Beso

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Con la nota dentro del zapato, fui hacia el Porsche.

Cogí de encima del capó la venda que Gin había dejado y la até fuerte.

Me senté en el asiento trasero.

Gin no estaba.

A los tres minutos le escuché llegar y arrancar el coche.

Cuando llegamos a casa se fue casi como si le persiguiesen, sin darme ni tiempo a quitarme la venda.

Parecía no tanto como si Gin no quisiese verme a mí sino como si Gin no quisiese que yo le viese a él.

¿Qué tenía? ¿Miedo de que verle me pusiese tan caliente que tratase de volver a montar drama?

Me di cuenta de que era la primera vez que me enfadaba al respeto en lugar de sentirme profundamente miserable.

Pero eso no implicaba que no me sintiese miserable igual.

Iba a tener que esforzarme algo más que eso para estar bien por completo, esas cosas no pasan de la noche al día.

Decidí quedarme en el coche unos minutos más.

Pensar al fin.

En todo.

En la noche anterior, en esa mañana y en qué hacer respecto a Gin.

Cuando me hubiese aclarado, miraría la nota de Kudo y tomaría una decisión respecto a eso también.

Qué cosas contarle y qué cosas esconder, si es que era posible esconderle algo al detective del este.

Empecé de forma cronológica.

Primero de todo, Gin.

Sus palabras, nuestra pelea, el hecho de que me ignorase.

Lo primero de lo que me di cuenta fue que no le echaba de menos.

No como creí que lo haría.

Quizá recordaba con ganas y pasión nuestros encuentros, quizá deseaba volver a sentir eso, pero no sentía un gran anhelo de luchar por ello, ni de que fuese con Gin.

Pero, entonces, si no sentía especial cariño por Gin de por sí sino por lo que me daba, ¿por qué había rechazado a Vodka esa mañana?

¿No sería él también totalmente capaz de dármelo?

¿Por qué no había sentido excitación en absoluto?

Con eso, no supe a qué conclusión llegar.

Yo había creído no ser merecedora de nada, pero estaba eligiendo con quién sí y con quién no.

Pero, ¿lo elegía realmente?

No era como si nunca hubiese decidido que Gin iba a ser ninguna clase de elegido.

Sentí que era demasiado complicado como para profundizar más.

Me intenté olvidar de ello.

Lo califiqué como una mala mañana, como un día en el que simplemente no me había apetecido hacerlo.

Siguiente, quizá el más importante de todos los temas pendientes que tenía, mi vida.

¿Qué iba a hacer?

Para ser sincera, ya no sentía la impulsiva necesidad de morir que el día anterior había sentido.

Yo era una molestia, yo era un problema, yo servía para más bien poco, pero los ojos de Akai esa mañana habían dejado una cálida sensación en mi pecho.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora