Robert Pattinson
Douglas era un chico bastante tímido. En la escuela pasaba desapercibido y siempre se encontraba solo. Sus caballos pintados de color oscuro cubrían su melena rubia. Sus facciones eran finas, delicadas, casi parecidas a las de una mujer. Era tan delicado que uno pensaría que todo su ser estaba hecho de azúcar y algodón. Su mirada parecía perdida y reflejaba una soledad mezclada con melancolía. Las chicas nunca se fijaría en un chico como el, mucho menos si sus compañeros lo tildaban de retrasado, pero María no pensaba así.
María llegó a esa aburrida escuela encontrándose con un mundo nuevo. Sus viejos amigos, sus antiguos maestros y todos sus conocidos quedaron atrás dándose paso a nuevos aires.
Llegó a su clase temprano, tomó asiento en una mesa del fondo y esperó a que todos llegarán. No le interesaba en lo más minimo hablar, solo quería un momento para ella y concentrarse en sus estudios, eso era lo más importante.
El profesor llegó y antes de cerrar la puerta un tipo de sudadera gris entró con la mirada baja, en señal de vergüenza, sentándose justo a su lado.
María lo miró fijamente y descubrió unas mejillas rosadas y blancas, parecidas a las jugosas manzanas de primavera. Unos ojos del tamaño perfecto para ser apreciados y poder presumir de un azul oscuro. Unos labios bastantes jugosos que María que no dudaría en morder hasta cansarse.
—Para no perder tiempo, jóvenes, su pareja de trabajo será su compañero de banca así que espero un proyecto bueno y de calidad...— el profesor interrumpió sus lujurioso pensamos.
—María, ¿es correcto?— preguntó el maestro acercándose a la mesa.
—Si, así es— respondió María con una sonrisa.
—Te doy la bienvenida a mi clase. Aprovechando te presento a tu nuevo compañero, Douglas. Él te apoyara en todo lo que necesites para este curso. Comiencen con estas primeras actividades, suerte.— Dejó unas hojas y siguió repartiendolas en las mesas continuas.María miró a Douglas y sonrió. El chico le devolvió la sonrisa de manera tímida, enrollando sus manos de manera nerviosa.
—Me parece que no hablas mucho, ¿cierto?— María sonrió. Douglas por su parte estaba un poco sorprendido de que una fémina intentará entablar una conversación con él.
—Lo siento... yo... soy un poco malo para conversar— exclamó en voz sumamente baja. María casi podía sentir como su suave voz entraba como una caricia a su oído.
—No importa, yo soy buena en hacer hablar a la gente— ella se pasó la lengua de manera sensual por su labios captando la atencion de los ojos azulados de Douglas, abriéndole paso a su imaginación.
María tomó su hoja de ejercicios y comenzó a realizar los primeros 5 dejando los restantes a su compañero.
—Tú haces los últimos 5, ¿está bien?— mencionó sin mirarlo, continuado con su escritura.
—Esta bien— contestó Douglas.María termino rápido. Paso el lápiz por sus labios cuando una idea cruzo por su mente. Discretamente sacó su pie de su bailarina color azul marino y lo llevo enfundado en unas medias de color blanco hasta la pierna de Douglas. Este dejo de ver su hoja y la mira a ella de manera rápida y con sorpresa en el rostro. María con una sonrisa reprimida paso su pie de manera suave por toda la extensión de la pierna de Douglas.
—¿Por qué me miras de esa forma?— pregunto María en voz baja —¿no te gustan mis caricias? ¿o es que nunca te ha tocado una mujer?— Douglas regresó su vista de nuevo a la hoja.
María comprendió que Douglas era virgen y una fiesta dentro de ella creció.
—¿Te molesta?— pregunto de nuevo mirandolo esta vez.
—¿Acaso alguien te pago para que hicieras esto?— Douglas mostraba una cara de preocupación, algo muy tierno ante los ojos de la chica.
—Es de muy mala educación contestar con otra pregunta.
—Lo siento— Douglas regresó su mirada a la hoja de ejercicios.—Pero, contestando a tu pregunta, no, Douglas, nadie me pagó para que hiciera eso— María miró a su alrededor, asegurándose que nadie la mirase. Se acercó de manera lenta a Douglas dejando un suave beso en su cuello.
—Bueno jóvenes nos vemos el lunes y quiero ese trabaja terminado, contará como tarea. — El maestro rompió la burbuja de María y Douglas.
—¿En tu casa o en la mía?— preguntó María.
Douglas, que se encontrabá guardando sus cosas dejó caer una carpeta al suelo vaciando su interior. La sorpresa lleno su cuerpo por las palabras de María.
—Déjame ayudarte.
María se inclinó y recogió junto con Douglas todas las hojas regadas. Esperó pacientemente por una repuesta pero esta nunca llego.
—¿Y bien?— le ofreció las hojas que había recogido.
—Yo puedo ir a tu casa. Sería lo mejor.
—Bien, te espero mañana a las 5. No faltes.
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𝕽𝖔𝖒𝖆𝖓𝖙𝖎𝖖𝖚𝖊. ᴿᵉˡᵃᵗᵒˢ ʸ ᵒᵗʳᵃˢ ᶜᵒˢᵃˢ
Short StoryRelatos sumamente largos con una carga de: antigüedad, romanticismo, fetiches y fantasía. El sexo con amor abunda en este lugar. Historias basadas en mis crushes favoritos. En edición constante.