Entre la fama y la familia Parte 8

1.1K 78 28
                                    

¿Qué le respondí a Julio? Pues que sí, porque quería una noche con él, donde habláramos sin miedo a gritar o llorar demasiado alto, quería dejar en claro que yo sí quería intentar una familia con él y nuestra hija. Se estaba esforzando y esperaba no equivocarme con respecto a sus sentimientos por mí.

Por supuesto que el sí se lo di asintiendo solamente, porque estaba sin palabras y al maldito se le había caído la toalla, revelando su pene en gloria y majestad, que no había visto desde que se fue a Estados Unidos hace casi cuatro años. Salí rápido del cuarto de baño antes de que mi falta de sexo me pasara la cuenta y terminara empujándolo sobre la taza del baño para subirme sobre él.

—Mamá, no tajiste las cosas de Baili —me dijo Lu cuando atravesé la puerta del jardín trasero.

—Tu papá las bajará después, ahora ven a desayunar, que la abuela tiene todo listo.

—Vale —respondió entrando a lavarse las manos.

—Mamá, ¿puedes cuidar a Lucía esta noche? —pregunté nerviosa.

—Claro, ¿dónde vas? —preguntó mientras servía el té.

—Julio quiere que salgamos esta noche y no sé si regresemos pronto —comenté un poco avergonzada.

—Les hará bien hablar las cosas, hija —dijo tomando mis manos por sobre la mesa.

—Eso espero, porque lo quiero, mamá, a pesar de que nos hemos mantenido alejados estos años y escasamente nos hemos visto por Lu, no he dejado de sentir cosas por él —confesé.

—Lo sé, hija y de corazón espero que puedan encontrar que su familia funcione, porque eso son, una familia —respondió al tiempo en que Julio estrada a la cocina de la mano de Lucía.

—Papá, ¿es cielto que edes bueno con la caca de pedito? —preguntó Lu mientras la sentaba en su sillita.

—¿Qué? —dijo sin entender, mientras mi madre y yo nos aguantábamos la risa.

—Que mamá ha dicho que edes bueno con la caca y me puedes enseñal a decogel —explicó.

—Ah vale, que lo he entendido —respondió Julio mirándome con mala cara.

—Bien, a desayunar, que he hecho unas tortitas exquisitas —interrumpió mi madre.

Tras el desayuno, Lucia y Julio llevaron al cachorro al veterinario para su primera vacuna y correspondiente revisión. Mientras estaban fuera me dediqué a ordenar una pequeña mochila con ropa de todo tipo y a depilarme por completo, cosa que no había tenido tiempo de hacer mientras estaba en Pamplona.

Dejar a Lucía no fue fácil, tuve que darle pecho hasta que consiguió dormirse. Se me ocurrió decirle que saldríamos por la noche y se había empeñado en acompañarnos, porque Julio le prometió ir a la playa mientras estuviera en la ciudad. Lu suplicó hasta que sus ojitos se cerraron por cansancio; no toleraba muchos las despedidas y yo sufría cada vez que debía dejarla para ir a Madrid.

—¿Siempre es así? —me preguntó Julio mientras íbamos en el taxi.

—¿Qué cosa? —dije confundida.

—Lucía, cuando me voy, cuando te vas. ¿Siempre llora y se pone así de triste? —preguntó con dolor en sus ojos.

—Sí, pero poco a poco se ha acostumbrado, solo que ahora nos íbamos los dos, por eso se ha puesto así —expliqué retorciendo con nerviosismo los dedos sobre mi regazo.

—Me ha roto el corazón verla así, pero te juro que cuando lleguemos entenderás mi insistencia en que estemos solos hoy.

—¿Cuánto falta? —pregunté impaciente.

—Alrededor de una hora —respondió sonriendo nervioso.

—¿Dónde diablos me llevas? —dije abriendo los ojos —Yo pensé que íbamos a un hotel por acá cerca o a cenar o a...

—Es algo mejor —interrumpió —Te mereces algo mejor que una típica cita.

—¿Cita? —dije confundida.

—Sí, una cita para arreglar el lío que tenemos entre ambos —respondió tomando una de mis manos.

***

Después de una hora de viaje llegamos a la Playa de Ondarreta en San Sebastián, famosa por su pintoresco paseo costero y conocidos restaurantes a nivel mundial. Llevaba años sin ir y estaba maravillada por cómo se veía de noche, iluminada por las luces de la cuidad.

—No venia hace años a esta playa —comenté mirando por la ventana —Se ve maravillosa, Julio —dije dándome la vuelta para mirarlo a los ojos —Gracias —susurré dándole un suave beso en los labios, como inicio de la conversación que estábamos por tener.

La conversación quedó para el día siguiente, porque apenas entramos en la cabaña frente a la playa y, luego de echarle un rápido vistazo, nuestras ropas quedaron tiradas en alguna parte del primer piso. Nos comenzamos a besar como si el mundo se fuera a acabar y sin preguntarnos nada directamente, nuestros cuerpos actuaron, reconociéndose al instante.

—Eres hermosa —susurró Julio, depositándome con delicadeza sobre la cama matrimonial de la habitación principal. —Tus piernas siguen igual de hermosas y tonificadas que cuando te conocí —agregó besándolas despacio.

—He tenido una hija, no soy la misma chica de diecinueve años —musité cundiéndome los pechos con las manos.

—Que a mi me encantas, Clara —dijo retirando con delicadeza mis manos —No te avergüences de nada que tenga relación con traer a Lucía a nuestras vidas —agregó besando las pequeñas estrías de mi abdomen y mis pechos.

—No he estado con nadie desde que tuve a Luci —confesé mirándolo a los ojos con un poco de vergüenza.

—Yo tampoco. Creas o no, desde que me di cuenta de lo que siento por ti, supe que no quería otra mujer en mi vida. Sé que no he sido claro con respecto a mis sentimientos y que la he cagado con mis acciones y mi parte en la crianza de nuestra hija, pero quiero hacerlo bien, quiero intentar una familia contigo.

—Ya somos una familia, Julio —dije presionando su trasero con mis piernas, para que se acercara más a mi cuerpo, ya que se había alejado al hablar.

—Gracias por no perder la esperanza conmigo, Clara —expresó con sinceridad dándome un beso suave en los labios.

—Solo bésame y hazme el amor toda la noche, Julio —supliqué y se hundió en mí como si fuera la primera vez.

Al día siguiente, desperté con una leve incomodidad en mi entrepierna, normal por toda la acción que tuve la noche anterior. Julio apenas me dio tiempo de desperezarme, ducharme y vestirme y me dijo que me pusiera un bañador porque había rentado un pequeño yate donde desayunaríamos y hablaríamos de todo mirando el mar.

Lo besé muchas veces antes de correr al baño a darme una ducha. Amaba que tuviera ese tipo de detalles conmigo, que planeara tiempo juntos en lugares donde amaba pasar el tiempo antes de tener a Lucía.

—Deberíamos traer a Lu la próxima vez, amará esta playa —dije poniéndome de espaldas al mar, apoyada en una de las barandas del yate.

—Yo amo como te queda ese bikini azul —expresó sacándome una sonrisa —hace resaltar lo hermoso de tus ojos.

—Basta, que me sonrojo —dije bajito —Pero en serio, debemos traerla —volví a decir.

—Lo haremos, pero primero quiero preguntarte algo —dijo repentinamente nervioso.

—Tú dirás —dije animándolo.

—¿Vendrías a vivir conmigo y Lu? —preguntó y mis ojos casi se salen de sus cuencas.

Él sabía la respuesta.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora