Más que amigos

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Cuando el beso terminó después de unos breves pero intensos segundos, de su boca volvieron a salir esas mismas palabras que sonaban como salidas de un sueño:

-Te quiero, Miyano, y sé que ahora no vas a poder entender por qué, o aceptarlo siquiera, pero prometo que me esforzaré por ir enseñándotelo poco a poco. Enseñándote lo bonito que puede llegar a ser querer a Shiho Miyano.

Sus ojos seguían brillando.

Mi cuerpo se sentía como si flotase, pero mi cabeza me decía que tenía que ser un engaño.

Por experiencia sabía que la realidad no podía sentirse así, como un cuento de hadas.

Eso eran tonterías, inventos, no existía.

Y, de sentirlo, debías preocuparte por no haber sido cegado por Cupido.

Pero, ¿qué Cupido?

Lo que Kudo decía sentir, yo no lo sentía.

Yo no le quería.

No así, de la noche a la mañana, solo por haberle besado.

Lo que mi cuerpo sentía tenía que ser alguna clase de engaño químico, respuesta de las hormonas adolescentes frente a un beso de un chico atractivo como Kudo.

Era exactamente la clase de respuesta que cabría esperar de una interacción de ese tipo, como las que estar con Gin me provocaban, o como las que la mano de Vodka en mis bragas debería haberme provocado pero había fallado en poder, fuese por el sueño, por mi malestar, o por lo que fuese.

Eso era, era simplemente algo instintivo, no era amor.

De todos modos, no sabía qué responderle a Kudo.

Acababa de declarar su amor por mí de una forma realmente bonita, tierna, sin expectativas, sin ataduras, tan solo me acababa de jurar que estaría allí por mí, para ayudarme, para que aprendiese a quererme, para limpiarme de las manchas que Gin había dejado en mí.

No me había pedido que le quisiese yo a él, tan solo que le aceptase.

¿Podía hacerlo?

¿Podía aceptar algo tan puro en mí, algo que sonaba a cuento de hadas?

-¿Vas a darme la oportunidad, Miyano? -insistió él.

Di mi mayor esfuerzo por ser capaz de encontrar la voz que se me había escapado.

-¿Quieres decir... salir contigo? -pregunté.

-Sí, exactamente -sonrió como si le gustase mucho cómo sonaba-, ¿quieres salir conmigo?

Asentí tímidamente con la cabeza.

-Sí, creo que quiero intentarlo. Creo que... confío en ti y confío en tus palabras. Creo que tienes razón, con que algo falla en mí, algo ha pasado que me está manteniendo ciega a mi propio ser. Si alguien puede ayudarme, eres tú.

No le dije que le quería, porque habría sido mentira, y él no merecía eso.

Ante mi respuesta, el brillo en sus ojos pareció emitir un destello, parecía un niño pequeño, qué adorable.

Me abrazó, me abrazó muy fuerte, en un abrazo que al contrario que el de Gin no era dominante, era lleno de amor, de ganas de enseñarme la parte bonita de la vida.

Y yo... Me dejé arropar por ello.

Quizá fuese un cuento de hadas que saldría mal.

Quizá no iba a servir de nada.

Pero yo esa tarde me había jurado a mí misma que intentaría vivir.

Y esa me pareció la mejor manera de hacerlo.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora