Akemi

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A pesar de la promesa de que con mi cambio de horarios podría ver más a mi hermana, no la vi por más de dos meses.

Ahora que tenía esa relación carnal con Gin, me costaba preguntarle sobre cuándo podría ver a Akemi. Cada vez que estábamos juntos, estábamos haciéndolo, y no era un tema fácil de sacar en mitad del sexo.

Alguna vez llegué a pensar en si Gin estaba teniendo esa relación conmigo solo para mantenerme distraída y que no pensase en otra cosa que no fuesen mi investigación y él.

Pero el tiempo pasaba y, aunque si bien es verdad que el sexo con Gin me mantuvo más tiempo del que me gusta admitir sin pensar en Akemi, una mañana al despertarme su cara apareció en mi cabeza, quizá por los sueños que cada noche tenía, que me hacían levantarme confusa y melancólica, pues no reconocía esos dos bultos ensangrentados como mis padres, pero sí sabía que debía ser algo importante para mí si no dejaba de soñar con ello.

Por eso, esa mañana fui a buscar a Gin y le insistí.

-¿Cuándo volveré a ver a Akemi?

Gin estaba vistiéndose en ese momento, con la puerta de su habitación entrecerrada.

Pude ver una sonrisa burlona en su cara. Se mofaba de mí por haber tardado tanto en preguntar por mi hermana.

Me enfadó. Pero me enfadé más conmigo misma por haberle dado la oportunidad.

-Tu hermana ha estado hospitalizada las últimas semanas, no vas a poderla ver en un tiempo -su respuesta fue fría y directa.

No me esperaba eso en absoluto.

Me esperaba el silencio, o excusas, pero no la verdad, y mucho menos una verdad tan cruda.

-¿Qué le ha pasado? ¿Por qué no me lo habías dicho? -entré corriendo a su habitación a pesar de que me había mantenido a una cierta distancia durante el resto de la conversación, si se le puede llamar así.

Me planté en su cara, preocupada, sorprendida, sin saber bien de qué se trataba todo eso.

-No te lo había dicho porque no quiero que te desconcentres de tu investigación. No te preocupes, vivirá -ignoró por completo lo cerca que estábamos, su voz seguía siendo seca y sus ojos penetrantes.

-¿¡Pero qué le pasó!? -los instintos a los que siempre había hecho caso acerca de temer a Gin y de ir con cuidado con él estaban desapareciendo por la incertidumbre del estado de mi hermana.

Gin se enfadó por mi impertinencia.

Me cogió de las manos y me tumbó en su cama.

-¡Esto no es un juego! -le grité mientras él ya acercaba sus labios ardientes en deseo a mi cuello.

Eso no le hizo parar, tampoco había esperado que lo hiciese, pero no sentí en mí ni una pizca de excitación por su insistencia o su frialdad, no como solía.

Me hizo rebelarme aún más.

Le escupí en la cara. Pataleé sin importarme si le hería o no. Intenté liberar mis manos del agarre de las suyas. Gin terminó entendiéndolo.

Se separó de mí con una rapidez y agilidad sorprendentes y me miró fijamente.

Estaba enfadado, pero no como siempre solía estarlo. Estaba, ¿dolido?

Era la primera vez que me resistía a él.

Yo tampoco sabía cómo había sido capaz de hacerlo, pero lo había hecho, y mis sentimientos eran contradictorios al respecto. Por una parte me enorgullecía haber superado todos mis miedos y haber plantado cara por Akemi, pero por otra, viendo los profundos ojos verdes de Gin, sentía que un pedacito de mi corazón se encogía.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora