Capítulo 19

397 39 7
                                    


Erick

Agradezco la distancia que nos separa y el hecho de estar sentado en la alta silla que soporta mi cuerpo porque de lo contrario podría jurar que habría caido al suelo estrepitosamente. Por más que quise, no pude evitar que mis ojos siguieran clavados en la sonrisa más hermosa que alguna vez haya visto, duele tanto saber que esta es la primera vez que lo veo sonreir, duele saber que me he perdido de esa expresión desconocida hasta ahora pero completamente cautivadora, tanto así que a penas soy consciente de que no estamos solos en este bar.

Después de una intensa discusión con Chris, terminé sentado en un taxi con destino a lo que según él, sería una noche épica y desintoxicante, claro, iluso de mí que cayó en sus patrañas. No habían pasado tres minutos desde que pisé el lugar y siento que el mundo entero conspira en mi contra porque estoy justo donde no debería, no debería estar acá en este momento, no debería estar perdido por completo en esa sonrisa boba que me está dedicando, definitivamente no debería estar enamorado de alguien que solo me ha hecho sufrir.

El momento se extiende por una cantidad de tiempo que no soy capaz de contar, tal vez fueron solo segundos, tal vez dos eternidades sin embargo solo puedo romper el contacto visual cuando la mano de Chris me hace voltear a mirarlo. Su semblante luce preocupado y está moviendo la boca en palabras que no escucho, por más que quiera, su voz no llega a mí y al parecer lo nota porque me sacude como si quisiera despertarme de un sueño o quizás, una pesadilla.

-¿Qué te sucede, Jesús? Me estás asustando. -Es lo primero que capto después de que mi cerebro rebotara en toda dirección dentro de mi cráneo y entiendo que debo lucir como un maldito demente.

-Joel... -Suelto en un suspiro que acelera mis latidos y noto el desconcierto en su mirada, se que no entiende nada y vuelvo a hablar para explicar. -Joel... está acá.

-¿Me estás jodiendo? -Chilla notoriamente incómodo y se pone serio cuando niego con mi cabeza, acto seguido toma mi mano. -Nos vamos, no quiero que ese energúmeno te arruine la noche.

-Chris...-Hablo bajito mientras intento soltarme de su agarre, es férreo y me lastima.

-Nos vamos ya.

Su sentencia es determinante y no hago más que obedecer, sigue doliendo la forma en que me tiene tomado pero no tengo fuerzas para protestar, todas quedaron derrotadas cuando la sonrisa de ángel las destruyó. Sigo los pasos de mi amigo con dirección a la salida, mi interior grita por detenerlo, por decirle que quiero mirar esos ojos profundos y cargados de miedo, que quiero enfrentar esos labios que ya me han besado y por inútil que luzca, quiero quedarme aquí, con él pero no lo hago, no lo hago porque soy cobarde y me refugio en el temor de volver a ser el blanco de las palabras hirientes que siempre usa en mi contra. La salida está a tan pocos metros que casi siento el aire tibio de la noche acariciar mis pulmones, tan pronto a separarme de él, tan cerca de alejarme de lo que deseo pero de repente no es Chris quien me sostiene con fuerza, no es Chris quien aferra su mano a mi muñeca y me hace girar, definitivamente no es Chris quien me está mirando detrás de unos ojos avellana que brillan como luceros.

-No te vayas...por favor. -Esta vez si pierdo el balance de mi cuerpo y soy sotenido por esos brazos que antes me han hecho prisionero en una cama ajena, soy sostenido por el temblor inhumano que me brinda su fuerza física y me siento bien, me siento protegido aunque esté entre las garras del demonio mismo.

-Joel...-Jadeo su nombre cuando me mira fijo, cuando su aliento choca contra el mío haciendo detener el tiempo, cuando la mano de mi amigo me arranca de él y me aleja como si no quisiera que el fuego me consumiera, como si quisiera que una grieta se abriera entre ambos para separarnos de forma definitiva.

-Erick, vamos. -Es serio al hablar y no necesito mirarlo para entender que está enojado, es mi amigo y lo conozco.

-Por favor...no te vayas. -¿Y cómo puedo negarme a esa versión de él? ¿Cómo puedo no ceder al ruego que me brindan sus ojos? ¿Cómo puedo respirar si justo ahora él es todo mi oxígeno?

-Erick no va a quedarse acá y mucho menos contigo. Ya bastante lo has jodido, deberías aprender lo que te dije antes, solo apareces para lastimar. -Christopher es rudo con sus palabras y su tono, tiene toda la razón del mundo al tratarlo de esa manera, Joel solo ha sido un recordatorio recurrente de lo que siente por mí, del odio y el asco.

-Tú no eres su madre. -Devuelve también enojado, con la mirada profundamente seria y carente de la sonrisa hermosa que antes me regaló, yo no puedo hacer nada, solo estoy en medio mientras ellos pelean en mi nombre.

-Soy su mejor amigo y quiero lo mejor para él.

-Eso no eres tú quien lo decide.

-Tú tampoco y dado el caso de que solo eres un estorbo...

-Chris...¿Cómo estás? -Es la figura de Zabdiel la que aparece entre nosotros cortando en seco el discurso de mi amigo, es evidente para todos que ambos se gustan y que delante del rubio no va a decir algo más. -¿Por qué no dejas que sean ellos quienes resuelvan sus cosas? Ven conmigo...quiero que conozcas a alguien.

Chris en un comienzo se resiste, se debate entre gritarle a Joel o dejarme con él, es difícil y lo veo en sus ojos pero hago lo que creo que es correcto para todos. Se que esto es una mala idea, que voy a terminar humillado de nuevo y me va a doler pero tal vez sea necesario un último golpe bajo para poder cerrar la página y continuar con mi vida, así que luego de suspirar profundamente, llamando la atención de todos, hablo por primera vez.

-Ve con Zabdiel, yo voy a estar bien.

Son minutos de silencio lo que siguen, minutos de guerras mudas, de miradas ciegas y corazones rotos, minutos en los que cada uno pelea una batalla propia con desenlace desconocido y ganador ausente, minutos de saber que cuando Zabdiel me mira, es un agradecimiento, cuando Chris lo acompaña y quedamos solos, es cuando comienza la verdadera masacre porque se que estoy tomando el rumbo directo a la pérdida total e irrevocable de mi cordura, de mi consciencia, de mi tranquilidad, de mi vida.

-Gracias.

Es todo lo que dice antes de tomar mi mano y emprender los pasos a la lejanía, a los asientos traseros de un taxi que nos conduce a casa, una casa que fue testigo de la primera vez, una casa que guarda entre ladrillos de cemento, el secreto que nosotros mismos no sabemos esconder, una casa que presencia nuevamente, la desnudez de dos cuerpos sobre su cama, una casa que guarda la voz de su portador cuando decide decir...

-Te amo.

Walls ll JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora