía sentir.

Y, entonces, entre dudas y recuerdos de esas calurosas mañanas y noches de los últimos años, llegó la hora de irme.

Vodka entró y me dijo que Gin me esperaba en el coche.

¿En el coche?, me extrañé.

Él siempre solía venirme a buscar personalmente.

Bueno, tal vez con el cambio de horarios le va mejor así ahora, pensé.

Impresionándome a mí misma hice el camino hacia la salida sin equivocarme ni una sola vez y me encontré frente a la puerta hacia el párking.

Me giré para dar un último vistazo al laboratorio, el único lugar de mi vida que me daba algo de seguridad, y luego pulsé el botón para salir.

Gin me esperaba apoyado sobre el capó de su coche.

Ese capó.

Al verme sacó la venda de su bolsillo y la dejó ahí encima.

Sin esperar a que yo me terminase de acercar, entró en el coche.

Cogí la venda, me la apreté fuerte y guiándome por el tacto entré en el coche.

Gin arrancó nada más cerré la puerta.

Su comportamiento me ponía nerviosa.

No era el mismo con el que me gustaba fantasear.

Estaba descentrado, esquivo.

Cuando llegamos a casa y noté el coche aparcando me quité la venda y le miré muy fijamente.

Él no me devolvió la mirada.

Cuando el coche hubo parado me bajé casi sin esperarle para comprovar su reacción.

Él se quedó sentado en el interior y yo me escondí detrás de la puerta del garaje para ver qué era lo que le pasaba.

Cinco minutos después de mantener su mirada perdida en el vacío del aparcamiento, salió del coche con determinación.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora