Tres años después
—Mamaaaaa, mida lo que he cogido —dice Sol subiendo las escaleras de la casa de la playa y enseñándome algo que trae en sus manitos.
—Es una concha preciosa, cariño —respondo tomándola de su mano para observarla.
—¿Podemos pintala? —pregunta mostrándome sus dientecitos y asiento.
—Déjame cambiar este dibujo por un lienzo nuevo para que puedas dibujar esta hermosa concha —musité moviendo un poco mis pinturas y dando espacio al lienzo que siempre tenía para Sol. Le encantaba acompañarme en las tardes dibujando cuando no iba con Julio a hacer castillos de arena.
—Mientras ustedes dibujan, me iré q duchar y preparar algo de comer —dijo Julio dando un beso suave en mis labios.
—Que no queremos comida con arena —bromeé.
—Quiedo sopa de langosta, papá. Con cutones pol favol —demandó Sol mirándolo con determinación.
—Ya la escuchaste —me reí.
—Sí, princesa, papá te preparará tu sopa. —le sonrió con dulzura —Al menos tengo bastante de eso en el congelador —susurró, pero alcancé a escucharlo. Durante mi embarazo comí bastante bisque de langosta y mi hija nació con una fascinación por ella, llevándonos a tener siempre una a mano. No comíamos siempre, ya que era costosa, pero cuando veníamos a la playa, nos dábamos ese gusto, sobre todo después de un día en el agua.
—A ver, déjame sentarte sobre el banquito —pedí, tomando a Sol en mis brazos para acomodarla —¿Te parece si yo dibujo la concha y tú la pintas? —sugerí y asintió aplaudiendo con sus manitos.
Poco a poco fui trazando líneas y dibujando la concha a la orilla de una playa similar a la que teníamos frente a nuestros ojos, todo bajo la atenta mirada de Sol, que movía con impaciencia sus manitos sobre el pincel.
—¿Ya pedo pintal mamá? —preguntó mirando hacia arriba.
—Dame un segundo —dije afinando los últimos detalles —Ya está, puedes comenzar a pintar. Toma la paleta con cuidado.
—Sí, mamá —dijo agarrándola en sus manitos y poniendo cara de concentración al dar la primera pincelada. Yo solo me puse tras de ella a mirar como pintaba y a sostenerla por la espalda. Aún era pequeña para mantenerse por si misma en el banquito.
Sol es mi vida, pasaba el mayor tiempo que podía con ella, porque tenía la fortuna de trabajar desde mi casa y, gracias a ello, mi hija había adquirido el gusto por la pintura. Desde que pudo pararse por si misma y alcanzar los pinceles, tuve que comprar un atril y pequeños lienzos a su altura, para que no estropeara mis trabajos. A veces terminaba con todo el cuerpo pintado, pero me fascinaba verla en sus pañales tomando el pincel.
Si bien tuve un poco de depresión post parto, las regulares visitas a nuestra casa en la playa me devolvieron un poco de vitalidad, junto a los ojos de Sol, que me miraban con todo el amor que eran capaz de transmitir; yo era todo para ella y ella lo era todo para mí. Pese a que su llegada no estaba planeada y fue más rápido de lo que me habría permitido pensar, no cambiaría nada de lo ocurrido.
—Mamá —musitó Sol interrumpiendo mis pensamientos. —Ya telminé la oba de alte—sonrió y despeiné su cabello rubio.
—Te ha quedado preciosa mi amor —contesté tomando la paleta y pincel de su mano. —Ahora vamos a darnos un baño para comer la sopa que ha preparado papá para ti. —agregué tomándola en brazos para entrar en la casa.
—Qué bien huele, papi —alabó Sol inhalando el aroma de forma exagerada.
—Está casi lista —respondió Julio sonriéndole —Ve a darte una ducha que hasta acá hueles a alga —dijo poniéndose la mano en la nariz para taparla, lo que provocó una risa estrepitosa de Sol.
Una vez que bañé a Sol y le puse un pijama abrigadito, ya que el frío de la playa pegaba fuerte por las tardes, nos dirigimos a la pequeña mesa de la cocina para comer el exquisito bisque de langosta con crutones que había preparado Julio, para luego irnos a acurrucar los tres frente a la chimenea a ver una película animada de las que le gustaban a nuestra hija. Era temprano, pero mañana Sol cumpliría tres años y vendrían nuestras familias a la casa para celebrarla. Sería algo al estilo Moana, idea de mi madre, que había pasado viendo Disney junto a mi hija el ultimo tiempo y se había obsesionado con la película.
El primero en llegar fue Albert, sí, Albert, el padrino de Sol. Resulta que cuando tenia unos ocho meses de embarazo, Julio me contó que su hermano lo había llamado por teléfono para pedirle que hablaran en persona. Él no quería ir, pero lo obligué, porque pese a todo era su familia y quería que estuvieran bien y que mi bebé tuviera a todos con ella. Ese día, llegaron ambos a mi casa y Albert de disculpó conmigo también. Nos contó que había conocido a alguien que le hizo darse cuenta el mal que había hecho en el pasado por su forma de ser y ahora trataba de cambiar, para poder ser digno de ella. Me alegré por él, porque se notaba un cambio, hasta en la forma de vestir, por eso no protesté cuando Julio me pidió si podía elegirlo a él como padrino, porque además al ser igual a Julio, podríamos salir y dejar a nuestra hija a su cuidado sin que notara diferencias, al menos cuando fuera bebé.
—¿Dónde está mi sobrina favorita? —preguntó Albert entrando en la casa.
—Soy la única, tito —respondió mi hija riendo y bajándose rápidamente del sillón para correr a los brazos de Albert.
—Pero mira qué grande estás —musitó Albert alzándola en sus brazos.
—Es polque me como mis vegetales —respondió Sol con una sonrisa de orgullo.
—Veo que te tienen bien engañada —musitó Albert y le pegué un manotazo.
—Que las verduras son buenas —dije frunciendo el ceño, a la vez que Julio salía del baño con una toalla en su cintura.
—No sabía que llegarías tan temprano —dijo Julio acercándose para saludar.
—Por mi sobrina favorita cualquier cosa —respondió.
—Qué soy la única tito —dijo Sol, esta vez un poco enojada.
—Ya ya, solo venía a buscar a Solecito para ir a dar una vuelta a la feria, mientras preparan todo. De todas formas, no se me da la decoración —bromeó, pero era verdad. Había intentado ayudar en el cumpleaños anterior y había roto la mitad de las cosas.
—Gracias, Albert, de verdad. Tenemos mucho que hacer aún y me gustaría que fuese un poco sorpresa para ella. Mi madre no debe tardar en llegar.
—De nada, ahora si me permiten, con esta princesa nos retiramos —musitó saliendo por la puerta y dejándonos solos a Julio y a mí.
—Ni en mil años me habría imaginado a Albert cargando un niño —dijo Julio abrazándome mientras veíamos como mi hija y su tío desaparecían de nuestra vista.
—Cosas inesperadas suceden —musité.
—Como tú y yo.
—Como tú y yo.
ESTÁS LEYENDO
One shot Clara Galle y Julio Peña
FanfictionMini historias de Clara Galle y Julio Peña, quienes interpretan a Raquel Mendoza y Ares Hidalgo en la adaptación de Netflix A través de mi ventana.