Encubrimiento

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Esa fatídica tarde, pensé que moría.

Por supuesto, no lo hice, o de lo contrario no estaría contando mi historia.

Sufrí un gran shock al ver en los ojos de Gin un sentimiento tan humano como la desesperación.

Fue el shock tan grande que no me dejó darme cuenta de que no estaba muerta.

Estaba allí, en el suelo, inmóvil, pero mis sentidos estaban intactos, al igual que mi cabeza, por eso podía ver a Gin y a su sorprendente expresión.

Pero no me daba cuenta de mi propia consciencia.

Estaba tan acostumbrada a disfrutar de ella que no caí en la cuenta de que en la muerte se pierde.

Estuve un buen rato observando a Gin, que agarraba por el cuello de la camisa a Bourbon.

-¿¡Qué has hecho!? Sherry era mi responsabilidad, si había dudas de su fidelidad era a a quien debían ser comunicadas. ¿Quién eres tú para decidir? -estaba realmente alterado.

Un enfado que yo nunca había visto, ni siquiera dirigido a mí, porque no era frío y calculado.

Era... Totalmente pasional.

-Vamos, vamos -con una sonrisa en la cara, Bourbon se encaraba a Gin sin miedo-. Fue una orden directa de Ano kata, que tú no te entrometieses. Vivías con ella, y la chica era lista, se habría dado cuenta si te ordenaban vigilarla. Yo podía hacer un mejor trabajo.

-Tu... -a Gin ni siquiera le salían las palabras.

Yo, desde el suelo, sentí pena por él durante un segundo.

Pero enseguida se me pasó.

Me recordé a mí misma lo que me había hecho.

Cómo se había aprovechado de mi miedo para abusar de mí.

Seguramente, de haberle elegido a él para vigilarme, habría hecho exactamente lo mismo.

Utilizar el control que sobre mí tenía con el sexo para manipularme y que no me diese cuenta de nada.

Casi me alegré de que hubiese sido Bourbon mi espía.

Quizá la traición de una amistad fuese dolorosa, pero sin duda es mucho menor que el abuso físico.

-Desgraciado -fue lo único que finalmente Gin le dijo.

Soltó a Bourbon y vino en dirección a mi cuerpo inerte.

-Qué has hecho, estúpida... -estaba apretando sus puños fuerte.

Me recordó a cuando me tiraba del pelo para no besarme en medio del aparcamiento.

-Yo me encargo del cadáver, tú ve a informar a Ano kata -le dijo Bourbon desde atrás.

-Tú no me das órdenes -le respondió.

Pero aún así, me echó una última mirada y se fue.

Volvimos a quedarnos solos Bourbon y yo.

-Vamos allá, Sherry, te llevaré a casa.

No entendí qué quería decir.

¿No estaba yo muerta?

¿A qué casa se refería?

Entonces, entre el fuerte dolor que aún sentía y el efecto de la droga, finalmente perdí la consciencia.

Al despertar me encontré en una gran habitación.

No la reconocí.

Miré unos segundos a mi alrededor y pude ver, sentado en una silla, a un gran hombre durmiendo.

Sweet betrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora