Chico equivocado Parte 9

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La inauguración de la galería de arte en la playa era de ensueño. Julio vistió un esmoquin negro que mi hermano solo se había puesto una vez para un matrimonio en la playa y luego quedó ahí en el clóset, mientras que yo opté por un hermoso conjunto de dos piezas que no había llegado a usar. En la entrada había una alfombra roja donde les hacían fotos a quienes asistían al evento, así que con Julio posamos un poco antes de entrar; íbamos decididos a divertirnos.

Una vez dentro, localicé a mis amigos y me acerqué a ellos para presentarles a Julio, con quien se llevaron bien de inmediato. Esperamos un poco a que el lugar se llenara y se dio inicio a la inauguración del evento, con algunas palabras de los expositores. Tras eso, con Julio nos fuimos a ver los cuadros mientras mis amigos hablaban con reporteros de un periódico local. Una vez que todo terminó, se cerró el lugar para el público general y solo nos quedamos amigos cercanos y familiares para celebrar con un cóctel y algo más.

—Felicitaciones chicos, ha sido espectacular —dije levantando mi copa para brindar.

—Sí, nunca había asistido a una inauguración de este tipo antes y me ha encantado —musitó Julio sonriendo.

—¿No será que te encantó la compañía? —dijo uno de los chicos, molestándolo.

—No está mal —respondió moviendo sus hombros, restándole importancia.

—Oye, que soy la chica más interesante con la que podrías haber venido —me defendí cruzándome de brazos.

—Bueno bueno —dijo alguien a mi espalda. —Pero mira a quién tenemos acá —añadió Natalia llegando a mi lado y abrazándome por el hombro.

—Pensé que ya no venías —dijo una de mis amigas mirándome con cara de disculpa. Le había contado un poco sobre el distanciamiento entre nosotras, porque la conocía desde pequeña y le tenía confianza.

—He decidido darme una vuelta en último momento —respondió Natalia soltando mis hombros con brusquedad y Julio me dio una mirada sin entender qué estaba pasando.

—Bueno, ¡vamos a bailar! —gritó uno de mis amigos e hizo una seña al Dj para que subiera el volumen de la música. Ya estaba pasado de copas.

—Clara —susurró Julio apartándome a un lado —¿Quién es ella? Te has puesto tensa. Si quieres, nos podemos ir —sugirió preocupado.

—No, está bien. Es Natalia, la amiga de la que te hablé la última vez que estuvimos acá —expliqué —Solo bailemos ¿sí? —pedí mirándolo a los ojos —Vinimos a pasarla bien y ella no lo va a arruinar —dije tomándolo de la mano y guiándolo a la improvisada pista.

Nos pusimos a bailar y a hacer el tonto un par de horas. Por primera vez estaba disfrutando de una fiesta, porque estaba con personas conocidas y no sola, como cuando salía con Natalia, quien -a propósito- no había apartado los ojos de mí.

—¡Qué viva el arte! —gritó mi amigo ebrio y todos los seguimos con un ¡Qué viva!, seguido de carcajadas.

Eran cerca de las tres de la mañana cuando Julio fue al baño y Natalia se me acercó.

—Así que Claritaaa tiene noviooo —musitó pasando un brazo sobre mi hombro; estaba un poco borracha.

—Julio es mi amigo —respondí alejando su brazo.

—Te he visto en fiestas con él, devorándole la boca. A mí no me mientes —dijo un poco molesta.

—No era él —dije mientras veía como Julio se acercaba hacia nosotras.

—¿Nos vamos? —preguntó analizando mi expresión y solo asentí, tomando la mano que me ofrecía.

—Adiós, Natalia. Un gusto verte —dije con ironía y me volteé dándole la espalda.

—Qué mal educada, ni me lo presentó —escuché que murmuraba a lo lejos.

Nos despedimos de mis amigos y nos fuimos en compañía de dos, que eran los más ebrios. A la salida se nos ocurrió volver a tomarnos fotos en la alfombra roja y cuando fue nuestro turno, empezaron a gritar "el beso, el beso", con tanta efusividad, que con Julio nos miramos y nos besamos, solo para que se callaran y pudiéramos irnos a casa. El beso duró más de lo que hubiese querido en un principio, pero sus labios eran tan suaves y adictivos, que en mi poca ebriedad, lo aproveché al máximo.

Nos separamos cuando escuchamos un "¡consíganse un cuarto", proveniente de una de mis amigas. Habían salido a ver el espectáculo que montamos en la entrada y me morí de vergüenza. Solo tomé a Julio de la mano para salir de ahí e irnos a casa.

Tomamos un taxi rápidamente y nos fuimos en silencio.

—Qué vergüenza —solté cuando entramos y me tiré en el sillón para sacarme los zapatos de tacón.

—¿Te doy vergüenza? —preguntó Julio haciéndose el ofendido.

—No, Julio —respondí haciendo una mueca por el dolor de pies —Mis amigos nunca me habían visto así y me sentí incómoda y observada, sabes que no me gusta eso.

—¿Quieres que te de un masaje en los pies? —preguntó cambiando el tema. Al parecer ninguno de los dos quería hablar sobre lo ocurrido hace menos de una hora atrás.

—¿Sabes?

—Claro, solo deja cambiarme el traje para estar más cómodo —avisó —Podrías ponerte el pijama por si te quedas dormida y, no me digas que no tienes sueño —advirtió y desapareció por el pasillo.

Le hice caso y me puse lo único que había traído como pijama, una camiseta holgada y unos shorts diminutos, ya que en la playa solía hacer mucho calor hasta por la noche. Una vez lista, volví al sillón donde Julio me estaba esperando con una crema en sus manos.

—Recuéstate —mandó.

—Vamos a mi habitación, sabes que me quedaré dormida en cuanto toques mis pies —musité parándome y tirándolo de la mano.

No mentía, apenas tocó mis pies con sus maravillosas manos -después de unos cuantos gemidos de placer-, caí en los brazos de Morfeo.

La semana pasó volando con Julio a mi lado. Entre risas, maratones de películas acurrucados en el sillón, paseos por la playa, rica comida que Julio se encargaba de preparar mientras yo pintaba mis cuadros, lecturas conjuntas mirando el mar y muchos momentos que una chica como yo disfrutaba.

No habíamos vuelto a ver a mis amigos y no habíamos hablado del beso, porque nos auto convencimos de que fue parte de nuestra ebriedad y la efusividad de mis amigos, en fin: parte de un juego, pero con el paso de los días no podía dejar de pensar en eso y dado que hoy era nuestro último día en la playa, me decidí a hablar y aclarar las cosas.

Julio hacía por mí lo que nunca nadie había hecho y me tenía confundida.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora