1986
Joaquin PhoenixLa llegada de Amy al asilo fue bastante calmada. No puso resistencia alguna en el momento en que el oficial Brown la esposo y llevó directamente a su destino. Sabía que debía de mantener sus sentimientos en orden y jamás debió llevarlos a otro nivel, pero no era su culpa. El estúpido de Charlie debió respetarla y amarla como juro que lo iba hacer pero lo único que hizo fue llamar a la policía para que la llevaran directamente al asilo bajo los cargos de "desorden mental". ¿Como podían llamar desorden mental a un amor intenso y verdadero? Él era realmente un estúpido, pero ella se encargaría de él.
Caminaba por el pasillo blanco con una sabana y almohada en mano, a su lado, la acompañaba una enfermera del lugar. El pasillo parecía infinito y estaba rodeado de ventanas enormes que permitían ver por el gran jardín del lugar.
Al llegar a su cuarto se encontró con un lugar bastante frío, solo había una cama y una pequeña mesa además de que había una ventana totalmente sellada que dejaba entrar la luz, lo unico que se veía era el color del cielo azul.
–Espero que disfrutes tu estancia aquí, descansa. Mañana a las 8 te espera tu desayuno en el comedor– y con esas palabras la enfermera dejó sola a Amy. Tomo lugar en su cama dejando sus cosas de lado, miro todo el lugar y suspiro.
–¡Me las pagaras Charlie!A la mañana siguiente fue justo como lo había dicho la enfermera. Salió de su habitación hasta llegar al comedor donde ya había pacientes comiedo.
Cogio una charola y espero pacientemente su desayuno. Una gelatina, arroz blanco y verduras fue lo que recibió.
–¡Agh! La típica comida de enfermos– murmuró
–Si no te gusta no lo comas y ya lárgate que tengo que seguir atendió a los demás– respondió con enojo la mujer de mandil blanco. Amy la miró con sorpresa y se alejo lentamente, su boca floja jamás la iba a dejarla en paz. Miró el lugar y decidió sentarcer en una mesa alado de una ventana. Probó un poco de la gelatina no estaba tan mal. Un ruido la alertó y era un chico que se sentaba enfrente de ella.–¡Hola! Mi nombre es Damián – saludo con voz alegre y mostrando una enorme sonrisa.
–Amy– respondió
–Es un gusto Amy. Siempre es bueno saber que llegan pacientes nuevos, se conserva la esperanza de que lleguen un poco cuerdos– dijo mientras comenzaba a comer –¿por qué entraste?– continuó su platica
–problemas amorosos– giró los ojos
–lo siento, los hombres son unos estúpidos cuando se lo proponen. Pero, ¿que le vamos hacer? No cambiaran.La mirada del chico era alegre y muy juvenil –¿tú porque entraste?– fue ella la que decidio preguntar.
–Bueno, mi familia tiene la creencia de que la homosexualidad es una enfermedad mental sumante grave y muy contagiosa, es por eso que decidieron dejarme encerrado aquí– dijo tranquilamente
–lo siento mucho Damián – la chica lo miró con pesar.
–Esta bien, no te aflijes. Prefiero estar aqui que en un seminario. Además, muy pronto saldré de aquí, hice algunos planes con amigos y ellos me ayudarán. Uno de ellos se llama Shawn, dice que no tomará mucho tiempo para que yo salga de aquí, él dice que...Mientras Damián hablaba Amy miró distraídamente las demás mesas hasta que se topó con algo que si llamó su atención. Era un tipo de estatura promedio que se había sentado a unas cuantas mesas lejos de ellos. El hombre estabá de espaldas pero podía ver su largo cuello y cabellos castaños. El tipo debió de haber sentido la mirada pues giró su cabeza y sin disimulo buscó la persona que lo observaba, cuando llegó a los ojos de Amy está los bajó de manera inmediata, se sintió un poco asustada por ser atrapada.
–Pero... –Damian seguía hablando pero cuando vio el gesto de Amy se detuvo. Giró su vista y agrandó sus ojos –¡No, no lo mires!–
–¿que?– preguntó Amy
–¡lo que dije! No lo mires, trata de no llamar su atención– Damian se encogió en su lugar
–¿por qué?– preguntó de nuevo. Damian se inclino en la mesa
–su nombre es Raphael Baxter y no desea ser tu amigo, créeme, dicen que asesino a 3 hombres en una misma noche, los mato de una manera lenta y sanguinaria– Damián hablaba en voz baja
–¿cómo sabes eso?– preguntó Amy sorprendida
–me lo dijo mi enfermero– le regalo una sonrisa picaresca –pero volviendo al tema no lo mires, no te le acerques y no le hables. Mantente alejada y no te cruces en su camino– Damian le advirtió.Amy no entendió aquello, el tipo lucia muy normal, tenia una cicatriz en su labio superior que solo si lo observabas con detenimiento podias verlo, pero fuera de eso no parecía precisamente alguien intimidante, pero trataría de mantenerse al margen y hacer caso de las recomendaciones de Damian.
La tarde llego y Amy caminaba por el patio hasta llegar a los baños. Ese día hacía bastante calor y necesitaba refrescarse cuanto antes. Antes de entrar quitó su liga de cabello pero esta salió disparada a una esquina. Camino hasta ella y se inclino para tomarla. Cuando levanto la vista al espejo le pareció ver una figura reconocida, era Raphael, que salía del cuarto de aseo muy despreocupadamente.
Los días pasaron y Amy poco a poco se fue acoplando al lugar. Por primera vez pudo decir que se sentía tranquila y que en las noches podía dormir sin el temor de lo que le sucedería al día siguiente. Su amistad con Damián se mantuvo por así decirlo de manera cordial, y fuera de él no conocía a nadie más. Pero, la tarde del jueves 7 lo cambiaria todo.
Acudió como todos los días al comedor para recibir sus "exquisitos" alimentos. Damián le había mencionado un día antes que no la acompañaría por esta vez, pues tenia reunión con su doctor designado, por lo que sin más remedio se si hizo a la idea de comer sola. Las mesas ese día estaban vacías, cosa que no era muy extraño en ese lugar abandonado por Dios. Quizás ocho o nueve personas se encontraban comiendo, algunas solas y otras en compañía pero en silencio.
La mesa que había elegido para ella le permitía tener una buena vista de todo el lugar. La comida parecía que cada día era peor, pues su vaso de agua tenia restos de lo que pareciera ser hojuelas de avena, justo lo que habían servido de postre.
—Oye— una voz detrás de ella la sacó de su concentración —esta es mi mesa favorita sin mencionar que estas sentada en mi asiento, ¿crees que podamos compartirla?— con tenedor en mano y la boca completamente abierta Amy miraba al hombre que tenía a su lado. Llevaba en sus manos la bandeja con comida y esperaba pacientemente la respuesta de la chica.
—Claro— su respuesta fue más como un mormullo. El hombre dejo sus cosas con suavidad en la mesa y se dispuso a sentarse frente a ella. Amy teniendolo tan cerca pudo observarlo con mayor detenimiento. Era un tipo peculiar, de cerca era sumamente delgado, parecía que podía volar con un soplido que el viento diera, su piel estaba bronceada por el sol además de que los lunares hacían acto de presencia en sus manos y cara, pero eso no fue lo que más llamo la atención de la chica, sino sus ojos. Eran grandes y muy expresivos. Tenia pestañas largas y el color de su iris era de un verde muy claro.
—Te he visto antes, ¿cierto?— habló el hombre para cortar un poco la tensión.
—Estando aquí encerrados todos nos conocemos— mencionó la chica con obviedad.
—Si, tienes razón. — El hombre mastico su comida. Amy para ese entonces estaba entre nerviosa y fascinada, el tipo era atractivo pero algo mayor, sin olvidar mencionar que las palabras de Damián retumbaban en su cabeza. —De cualquier forma, mi nombre es Raphael Baxter, ¿puedo saber cual es el tuyo?— preguntó con una pequeña sonrisa.
Amy sentía que se derretiría en cualquier momento por la mirada tan profunda que le regalaba el hombre.
—Amy Whitton.
—Es un gusto Amy.
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𝕽𝖔𝖒𝖆𝖓𝖙𝖎𝖖𝖚𝖊. ᴿᵉˡᵃᵗᵒˢ ʸ ᵒᵗʳᵃˢ ᶜᵒˢᵃˢ
Short StoryRelatos sumamente largos con una carga de: antigüedad, romanticismo, fetiches y fantasía. El sexo con amor abunda en este lugar. Historias basadas en mis crushes favoritos. En edición constante.