Entre la fama y la familia Epílogo

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Trasladarnos a Madrid para vivir juntos como una familia no fue un proceso fácil. Julio se fue a terminar sus proyectos a Los Ángeles una semana después de que eligiéramos la casa donde viviríamos y tuve que contener a Lucía porque esta vez la despedida fue más dolorosa para ella, al día siguiente yo me fui a Madrid a grabar una película independiente y ella se quedó con mis padres. Me lleve al cachorro conmigo para no sentirme sola y para que se acostumbrara a su nuevo hogar, pero no fue una buena idea, ya que Lu me llamaba todas las noches llorando por haberle quitado al perrito, así que solo una semana después tuve que viajar rápido un fin de semana para dejar a Bailey en Pamplona.

Fueron meses duros, porque la ansiedad de Lu por al fin vivir con sus dos padres juntos, la tenía con dificultad para conciliar el sueño y levantarse al día siguiente para ir al preescolar. No dormía bien y me dolía no poder estar ahí para ella, además mis pechos dolían por el exceso de leche que había estado acumulando durante las jornadas de grabación.

No hablaba mucho con Julio, porque ambos estábamos ocupados en terminan cuanto antes nuestros respectivos proyectos, pero nos mandábamos uno que otro mensaje o fotito media subida de tono. En la última imagen que me mandó, se había cortado el cabello a los costados y me dieron unas ganas de tomar un avión para tener sexo tirándole el poco pelo que le quedaba.

—No me provoques así —dije apenas me contestó el teléfono.

—Cariño, que me mandes tus pechos al descubierto tampoco es bueno para mí —contestó afligido.

—Supongo que estamos a mano —susurré soltando una pequeña risita.

—¿Cómo va todo en la nueva casa? —preguntó cambiando de tema.

—Me he sentido un poco sola desde que tuve que devolver a Bailey —confesé.

—Clara, el cachorro era para Lu, para que la acompañe cuando tú estás en Madrid, prácticamente se lo robaste —contestó riendo bajito.

—Es muy mono y esta casa es muy grande para mí —me quejé.

—¿No te gusta? —preguntó preocupado.

—Me encanta, pero me gustaría más que ustedes estuvieran acá.

—Ya me falta poco para terminar de grabar, solo un mes y medio y estaré con ustedes. A ti ¿Cuánto te queda de rodaje?

—Termino esta semana de grabar y regreso a Pamplona a buscar algunas cosas de Lucía, para comenzar con la mudanza y el cambio de preescolar, que es todo un tema porque no he podido ver nada aquí.

—Déjame a mí ese asunto, le pido a mi asistente que chequee los mejores y que estén cerca de casa.

—No me gusta la comodidad, pero agradecería una orientación, porque he estado bastante ajetreada y apenas llego a casa, me duermo —bostecé.

—Y dime, ¿Es cómoda la cama que compré?

—Estaría mejor si estuvieras aquí para probarla, a ver si resiste que te monte —solté con picardía.

—Deja de provocarme, Clara, que es temprano y en breve debo ir al set —indicó gimiendo bajito, casi imperceptible.

—¿Te estás tocando mientras me hablas? —pregunté poniéndome roja al otro lado de la línea.

—Con las fotos que me has mandado no me pude contener, nena —respondió casi gruñendo.

—Imagina que estoy sobre ti en este momento, que estoy guiándote para que alcancemos el orgasmo juntos —musité comenzando a sentir que mi temperatura corporal aumentaba.

—Cla-ra —gimió minutos después comenzando a correrse.

—Nunca habíamos hecho esto —dije bajito mientras iba por un vaso de agua a la cocina.

—Me ha gustado, pero no hay nada como tenerte piel contra piel.

—Solo un mes y medio, amor.

—Solo un mes y medio —repitió.

Pasó una semana y volví a casa de mis padres a buscar el resto de mis cosas y a Lucía, que estaba ansiosa por mudarse. Uno de mis  amigos me ayudó a trasladarme y nos fuimos junto al camión de mudanza que había contratado para llevar algunos muebles de Lucía, que de negaba a dejar.

El trayecto es de casi cinco horas en coche, por lo que llegamos en la tarde y Albert me ayudó a bajar la mayoría de las cosas mientras yo dormía a Lu en mi habitación.

Una vez que Albert y los de la mudanza terminaron de bajar todas nuestras cosas y las dejaron en la sala, le ofrecí algo de cenar a mi amigo, era lo mínimo que podía hacer después que me ayudara con el traslado.

Estábamos tirados en el sillón, cuando Lucia bajo y se acurrucó sobre mí buscando mi pecho. No me importaba que Albert estuviera allí porque éramos amigos desde hace años y nos habíamos visto prácticamente al desnudo, tenía esa confianza con él.

—¿Qué pasó Lu? ¿No puedes dormir? —pregunté acariciando su cabello y negó con su cabeza.

—Ven conmigo, mami —respondió comenzando a desabotonar mi blusa justo en el momento en que entró una videollamada de Julio. Lucía vio la pantalla y me arrebató el celular para contestar.

—Hola, papi —saludo mientras seguía intentando desabrochar mi blusa.

—¿Qué haces cariño? Te ves media movida —preguntó Julio al otro lado de la pantalla.

—Es que voy a toma leche polque no pedo dolmil —respondió Lu moviendo la cámara y haciendo que ésta enfocara mi pecho casi descubierto.

—Pásame con mamá entonces y así tomas tu leche tranquila, Lu —le sugirió y ella hizo un movimiento raro con la cámara, donde enfocó a Albert antes de darme el teléfono.

—Clara —dijo una vez que tuve el teléfono frente a mí.

—Dame unos minutos, te llamo —dije y corté la videollamada.

Terminé de alimentar a Lu y le indiqué a Albert la habitación de invitados antes de subir con Lucia a mi cuarto para dormir. Estaba a punto de hacerlo, cuando entró otra llamada de Julio a mi celular.

—Hola, disculpa, olvidé llamar, estoy cansada —dije al contestar.

—¿Con quien estás en casa? —preguntó serio.

—Con Albert, me ayudó con la mudanza y pasará la noche acá —respondí acomodándome en la cama.

—Sabes que no me gusta, Clara —gruñó.

—Es mi amigo, Julio. No te pongas celoso, ya hemos tenido esta conversación —dije cansada —Me voy a dormir, hablamos luego —colgué y me dormí de inmediato.

Esa no fue la primera vez que se puso celoso en ese mes y medio. Peleamos, le dejé de hablar por días, porque parecía no entender mi forma de ser con mis amigos, pero todo se me olvidó cuando lo vi atravesar la puerta de nuestra casa con muchas maletas detrás.

—¡Julio! —grité apenas sentí la puerta abrirse y lo vi detrás. Me lancé a sus brazos y me puse a llorar como una niña pequeña.

—No llores —susurró besando mi cara —Adelanté el vuelvo porque no me aguantaba las ganas de verlas. ¿Dónde está mi tesoro? —preguntó mirando para todos lados.

—En el preescolar —respondí ayudándolo a entrar sus maletas —Cuanta ropa tenias allá —agregué al ver las siete maletas que tenía en el ante jardín.

—Tengo algunas cosas para ustedes también —respondió y me tomó por la cintura —Pero quiero aprovechar este tiempo que estamos solos para hacer realidad todo lo que me decías por teléfono —sugirió comenzando a besar mi lóbulo derecho.

—Venga, pero vamos adentro, no quiero montar un espectáculo acá —respondí mordiéndome los labios antes de tirar de él hacia adentro de la casa.

Nos entregamos el uno al otro una vez más, haciendo la promesa de que jamás volveríamos a dejar que la inminente fama de un papel exitoso separara nuestra familia.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora