Chico equivocado Parte 8

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Julio me llevó a casa y en el camino no pude dejar de pensar en lo diferente que podrían haber sido las cosas si me hubiese fijado en él. Es el chico perfecto, trabaja, ayuda a sus padres con la casa, es súper atento y detallista, ama leer y la tranquilidad de la playa tanto como yo, creo que tenemos muchas más cosas en común que con mis amigos de toda la vida.

—Hemos llegado, su majestad —bromeó Julio estacionándose fuera de mi casa.

—Gracias, Julio y lo siento por ser una amiga tan tonta, que tengas que rescatar de tu hermano —respondí con vergüenza.

—Ya, que ha pasado. No vuelvas a pensar en eso, mejor haz una lista de todo lo que quieres hacer en la playa —propuso.

—¿Vas conmigo? —pregunté sin poder creer que tuviera una respuesta tan pronto.

—Claro, me has invitado —respondió con una sonrisa —Mañana paso por ti en la mañana, ahora ve a pasar la resaca —agregó sacando los seguros del auto.

—Que ya no tengo, tu hermano me la ha espantado —bromeé y abrí la puerta para salir.

—Hasta mañana, Clara.

—Hasta mañana mi gemelo favorito —respondí antes de cerrar.

—¡Bonitas pijamas! —escuché que dijo alguien que pasaba frente a mi casa y me avergoncé un poco. Miré a Julio que le sacaba el dedo del medio y no me aguanté la risa, porque él no actuaba así.

—Te ves muy mono con esa ropa y sacando el dedo medio —me reí acercándome a la ventanilla.

—Ya, entra en tu casa. Andas sin zapatos por el pasto mojado y te puedes resfriar —sugirió sonriendo.

—Vale, papá. Llámame antes de pasar por mí ¿sí? —pedí y asintió.

Entré a mi casa y, como era recurrente, no había nadie, así que me dirigí a la cocina a preparar algo rápido de comer para subir a acostarme. No me quité el pijama de Julio porque tenía impregnado su aroma y extrañamente era algo que me calmaba. Por la noche, me puse a ordenar mi maleta para la playa, ya que pretendía quedarme al menos una semana. No sé cuánto podría quedarse Julio conmigo, pero yo planeaba pasar varios días allí, necesitaba con urgencia volver a reencontrarme.

Por la mañana, Julio llegó antes de que pudiera salir de mi cama para lavarme los dientes.

—Hey! Llegaste pronto —dije abriendo la puerta para dejarlo entrar.

—Te llamé varias veces antes de venir, pero no contestaste —respondió dejando un rápido beso en mi frente antes de pasar a mi sala.

—¿Desayunaste?

—Sí, suelo comer temprano por la mañana —respondió con una tímida sonrisa —Veo que aún no te has duchado —añadió mirando su pijama en mi cuerpo.

—No me culpes, fue la resaca y tu pijama calentito —respondí avergonzándome un poco.

—¿Esa eres tú? —preguntó de repente apuntando uno de los cuadros que había en la pared de la sala, donde salía mostrando mi sonrisa sin dientes.

—Sí, no sé por qué a mamá le gusta tanto esa fotografía.

—Sales muy mona, tienes la misma carita.

—Debe ser porque soy yo —respondí riendo. —Voy a ducharme y arreglarme, no tardo. Puedes ver la televisión mientras o puedes seguir husmeando las mil fotos que mamá tiene de mí en la sala —dije antes de desaparecer escaleras arriba.

Me duché rápido y, por primera vez, no sabía qué ropa usar con Julio. Él vestía como siempre, ordenadito con unos shorts de mezclilla, una camisacon flores está vez y zapatillas. Para hacer juego, me puse un vestido largo playero, pero en color verde. Mi maleta ya estaba abajo, así que solo me tenía que arreglar un poco.

—Ya estoy lista —anuncié bajando las escaleras y se me quedó mirando varios segundos.

—Te ves muy guapa —me alagó, caminando hacia un lado de la escalera, donde estaba mi maleta. —Ve a comer algo mientras yo acomodo tus cosas en mi auto —sugirió saliendo con mi equipaje por la puerta.

Le hice caso y me preparé un sándwich y un té. Mientras comía, Julio entró en la cocina y se sentó frente a mí en la isla.

—Acércate —pidió de repente.

—¿Qué? —pregunté sin entender, pero acercándome de igual forma.

—Tenías mayonesa en la nariz —respondió pasando su dedo suavemente por mi nariz y luego limpiándolo en una servilleta.

—Oh, gracias —susurré poniéndome roja de vergüenza.

—Ya, vamos, que se nos hará tarde —musito parándose de su silla y lo seguí, con la mitad de mi sándwich en la mano.

El camino hacia la casa de la playa lo hicimos en silencio, como casi siempre que compartíamos un auto. Me volví a dormir, como la primera vez, pero ahora dejé que me cargara hasta el interior, donde me dejó en la cama y fue por las maletas.

—Gracias por entrar las cosas —musité  cuando entró en la casa y se asustó.

—Pensé que dormías —susurró dejando las maletas en la entrada y cerrando la puerta tras de él.

—No, pero tenía pereza de caminar, así que me aproveché —respondí abrazándolo por el costado. —¿Qué planes tienes para hoy?

—No lo sé, tú me has invitado. Estoy a tus órdenes —respondió sonriéndome.

—Vale, ya se me ocurrirá algo —dije soltándolo —Vamos a comer fuera mientras, tengo ganas de una paella —sugerí.

—Puedo prepararte una —dijo —No te había dicho creo, pero soy un buen cocinero y bueno, mamá me ha mandado una cesta con comida —agregó apenado.

—¿De verdad ha hecho eso? —pregunté atónita.

—Madres. Le dije que no estaría en casa durante la semana y me ha llenado de preguntas. Al final le he contado que venía contigo a la playa y me ha preparado una cesta llena de ingredientes y comida para ambos.

—¿Dónde está? —pregunté al no ver la cesta.

—En mi auto, me dio pena bajarla —respondió poniéndose colorado. —Podías pensar que lo he planeado yo y no quería malos entendidos —explicó.

—Qué va, si lo hubieses planeado tú, habría estado perfecto para mí, porque no se me da la cocina y en esta casa suele no haber nada comestible, así que ve por esa cesta y muéstrame tus habilidades culinarias —dije empujándolo hacia afuera.

La paella de verdad estaba exquisita, Julio no mentía, era un excelente cocinero, además de que me enseñó paso a paso cómo prepararla. Le grabé hasta unos vídeos mientras cocinaba y me di cuenta que tenía una sonrisa muy bonita, que no paraba de mirar mientras comíamos.

—Ya tengo planes para esta noche —musité mientras lavaba los trastes —Hoy es la inauguración de una exposición de arte de unos amigos que viven acá. Es medio formal, pero hay un par de trajes guardados en el closet para que usemos si te apetece ir —dije mirándolo mientras esperaba una respuesta.

—Me encantaría acompañarte —respondió con una sonrisa y enseguida supe que invitarlo fue la mejor de las ideas.

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One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora