Gin

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Perspectiva de Gin

La tuve a mi lado durante años.

Una pequeña niña, molesta y vivaz.

Siempre siguiéndome.

Siempre buscándome las cosquillas.

La detestaba.

Para mí, un alto cargo de la organización, era toda una molestia tener que encargarme de ella.

Pero Ano kata personalmente me había dado el encargo.

No pude negarme.

Los primeros años fueron los fáciles.

Solo tuve que enviarla a estudiar a Estados Unidos y mantenerle un ojo encima de vez en cuando.

Ella en esos días era tímida e inocente.

Hacía lo que yo le decía cuando se lo decía y no rechistaba.

Pero, su vuelta a Japón fue lo que empezó a llevar problemas.

De un día para otro era extrovertida, ingeniosa y molesta, oh, muy molesta.

No me dejaba en paz.

Yo no tenía el temperamento para eso.

Me enfadaba con ella.

La amenazaba.

Y ella se callaba y volvía a su sitio.

Pero no duraba demasiado de ese modo.

Enseguida volvía a la carga.

Yo no podía entenderlo.

Yo había matado a sus padres.

Tendría que odiarme.

Tendría que estar aterrorizada.

Pero no era así. Ella, en su inocencia, no recordaba nada. No sabía nada.

¿Cómo pensaba en mí?

No lo sabía ni me importaba, pero era obvio que no pensaba en mí como en un asesino o no tendría la valentía de comportarse de ese modo.

Yo no sabía qué hacer para demostrarle que me tenía harto.

No soporto a la gente que no conoce su lugar, que no me respeta, que no me teme.

Pero tampoco tenía ganas de restregar por su cara que yo había sido el asesino de sus padres.

Con ese pavo adolescente que llevaba encima, a saber si no trataría de asesinarme ella a mí.

O rebelarse como mínimo.

No teníamos tiempo para esas tonterías.

Yo no cuidaba a Sherry por gusto. Había un propósito tras todo eso.

Ella era el genio que perfeccionaría la droga APTX-4869.

Una droga irrastreable y letal que sería de gran utilidad para la organización.

Con eso en mente, tenía que tratarla con la rudeza suficiente para que conociese su lugar pero sin darle motivos para querer traicionarnos.

Una parte de mí no podía negar que deseaba que llegase el día en que no la necesitásemos más.

Sería mi placer terminar con ella.

Por todos los años invertidos en su educación y manutención, que lo pagase con su sangre.

Casi contaba los días para ello.

Pero quedaba muy lejos.

Tendría que tener una gran paciencia.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora