Entre la fama y la familia Parte 7

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Apenas toqué mi cama, sentí la puerta de mi habitación abrirse despacio. Pensé que era Julio que había despertado cuando me levanté, pero no vi nada hasta que un cuerpecito que apenas llegaba a la altura del colchón, se acomodo a mi lado.

—¿Te dobaste a Baili, mamá? —preguntó con una risita y asomándose por sobre mi hombro para ver al cachorro dormir plácidamente.

—Bailey me lo pidió, dijo que no aguantaba el olor a pies de tu papá —respondí dándome la vuelta despacio para abrazarla. —¿Qué haces acá? Pensé que intentarías dormir solita —dije acariciando su adormilada carita.

—No puedo —susurró metiendo su mano en la parte superior de mi pijama para buscar mi pecho.

—Vamos a acomodarnos ¿sí? No queremos que Bailey o tú se caigan de la cama por la noche —sugerí levantándome y dejándola acostada en la cama junto al cachorro.

Mi cama estaba en medio de la habitación, por lo que con cuidado saqué el velador que estaba a un lado de la pared y corrí la cama hasta que quedó pegada al muro. Bailey apenas se movió así que lo dejé acostado en esa orilla, seguido de Lu y de mí, que le daba la espalda a la puerta de la habitación. En esa posición pude amamantar a Lucia sin miedo a que nos durmiéramos y que ella o el cachorro cayeran al piso por algún mal movimiento, mi cama era lo suficientemente alta como para que se dieran un buen golpe.

No fue hasta que escuché un "¡mierda!" que hizo sobresaltar a Lu a mi lado, que desperté. Me iba a levantar a ver qué pasaba, hasta que recordé el regalito que había dejado Bailey en el piso de la habitación de invitados. El cachorro seguía durmiendo, ajeno a la asquerosidad que debía tener Julio en sus pies. Lucía había dejado la puerta semi abierta cuando entró de madrugada, así que vi pasar a mi madre a toda carrera en dirección a la habitación de invitados, para segundos después volver a asomarse en mi puerta para ver si el perro estaba ahí.

—Mamá, debes tocar —dije acomodando la parte superior de mi pijama, porque Lu había dejado mi pecho expuesto cuando se durmió.

—Pues deberías haber cerrado, podría haber sido Julio el que entró —dijo avanzando hasta sentarse en mi cama.

—¿Qué ha sido todo ese griterío? —pregunté haciéndome la inocente, mientras me sentaba.

—El cachorro ha dejado un regalito en el piso de la habitación de invitados, que Julio ha pisado al levantarse. Bastante grande para ser solo un bebé —explicó mirando con ternura como el perro comenzaba a bostezar. —¿Qué hace acá? —señaló.

—Anoche me fui a disculpar con Julio y me lo traje a dormir conmigo. No pude evitarlo, es muy mono —dije tomándolo en mis brazos, al tiempo que Lucía se incorporaba.

—Buenos días, princesa —dijo mamá sentándola en su regazo.

—Buenos días, abelita —respondió acurrucándose en su pecho.

—¿Cómo dormiste?

—Bien, con mamá —respondió sonriendo y estirando sus manitos hacia el cachorro, que se le tiró encima a darle lengüetazos.

—Hay que llevarlo al jardín para que haga popo y pis, Lu —dije comenzando a darle sus nuevas "responsabilidades".

—¿Puedo decil a papá?

—No creo que ahora sea buena idea —respondió mamá riendo.

—Julio se está bañando, Lu, pero luego del desayuno le pides que te enseñe a recoger la caca de Bailey, que es experto —contesté aguantándome la risa.

—Vale. Tengo hambe —dijo haciendo un puchero.

—Ve con la abuela a preparar el desayuno, yo bajo enseguida. Iré a recoger las cosas de Bailey para sacarlas al patio, seguro hizo pis adentro también —musité parándome de la cama.

—Deja que yo lleve el cachorro, Lu. Que te puedes caer en la escalera —sugirió mi madre tomando a Bailey y saliendo de mi habitación.

—Mamá —susurré antes que cerrara mi puerta —¿Cómo lo hacías para que no pasara esto? —pregunté apuntando mi polera ya un poco manchada con leche otra vez.

—Deberías comenzar por usar todos esos sostenes maternales que te regalé hace años, Clara, que para algo son. Es normal que cuando amamantas por un pecho, el otro gotee o cuando pasan muchas horas también —explicó —Deberías ir con el pediatra, quizás ya es hora de destetarla. Te irás por trabajo mucho más tiempo que antes y no creo que sea cómodo para ti andar con el saca leches a cuesta.

—Lo sé —respondí con nostalgia —Solo no quiero obligarla y que se dé natural —dije haciendo un puchero.

—A veces me cuesta creer que eres mamá —dijo con nostalgia, cerrando la puerta.

—Que va, si tampoco lo hago tan mal —grité cuando cerró y me puse a buscar una polera limpia.

Una vez lista, me dirigí a la habitación de invitados para sacar las cosas de Bailey y llevarlas al jardín, donde, desde la ventana, veía que corría graciosamente junto a Lucía. Julio ya había limpiado el desastre en el piso, que incluía más de lo que había imaginado, porque el olor que había era una mezcla de varias cosas.

Me había quedado tan pegada mirando a Lu a través de la ventana, que no me di cuenta cuando la puerta del baño de la habitación de invitados se abrió.

—Esa me las pagarás, Clara —susurró cerca de mi oído, provocando que pegara un saltó que por poco me deja pegada al techo.

—Serás imbécil —respondí con la mano sobre mi corazón —Me diste un susto de muerte —agregué sin despegar mi vista de la ventana, desde donde podía ver su cuerpo a través del reflejo.

—Sabías que el cachorro había cagado en el pisa pies y no me dijiste nada —me acusó poniendo una de sus manos en mi cintura.

—Culpa tuya que lo dejaste durmiendo en un rincón, seguro se le enfrió el culito y se ha vengado, porque conmigo durmió muy a gusto —me defendí.

—No me digas eso, que me pongo celoso —susurró en broma y haciendo a un lado mi cabello. —Amo los lunares en tu cuerpo —musitó besando uno de ellos — No sé mucho de estrellas, pero sí de tus lunares y de las constelaciones que hacen brillar la piel cuando me besas —citó al autor Isidro Sánchez.

—¿Sabías que la presencia de más de cincuenta lunares comunes indica un mayor riesgo de padecer melanoma? —pregunté arruinando el momento, pero me estaba poniendo nerviosa.

—Pues vamos a chequear ahora mismo —respondió y no entendí a lo que se refería, hasta que me tomó por la cintura y me llevó al baño.

—¡Suéltame, Julio! —grité bajito, para que no escuchará mi mamá o Lucía.

—Contaré tus lunares —susurró poniéndome sobre mis pies y acomodando su toalla en la cintura, que se había soltado cuando me tomó en sus brazos —Partiendo por estos —agregó tocando mis pezones por encima de la tela.

—Julio —musité casi sin aliento.

—Ven conmigo esta noche, Clara —pidió con ojos suplicantes, ojos que en el pasado no me habrían hecho dudar ni un segundo.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora