Chico equivocado Parte 5

455 31 8
                                    

Los siguientes días no supe nada de Albert ni de Julio, este último estaba molesto conmigo y en parte lo entendía, pero también tenía rabia porque no tenía derecho a cobrarme sentimientos o sacar en cara algo, ya que apenas nos conocíamos. De Albert no tenía ni el número de teléfono, así que me había limitado a esperar una llamada que nunca llegó, podía haber pedido mi número a su hermano, pero supongo que no lo hizo o éste se negó a cooperar. Con esa última idea, lo llamé un viernes por la tarde.

—¿Diga? —contestó Julio al tercer timbre.

—Hola, Julio. Soy Clara. ¿Cómo estás? —saludé intentando sonar casual.

—Estoy terminando un trabajo, ¿qué necesitas? —preguntó cortante, lo cual me molestó.

—Vale. No te molesto. Solo necesito que me mandes el número de Albert por favor, que me he olvidado de pedírselo y necesito hablar con él —dije con sinceridad, porque me urgía saber qué pasó el domingo pasado.

—Te lo advertí, Clara. Albert no está interesado, solo te está usando —dijo sin responder mi pregunta.

—¿Puedes pasarme el número y ya? —pedí irritada —No necesito que me cuiden, Julio. Además no entiendo por qué te comportas así, pensé que estábamos comenzando a ser amigos —añadí y me colgó la llamada.

Pensé en volver a llamar y despotricar, pero justo me llegó un mensaje de Julio con el número de Albert. Iba a responder, pero me había bloqueado. No terminaba de entender su comportamiento, pero como dije antes, no necesitaba más drama en mi vida, suficiente tenía con Nat, que no había dejado de llamar esta semana para pedirme que le contara de mi escapada con el chico misterioso de la fiesta, recordándome constantemente que había perdido el control, lo cual me tenía en un estado de ansiedad terrible.

Marqué a Albert sin pensármelo tres veces, pero no contestó. Lo intenté unas horas más tarde y me tiró a buzón de voz. Estaba decidida a dejarlo cuando una llamada entrante en mi teléfono me hizo saltar de la cama.

—Aló, ¿Albert? —dije una poco nerviosa.

—Hola, ¿quieeen habla? —preguntó arrastrando una poco las palabras.

—Soy Clara, la amiga de Julio —contesté un poco dudosa, no creía que el término amiga fuera apropiado a esta altura.

—La chica de la fiesta —musitó pensativo.

—Necesito hablar contigo, ¿puede ser?

—El hijo no es mío —respondió medio en broma, pero al ver que no contestaba, volvió a hablar. —Te mandó la dirección de un bar de moda donde estoy —dijo y me colgó sin dejarme replicar.

Dudé un segundo, pero me decidí a ir o no saldría de la duda jamás. Lo que no me esperaba es que el bar fuera uno de los más frecuentados de la ciudad, justamente el que Nat no paraba de hablar; solo esperaba que no estuviera ahí porque la había evitado toda la semana poniendo excusas.

Al llegar, divisé claramente a Albert en la barra junto a otros chicos y me acerqué sin dudar.

—Hola —dije cuando llegué a su lado.

—Hola —dijo sonriéndome y diciéndole algo a sus amigos que desaparecieron rápidamente de la barra. —Te invito una cerveza —musitó llamando a la camarera.

—No hace falta, solo vengo a hablar.

—No seas aburrida, Clara, que para eso tengo a mi hermano —se burló.

Lo seguí a una esquina de la barra donde me senté en un taburete y esperé a que nos sirvieran nuestras bebidas. Le pregunté si había pasado algo entre nosotros y entre bromas me confesó que no, que solo me había dejado en casa y había vuelto a salir; ni siquiera había dormido en la misma habitación que yo. Tras eso me relajé y entre conversación no me di cuenta la cantidad de alcohol que bebí, hasta que lo oí susurrar un "pero de esta noche no pasas" y me tensé un poco, tensión que disminuyó cuando me sacó a bailar.

En eso estaba cuando se repente me pareció ver a Julio al otro lado de la pista, sentado con un grupo de amigos. No pude ver más, porque Albert me cogió el rostro y me dio un beso que no anticipé, pero respondí como acto reflejo. Me dejé llevar por el alcohol y el momento y terminé en un rincón montando un espectáculo. Me di cuenta cuando escuché a Nat a mi lado diciendo "vaya, de santa no tenías nada". Me cabree porque todo el mundo parecía querer controlar mi vida últimamente.

No pasó nada más esa noche, pero los siguientes días comencé a verme con más frecuencia con Albert, no éramos nada oficial, pero salíamos a beber casi todas las semanas, él no me juzgaba y yo estaba más que bien con eso. No me di cuenta que salir con él me estaba cambiando, comencé a despreocupar mis estudios, no volví a pintar si no era por alguna entrega, dejé de leer y de pasar tiempo en casa por estar hasta la madrugada bebiendo con él y terminar en su cama como la primera vez. No iba más allá de besos porque yo no quería dar el siguiente paso y no me había emborrachado lo suficiente para ceder.

Siempre despertaba sola y esperaba a que Julio se marchara para poder salir de su casa sin topármelo. Él sabía que estaba ahí, no era tonto, pero quería evitarnos el momento incomodo, solo que un día fue inevitable.

Como de costumbre, salimos un lunes por la noche a tomar unas copas con unos amigos de Albert, esta vez no éramos solo los dos. En el bar había una chica en particular, que estaba todo el tiempo a su lado, tras minutos de observarla me dijo cuenta de que era Abigail, a quien había conocido en su casa hace un tiempo. Me dediqué a beber y conversar con los amigos de Albert toda la noche, ya que él había desaparecido y regresó casi cuando era hora de cerrar. Estaba sola, porque sus amigos ya se habían ido y preferí esperarlo para ir a casa, pero creo que no fue buena idea.

—¿Dónde se han ido todos? —preguntó mirando a su alrededor, al tiempo que Abigail llegaba a su lado.

—A casa, ya están por cerrar. —expliqué.

—¿Por qué no fuiste con ellos? —pregunto saliendo del bar con Abigail detrás.

—Te estaba esperando, pensé que me llevarías como siempre.

—No asumas las cosas, Clara —dijo caminando hacia su auto enojado.

—¿Puedes llevarme o no? —pregunté entre molesta y avergonzada.

—Sube —ordenó y Abigail le dijo algo al oído que Albert asintió antes de subir al auto y ponerlo en marcha.

Una vez que llegamos a su casa, Abigail se quedó en el coche mientras Albert salía del vehículo y se dirigía a la puerta.

—¿No te vas a quedar? —pregunté mientras me hacía con un gesto para que entrara en su casa.

—No puedo seguir esperándote, Clara. Tengo mis necesidades —dijo y se dio la media vuelta, dejándome parada en el umbral de su casa.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora