Ruptura

36 3 0
                                    

Kudo y yo nos despedimos con un abrazo.

Éramos ahora oficialmente amigos, supongo que ambos nos sentimos cómodos comportándonos como tal.

-Prométeme que si algo pasa con Gin me lo contarás -insistió-. Ya no estás sola en eso.

Yo le dije que sí, pero solo para que dejase el tema.

Me había sentido cómoda contándole toda la historia, pero no sabía si me gustaba que la interpretase como le diese la gana.

Que si Gin era malo, que si yo era una víctima, que si aquello no debía repetirse...

Pensé que se estaba pasando de sobreprotector, y de listo.

Me había dicho que no me juzgaría, pero si aquello que estaba haciendo no era juzgar alguien tenía que explicarme qué era entonces.

Quizá quería hacerme sentir bien, quizá quería crear una versión alternativa de los hechos en su cabeza para no odiarme.

Eso pensé.

Porque sin duda no creía que Kudo tuviese razón, ni que él mismo se creyese lo que decía por completo.

Volví a casa sin embargo sintiéndome bien.

Tenía mi primer amigo, el camino a la justicia seguía adelante, y el vacío que llevaba una semana anidando en mi corazón se había llenado con un poquito de esperanza.

Sólo quedaba una cosa que me atormentaba.

Gin.

Ahora que me encontraba algo mejor, ¿iba a empezar a echarle de menos?

¿Iba a volver a intentar acostarme con él?

La promesa que le había hecho a Kudo no me importaba demasiado, pues la había hecho para que me dejase en paz, pero sí era cierto que yo quería hacer las cosas bien ahora.

Lo correcto por supuesto era dejar lo mío con Gin a un lado.

Aunque le echase de menos, aunque tuviese miedo a quedarme vacía del todo.

Él era un monstruo.

Y ni Kudo ni la sociedad lo aceptarían.

No sería lo justo.

Pero, en realidad, no sabía qué iba a sentir en el momento de la verdad.

Cuando volviese a verle, quiero decir.

Lejos de Gin como en ese momento todo era siempre muy claro.

Gin igual a monstruo y acostarme con él igual a error.

Pero, ¿me sentiría así cuando le volviese a ver, fuera ya ahora de la niebla que durante esa semana me había cegado?

No lo sabía.

Decidí esperarle despierta para comprobarlo.

Las horas pasaron sorprendentemente rápidas y a las dos escuché la puerta del garaje abriéndose.

Fui a salirle a camino.

Nos cruzamos en mitad del pasillo entre la cocina y nuestras habitaciones.

Gin se me quedó mirando, sin saber qué decir por unos segundos.

-¿Qué haces despierta? -fue lo que finalmente preguntó.

-Creo que sentí que debíamos hablar -respondí, atenta a las respuestas que por su parte mi cuerpo daba.

Pulso algo acelerado, leve sudoración, leve excitación también.

Me sentía... como siempre.

Con ganas de besarle.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora