Primera vez

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Kudo me dijo que no quería correr.

Que teníamos muchas horas hasta que Gin llegase.

Que quería hacerlo especial.

Era nuestra primera vez.

Nuestra y solo nuestra.

Yo sentía mariposas, como si fuese mi primera vez en la vida.

Me ilusionaba la idea que Kudo me había hecho entender.

Yo era normal. Mi cuerpo era normal.

Habíamos sucumbido una vez a un miedo y a un poder que nos habían sido impuestos, pero no habíamos tenido otra salida. Habíamos sido engañadas a creer que eso era lo correcto, lo merecido, lo mejor.

Ahora, libres de esas cadenas, íbamos a entregarnos a quien realmente nos merecía.

Shinichi Kudo.

Por cómo latía mi corazón, por el rubor en mis mejillas, entendí que él había tenido razón.

Poco a poco, de forma natural, de forma sincera, me estaba empezando a enamorar.

Y me sentía feliz por ello.

Mi vida... Se estaba volviendo normal.

Aún me costaba la idea del futuro, pero, al menos, ya no me sentía sola y vacía en mi presente.

Le tenía a él.

Nos tumbamos en mi cama, abrazados, aún sin quitarnos ninguna prenda, y nos fuimos besando.

Suavemente, besos lentos, con caricias en los muslos, en los brazos, en nuestras caras.

Disfrutando de cada segundo.

Poco a poco nos fuimos despojando de nuestra ropa.

Primero Kudo se quitó la camisa.

Su pecho, poco musculoso, sin pelo, de adolescente, me pareció increíblemente atractivo.

Lo acaricié y besé numerosas veces.

Entonces me quitó a mí la mía.

No llevaba sujetador, por lo que se encontró con mi pecho desnudo, y lo acarició, y acarició mi vientre, y beso ambos.

-Eres preciosa, Miyano -me repetía, como queriendo hacérmelo creer.

Pero yo no necesitaba creerlo.

Lo sabía solo con oír su acelerada respiración, con ver su erección desesperada por salir de sus pantalones.

Y por fin entendía lo que había querido decir con que utilizaba el sexo para demostrar su amor a sus parejas.

Sin duda yo podía notar su amor, podía notar nuestra conexión, como si nuestros corazones latiesen a la par.

Era totalmente distinto a cómo había sido en su momento con Gin.

Sin duda alguna.

Esas caricias llenas de cariño, esos besos lentos, ese ritmo lento pero sensual con el que avanzábamos...

No había tenido nada de eso con Gin nunca.

Nunca había experimentado que, aparte de placer, pudiese obtener esa sensación de ser apreciada a través del sexo.

-Quiero que te quites los pantalones -le susurré en un momento en el que él besaba mi cuello mientras con sus manos tocaba mi pecho y mi trasero.

Kudo asintió, sus ojos brillando mezcla de excitación y placer anticipado.

Empezó a desabrochárselos mientras yo le miraba con satisfacción.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora