Chico equivocado Parte 4

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Una cerveza tras otra y la conversación fluyó entre nosotros como si nos conociéramos de toda la vida. No era el tipo arrogante que me pareció la primera vez que me topé con él, al menos no en ese momento. Quizás era el alcohol, pero estaba siendo muy divertido charlar con él. Me contó de su vida, de su infancia junto a su hermano y de su actual trabajo en una empresa de marketing.

—Ya sé qué te vio ni hermano —musitó sonriéndome.

—A ver, dime —presioné.

—Tienes una sonrisa preciosa —dijo tomando un mechón de pelo que se había escapado de la coleta que me había hecho por el calor que estaba sintiendo.

Me sonrojé y solo seguí bebiendo un poco más, porque no sabía qué decir.

—Vamos a bailar —propuso parándose y tendiéndome la mano.

—No pensé que eras el tipo de tío que baila, sinceramente —contesté tomando su mano, ya que estaba un poco mareada. —Yo no bailo, pero haré el honor —contesté riéndome y siguiéndolo hacia la pista, donde divisé a Nat junto a su novio.

Nos pusimos a bailar todas las canciones que sonaron por al menos media hora, sentía que el alcohol se iba un poco de mi cuerpo mientras me movía junto a él. En un momento de la noche me atrajo hacia su pecho y comenzó a moverse muy cerca de mí; me sentí incómoda, sin embargo no me alejé y me pegué más a él. No sé qué tenía, porque normalmente habría alejado a cualquier tipo que no conociera y se me acercara así, pero con él no sentía eso.

—Vamos a casa —susurró en mi oído y asentí, en parte porque estaba claro que no me iría con Nat y no conocía a nadie más que me llevara a casa.

Nos subimos a un Uber y nos fuimos en dirección a uno de los barrios más pijos de la ciudad. Julio no había mencionado nada de eso, pero yo tampoco se lo había preguntado. Me fui en silencio pensando qué estaba haciendo, pero entre tanto pensar, me dormí.

No supe nada hasta el día siguiente, que desperté en una cama que no era mía y con una polera de hombre cubriendo mi cuerpo. Recordé la noche anterior, pero no me acordaba de nada después de subir al Uber, así que salí por el pasillo en busca de Albert para que me explicara si había pasado algo entre nosotros, porque estaba en pánico.

—¿Clara? —escuché que decían a mi espalda y me detuve en seco. —Sentí que mi hermano trajo a una chica a casa, pero nunca pensé que eras tú —dijo con decepción en su voz.

—Yo no... —musité dándome la vuelta sin saber qué decir. —No es lo que parece —traté de explicar, pero estaba muerta de vergüenza, porque no sabía qué había pasado.

—Da igual, solo cúbrete. Mis padres están abajo y no creo que quieras que te vean así —dijo y se dio la vuelta para entrar en su habitación.

—Julio —llamé, pero no se volteó y cerró la puerta tras él.

Me sentía mal, pero tampoco le debía explicaciones a nadie. A Julio lo estaba recién conociendo y no éramos nada más que conocidos que podrían llegar a ser amigos. Y bueno, su hermano no lo sé, ni siquiera estaba en la habitación cuando desperté. Ya estaba grande para saber lo que hacía, pero no haber tenido el control anoche sobre mí, me provocaba ansiedad.

Encontré mi ropa tirada en el suelo y me vestí rápidamente. Esperé a Albert sentada en la cama porque no quería encontrarme con sus padres, me moría de la vergüenza. Pasaron los minutos y no aparecía, tampoco podía llamarlo porque mi celular se había quedado sin batería, así que no me quedó más remedio que salir de la habitación. No había rastros de Julio, al parecer se había ido a trabajar o algo, pero no quise tocar su puerta para comprobar.

Iba bajando silenciosamente por la escalera cuando sentí pasos provenientes de la sala.

—¿Tú quién eres? —preguntó una chica más o menos de mi edad, mirándome de arriba hacia abajo.

—Yo...

—Ella es Clara, una amiga —dijo Julio llegando a mi lado y salvándome del interrogatorio. No sabía realmente qué decir.

—Ah, mucho gusto —contestó la chica y volvió al salón.

—Discúlpala, es Abigail, amiga de mi hermano —contestó Julio haciendo comillas en la palabra amiga.

—Gracias —dije mirando hacia abajo, no sabía que hacer en ese momento.

—¿Te acerco a tu casa? —preguntó bajando la escalera —Voy saliendo ahora —agregó —A no ser que quieras esperar a Albert, llegará para el almuerzo —dijo y miré el reloj de la pared, que marcaba las nueve de la mañana.

—No, me pido un Uber. No te preocupes —contesté. No quería abusar de su buena voluntad, porque sabía que algo le pasaba conmigo.

—Eres tonta, de acá a tu casa te saldrá mucho dinero. —contestó con una pequeña sonrisa.

—Bien, gracias —acepté y lo acompañé hasta la puerta de salida, desde donde vi a Abigail muy cómoda en el sofá, como si fuese su casa y eso me puso un poco celosa.

—Hasta luego, Abigail —se despidió Julio y ella hizo un saludo con la mano, gesto que imité.

El camino a mi casa fue largo y me mantuve callada la mayor parte del tiempo, porque aún trataba de ordenar en mi cabeza las cosas que habían pasado en la fiesta y posterior a ella. Solo quería hablar con Albert y saber por qué estaba con una de sus poleras en su habitación.

—Estás muy callada —musitó Julio cuando íbamos entrando en mi urbanización —¿Mi hermano te ha hecho algo? —preguntó presionando sus manos contra el volante, visiblemente molesto.

—No, yo no sé qué pasó anoche —confesé y me tapé la cara con ambas manos. No podía creer que estuviera hablando precisamente de eso con él, cuando sabía que no se llevaban bien.

—Mi hermano es así, ya te lo había dicho, pero nunca esperé verte ahí esta mañana. Creí que eras diferente a las otras chicas, pero me equivoqué —susurró decepcionado.

—Julio, yo...

—Déjalo, Clara —me interrumpió y se detuvo frente a mi casa —Me tengo que ir —dijo unos minutos después al ver que no me bajaba.

—Gracias por traerme —dije una vez que cerré la puerta, pero el solo se marchó sin decir nada.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora