Chico equivocado Epílogo

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Mi noviazgo no fue siempre miel sobre hojuelas, cuando volvimos a la ciudad todo fue perfecto, nos veíamos casi todos los días, aunque fuera para tomar un café y así nos fuimos conociendo un poco mejor, pero al pasar los meses, Julio me invitó a un cumpleaños familiar, una celebración donde por supuesto estaba Albert. Sus padres eran un amor y me aceptaron de inmediato como la novia de su hijo, pero a Albert no se le veía feliz y eso me molestó, porque no tenía derecho a tener una cara de perro y hacernos sentir incómodos. Me aguanté mucho, pero ya entrada la madrugada, cuando tenía varias copas de más, exploté.

—Albert —llamé desde un rincón —¿Puedes venir por favor? —pedí con cara de pocos amigos.

—¿Qué quieres Clara? ¿Ya te aburriste de mi hermano? —preguntó acercándose a mí.

—No, solo supéralo, supera que Julio es mejor que tú y acepta que es feliz estando con alguien, incluso si soy yo —dije mirándolo a los ojos. —Lo nuestro no alcanzó a ser nada, ni una amistad, porque solo me buscaste para algo, pero no te tengo rencor y tampoco voy a estar tirando indirectas en la mesa con tus padres, como tú lo hiciste.

—Ni siquiera toleran una broma, tal para cual —se burló.

—No era una broma y lo sabes, insinuar que a Julio le gusta lo de segunda mano, no fue con esa intención, hasta tus padres notaron cierta tensión en el ambiente.

—Qué desaparezca esta tensión entonces —musitó y sin previo aviso me besó con fuerza. Lo empujé, pero cuando me volteé, me di cuenta que era tarde; Julio nos había visto.

Salí tras él y para cuando lo alcancé estaba entrando en la casa por la puerta de la cocina.

—Julio —llamé sin aliento. —No es lo que parece —musité las típicas palabras que decían los infieles, pero esta vez era verdad.

—Sé lo que vi, Clara —dijo con una mirada llena de tristeza.

—No, conoces a tu hermano y me conoces a mí —susurré tomando su mano, que soltó de inmediato.

—No quiero hablar ahora —dijo y asentí con pena.

—Me iré a casa, pero vuelve a la fiesta, no tienes por qué dejar que alguien te arruine el día.

—Ya es tarde —musitó y desapareció dentro de la casa.

Me fui y le di su espacio, que duró un par de semanas y luego nos juntamos en la casa de la playa, donde me pidió disculpas y me contó que había hablado con su hermano, que obviamente me creía a mí, pero que quería resolver las cosas con él primero. Me contó que las cosas se salieron de las manos y que habló con sus padres y decidió irse de casa, porque sabía que no podría llevarme todas las veces que quisiera sin que fuera incómodo y sus papás lo entendieron y lo ayudarían con el primer mes del alquiler.

—Debiste contármelo, no sabes las películas que pasaron por mi cabeza —dije abrazándolo por el costado.

—Y lo siento por eso. Nunca antes había tenido una novia que me importara tanto como tú —musitó besando mi frente.

—Te quiero mucho, Julio —dije comenzando a besar su cuello —Porque aparte de ser mi novio, te has convertido en mi mejor amigo.

—Y tú eres la mujer más importante en mi vida, además de mi madre, claro —sonrió tomándome en brazos para sentarme sobre su regazo.

Nos miramos a los ojos y supimos que era el momento. No sé si Julio había estado con alguien antes, pero yo no y se encargó de hacer de mi primera vez algo inolvidable, fue atento conmigo y una vez que terminamos, me limpió con una toalla húmeda y me llevó envuelta en una manta hacia la terraza para ver las estrellas y el mar, donde hicimos el amor por segunda vez en la hamaca de la terraza. No me incomodaba, porque las casas estaban lo suficientemente separadas como para que se viera algo y por la hora, no había nadie deambulando por la playa.

—Nunca me había puesto a pensar en cómo sería esto —confesé poniéndome roja de vergüenza y escondiéndome en su pecho.

—Yo solo sabía que sería especial, porque eres tú —me dijo besando mi frente —Vamos adentro, no quiero que pesques un resfriado. —musitó envolviéndome en la manta y tomándome en brazos.

—Estás con el culo al aire —dije riéndome fuerte mientras entrábamos en la casa.

—El culito que amas —respondió sentándome en un taburete frente a la isla de la cocina.

—Si me vas a cocinar, cúbrete —dije poniendo mi cara entre mis manos. Era un poco pudorosa con respecto a andar desnudos por la casa.

—De inmediato my lady —musitó y se puso un delantal, dejando al descubierto sus pompas.

—¡Julio! —exclamé riéndome —No conocía esta parte de ti, tan desinhibido y gracioso —dije apoyando mi cabeza en una mano —Pero me gusta, aunque siempre voy a preferir al romántico intelectual que usa polos.

—Siento que a veces era de una forma solo para diferenciarme de Albert, pero contigo siento que puedo ser yo mismo.

—Yo también —confesé —Me iré a poner algo de ropa, porque siento que me congelaré aquí y te traeré algo también, porque no tengo experiencia en cuidar enfermos —sonreí bajándome del taburete.

Ese día marcó un antes y un después en nuestra relación; me fui a vivir con Julio a su nuevo apartamento, no formalmente, pero pasaba más días allí que en mi propia casa. Sus padres iban a comer todos los domingos y ambos íbamos a mi casa cada vez que mis padres volvían de algún viaje. Ambas familias se llevaban bien y estaban felices por el rumbo que estaba tomando nuestra relación. Yo vendía mis cuadros para ahorrar dinero y así pronto poder vivir de forma permanente con él y ayudar con los gastos, porque no quería que mis padres me ayudaran y menos vivir gratis a costa del trabajo de Julio.

Julio seguía trabajando en el mismo lugar de siempre, mientras que yo pasaba mis días en casa estudiando, ya que estaba en mis exámenes finales. Por esa misma razón, no me di cuenta de un gran detalle, no me había llegado el periodo en dos meses. Pasamos por tantas cosas en poco tiempo, que no me percate de eso hasta que abrí un cajón de un mueble del baño, donde guardaba las toallas higiénicas. Me puse pálida y salí corriendo a la farmacia en busca de un test, que apenas compré, lo llevé al departamento de Julio, para esperarlo y hacerlo juntos.

—Hola, cariño —saludó entrando en la habitación, donde estaba recostada.

—Hola —respondí bajito sin saber como empezar la conversación.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? —preguntó al notar la bolsa de la farmacia a mi lado, que no me había molestado en ocultar.

—Creo que estoy embarazada —respondí hundiendo mi cara en la almohada.

—Clara —dijo sacándome la almohada de la cara —Lamento no haberte cuidado y que pasara esto, pero quiero que sepas que nada me haría más feliz.

—Nunca había pensando en el tema, pero ahora que sé que hay una posibilidad, me aterra, soy muy joven —expresé llorando.

—Yo estaré contigo sea cual sea el resultado y la decisión que tomes —musitó mirándome a los ojos para tranquilizarme.

Y como era de esperar, estaba embarazada de mi chico equivocado y no podía estar más feliz, al principio estaba aterrada, pero con el paso de los meses eso cambió, porque Julio era el partner perfecto, me cuidaba y consentía y estaba enamorado de ambas, porque sí, íbamos a tener una niña.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora