Desesperación

31 2 0
                                    

Dos días después de que Gin cortase nuestra relación vi a Akemi.

Estaba bien, feliz, esperanzada, enamorada.

Yo era el total contrario.

Si durante las semanas anteriores yo había tenido mal aspecto, creo que finalmente habíamos llegado a la meta final de la demacración.

Había dejado de comer por completo, mis moretones se iban curando pero mi piel estaba tan pálida que se veían más que nunca, mi cara era simplemente un cuadro, con mi ojos inyectados en sangre por las noches que estaba pasando llorando y sin poder dormir.

Akemi, al verme, se asustó.

-Shiho, hermanita, ¿qué te ocurre?

Estábamos en un parque en el que ya algunas veces habíamos quedado. Quedaba cerca del banco donde Akemi trabajaba.

Gin esperaba en el coche y Vodka nos vigilaba.

-¿¡Qué le habéis hecho!? -le gritó Akemi de pronto a Vodka.

Gin, por donde el coche se encontraba, seguramente también pudo oírlo.

Vi como su mirada se oscurecía y giraba la cabeza a otro lado.

Yo, durante esos dos días, no podía hacer otra cosa que no fuese esconderme de él.

Pero él se aseguraba por su parte también a que nos tuviésemos que ver lo menos posible a solas.

Por eso me habían traído ese día a ver a Akemi.

Porque era la excusa perfecta para meter a Vodka de por medio y tenerme entretenida una hora en la que no estaría en nuestra casa como un fantasma, embrujándolo todo, volviéndolo miserable.

Yo no había podido negarme a ir a ver a mi hermana.

No me sentía merecedora de negarme a nada.

-Akemi, no des problemas por favor, déjalo estar -dije con un hilo de voz.

-Explícame qué te pasa, hermanita, tú no eras así antes, ¿qué te ha pasado? -verdadera preocupación brillaba en sus ojos en forma de lágrimas a punto de brotar.

-No llores, por favor, Akemi, no por mí. Esto no es nada. No me pasa nada.

Su dolor me hacía sentir peor.

Mucho peor.

Yo solo daba problemas.

Hasta a Akemi, a quien más quería en el mundo, la estaba haciendo llorar.

La hora pasó con Akemi insistiendo una y otra vez en que hablase con ella, con Vodka visiblemente incómodo por la situación, y con Gin, a lo lejos, fingiendo ser ajeno a todo ello.

Me pasé cada uno de los minutos rezando por que la hora terminase.

Sufriendo.

Por dentro y por fuera.

Sin nadie que pudiese cambiarlo.

Marché diciéndole a Akemi cuánto lo sentía y suplicándome que se olvidase de esto, que solo importaba su felicidad, que era todo por cuanto yo luchaba.

-No puedes pretender controlar los sentimientos de los demás. Shiho. No eres una heroína ni la salvadora de nadie. Tú también importas, le importas a la gente, y si no te preocupas por tu propia felicidad, ¿cómo vas a conseguir la felicidad de los demás?

Sus palabras me calaron hondo, pero para mal.

Ahí estaba, la prueba definitiva de que yo nunca iba a conseguir nada.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora