Chico equivocado Parte 7

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—Porque tú no quisiste que fuera yo, es entendible Clara —susurró sin darse la vuelta en la cama.

—Pensé que estabas durmiendo —susurré avergonzada.

—Sentía tu inquietud y respiración, así que no podía dormir —respondió bajito.

—Extraño que salgamos, que me acompañes mientras pinto... sabes que ya no lo hago, al menos no con la frecuencia que lo hacía antes —confesé.

—¿Por qué dejaste de hacer las cosas que amas? —pregunto dándose la vuelta para mirarme a la cara.

—Fui una tonta, de repente me vi envuelta en la vida nocturna de tu hermano y al día siguiente no soy nada funcional —respondí un poco avergonzada y rehuyendo su mirada —No estoy siendo la misma Clara que conociste, Julio.

—Yo sé que sí, que en el fondo lo eres —musitó metiendo un mechón de pelo tras mi oreja. —¿Por qué no te vas unos días a la casa de la playa? —sugirió —Te vendría bien desconectarte unos días y volver a pintar si quieres.

—¿Me estás corriendo tan rápido? —bromeé.

—Estarás bien, Clara y te servirá para dejar de pensar en el idiota de mi hermano.

—¿Y si vas conmigo? Si voy sola, solo conseguiré sentirme más patética —propuse.

—No creo que yo precisamente sea la mejor compañía, considerando que soy igual al Albert, al menos físicamente.—contestó con decepción en sus ojos.

—A mis ojos no eres igual —dije mordiéndome el labio inferior.

—¿Soy más feo? —preguntó arrugando su entrecejo.

—No, tonto —dije empujando su hombro —Ven conmigo ¿sí? Por favor —pedí haciendo un puchero.

—Ya, solo déjame arreglar unas cosas en el trabajo mañana y así te acompaño más días —dijo aceptando mi petición.

—Mañana es domingo —respondí confundida.

—Clara, son las siete de la mañana —dijo sonriendo —Ya deja de pensar y duerme un poco. Mis padres llegarán en un par de horas, me acaban de avisar que adelantaron el vuelo —avisó.

—¿Qué? Debería irme entonces, no sería apropiado que me encuentren en SU cama con SU hijo —dije remarcando la palabra SU e incorporándome, pero me mareé al sentarme.

—Vuelve a la cama, Clara. Tenemos el tiempo suficiente para dormir antes de que ellos lleguen —respondió palmeando la almohada a su lado.

—Si nos pillan, tú te inventas algo —dije señalándolo y acostándome a su lado.

—No pasará —dijo con seguridad antes de cerrar sus ojos.

Me dormí escuchando su respiración y no sé en que momento terminé con mis piernas enredadas en las suyas y mi cabeza en su pecho. Desperté con un fuerte dolor de cabeza y náuseas, así que me quedé un rato más sobre el pecho de Julio, hasta que sentí sus manos acariciando mi cabello.

—Buenos días —dije mirándolo a los ojos y se sorprendió que estuviera despierta.

—Buenos días, pensé que aún estabas durmiendo —musitó —¿Cómo te sientes?

—Me duele la cabeza un montón y hace rato tenía náuseas—respondí incorporándome despacio en la cama.

—Te traeré una pastilla para la resaca y después puedes seguir descansando en mi habitación —musitó parándose de la cama y saliendo rápido por la puerta, sin dejarme replicar.

Al cabo de unos minutos volvió con un vaso de jugo de naranja e ibuprofeno para el dolor de cabeza. Me lo hizo tomar de inmediato y luego me condujo a su habitación para que descansara mientras él ordenaba la habitación de sus padres. Cuando estaba en el cuarto de Julio, sentí como alguien golpeaba la puerta del frente al salir. Supuse que era la chica con la que llegó Albert de madrugada y que la había despachado y por eso había dado un portazo, porque yo habría hecho lo mismo.

Traté de volver a dormir, pero alguien abrió la puerta con algo de brusquedad.

—¿Julio? —escuché a Albert decir antes de adentrarse en la habitación por completo.

—Julio está en la habitación de tus padres —musité asomándome por encima de las mantas. Me había cubierto casi por completo.

—¿Qué mierda haces en la cama de mi hermano? —preguntó con confusión pero sin dejarme responder —Claro, como no funcionó conmigo, viniste a rogarle a Julio.

—No te importa, tú me dejaste aquí tirada —respondí enojada e incorporándome en la cama.

—Eres una zorra como todas, no sé por qué te hiciste tanto de rogar conmigo, si después le viniste a abrir las piernas a mi hermano —escupió.

—¡No le vuelvas a hablar así! —gritó Julio llegando a su lado y empujándolo hasta pegarlo a la pared. —Fuera de mi vista si no quieres que te golpee y no se te ocurra volver a acercarte a ella —le advirtió con frialdad, una que pocas veces había visto.

—Hermano, esa flaca no vale la pena —replicó Albert —Luego te darás cuenta por qué la deseché —añadió con una mueca de asco antes de abandonar la habitación.

—Te juro que no hice nada para que me trate así —susurré comenzando a llorar, porque nadie me había humillado de esa forma antes.

—Yo sé que no —musitó llegando a mi lado y abrazándome desde su altura, quedando así mi cabeza hundida en su abdomen. —No hagas caso de lo que dice Albert, siempre es así con las chicas que no caen fácilmente a sus pies.

—Quiero ir a casa —susurré en su camiseta —Me siento mal y no quiero conocer a tus padres así, ni siquiera debería conocerlos en verdad, qué vergüenza —me lamenté.

—Yo te llevo —ofreció acariciando mi cabello —Dame cinco minutos para ducharme y nos vamos. —dijo separándose de mí.

—Debería cambiarme —susurré.

—Puedes quedarte con esa pijama, no la uso —dijo sonriéndome —Creo que es más cómoda que lo que traías puesto ayer —añadió buscando toallas y ropa para cambiarse.

Julio entró en el baño y de verdad tardó solo cinco minutos en estar listo.

—No tenias que ser tan exacto —me burlé —Ya tengo todas mis cosas —dije señalado una pequeña pila con mi ropa a mi lado.

—Vamos entonces —respondió abriendo la puerta de la habitación.

—Antes —dije y me paré en puntillas —Gracias por lo que has hecho por mí —musité antes de darle un suave beso en la mejilla y salir de su habitación.

One shot Clara Galle y Julio PeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora